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Mostrando las entradas de marzo, 2015

Hay de dolores a dolores

Psict. Diana Loyo Rodríguez Maestría en Psicoterapia Infantil Especialidad en terapia de pareja En el catálogo de los dolores encontramos una gran variedad… El dolor de un raspón que surge unos segundos después del golpe; otros que están escondidos, esperando cualquier señal para salir a hacerse notar. Hay dolores mudos; otros son payasos…de esos que prefieren pasar como risa para no llorar. Hay dolores por muertes, que a veces son negados, otras veces despreciados y otras tantas rechazados. Hay otros dolores que son como tumores benignos, que están ahí pero realmente no estorban o hacen algún daño. Hay dolores repentinos, provocados y otros tantos necesarios. Hay otros que se cargan cual mochila o bultos del mercado. Dolores que van gritando…como grita aquel niño que vende periódicos. Hay dolores aplazados y otros sin fecha de caducidad. Hay de dolores a dolores. El dolor de eliminar algo que al mismo tiempo matará algo en ti. Ese es un gran dolor. Dolores sor

La falta de memoria del amor

“¿Por qué no dejas nunca de hablar de mis pasados errores?”, le preguntó el marido a su mujer. “Yo pensaba que habías perdonado y olvidado”. “Y es cierto. He perdonado y olvidado”, respondió la mujer. “Pero quiero estar segura de que tú no olvides que yo he perdonado y olvidado”. Un diálogo: El discípulo: “¡No te acuerdes de mis pecados, Señor!”. El Señor: “¿Pecados? ¿Qué pecados? Como tú no me los recuerdes… Yo los he olvidado hace siglos”. El amor no lleva cuenta de las ofensas. Referencia Bibliográfica Mello,A. (1982).  El canto del pájaro. México: Sal Terrae. págs. 159.

No cambies

Durante años fui un neurótico. Era un ser angustiado, deprimido y egoísta. Y todo el mundo insistía en decirme que cambiara. Y no dejaban de recordarme lo neurótico que yo era. Y yo me ofendía aunque estaba de acuerdo con ellos, y deseaba cambiar, pero no acababa de conseguirlo por mucho que lo intentara. Lo peor era que mi mejor amigo tampoco dejaba de recordarme lo neurótico que yo estaba. Y también insistía en la necesidad de que yo cambiara. Y también con él estaba de acuerdo y no podía sentirme ofendido con él. De manera que me sentía impotente y como atrapado. Pero un día me dijo: “No cambies. Sigue siendo tal como eres. En realidad no importa que cambies o dejes de cambiar. Yo te quiero tal como eres y no puedo dejar de quererte”. Aquellas palabras sonaron en mis oídos como música: “No cambies. No cambies. No cambies… Te quiero…”. Entonces me tranquilicé. Y me sentí vivo. Y, ¡oh maravilla!, cambié. Ahora sé que en realidad no podía cambiar hasta encontrar