Psict. Diana Loyo Rodríguez Maestría en Psicoterapia Infantil Especialidad en terapia de pareja Una buena tristeza no se anda con medias tintas; una buena tristeza es seria, profunda, profesional. No necesita grandes adornos como las lágrimas. No requiere de gritos. No requiere música de entrada. Es discreta pero contundente. Una buena tristeza sabe pisar y cuando llega nadie puede dudar de que está ahí. Una buena tristeza se mete entre la piel y el músculo. Queda entrelazada ahí y qué bueno. Porque la tristeza necesita sentirse contenida, abrazada, acompañada. Por eso busca recovecos para no esfumarse sin haber sido percibida. Una tristeza bien hecha necesita sentirse cerca de la persona, porque no hay nada más triste que una tristeza abandonada. Siéntela. Reconócela. Permítele estar contigo, andar contigo. Porque cuando la tristeza se sienta reconocida y apapachada empezará a despedirse de ti. Recogerá sus cositas, esas que regó cuando llegó. Hará sus maleta...