El siguiente fragmento del texto de Esther Harding, “Misterios de la Mujer” se publicó en la página Odisea del Alma, pueden acceder a ella haciendo clic en el título de éste artículo.
Primera parte
(...) es esencial que estudiemos el inconsciente para reconstruir nuestras actitudes de acuerdo con las fuerzas arrinconadas que todavía se manifiestan. El principal de estos valores olvidados es el factor subjetivo, que es eliminado en la tentativa de diferenciar el objeto como algo por sí mismo.
El descuido del aspecto interior o subjetivo de la vida ha conducido, en particular a las mujeres, a una cierta falsificación de sus valores vitales. Por ejemplo, según el criterio convencional del pasado, la mujer tenía que desempeñar un papel principal, el de esposa y madre. Tenía éxito si se casaba bien; si su matrimonio fallaba, con toda seguridad se le consideraba una fracasada. Incluso el éxito o la derrota de toda su vida podía ser medido según el criterio general del mundo, por esta norma externa, únicamente objetiva. Incluso, estando casada, el éxito o fracaso de su matrimonio también era juzgado por normas puramente externas. Si aparecía cualquier dificultad en las relaciones con su marido, su tendencia era y a menudo aún lo es, a buscar un remedio exterior. Es frecuente, por ejemplo, escuchar que una mujer ha intentado arreglar una desavenencia emotiva con su marido haciendo un viaje o redecorando su casa. El lado subjetivo del problema es, en tales casos, desestimado y sólo se permite su desahogo en caprichos, malos humores o alteraciones neuróticas.
En los hogares donde se ignoran las reglas normales internas y la parte subjetiva de la vida, estas manifestaciones neuróticas no se tienen en cuenta seriamente. En su mayoría se consideran como el resultado de temperamentos meramente emotivos, nerviosos o débiles. En tiempos más recientes, la mujer con problemas de este tipo, aprenderá algo de psicología moderna y educación infantil e intentará aplicar lo aprendido, tratando de conseguir mediante una técnica exterior lo que se realizaría naturalmente si ella supiese cómo aplicar sus propios sentimientos y reacciones femeninas ante la situación. Pero mientras su propia vida interior sea desatendida, este efecto natural de su ser es anulado y no le queda otro recurso que una técnica mecánica que, en el mejor de los casos, no es sino un pobre sustituto de la vida real.
Hoy en día el éxito o el fracaso de la vida de la mujer ya no se juzga por el único criterio de su matrimonio. Su vida puede realizarse ahora siguiendo varios caminos, cada uno de los cuales ofrece alguna oportunidad para resolver problemas de trabajo, relaciones sociales y sus necesidades emotivas. Sin embargo, si para ganar disciplina y desarrollo en todas las facetas de su personalidad busca un ajuste en la vida que no sea parcial sino con tantas facetas como tiene la naturaleza, entonces su tarea resulta más compleja. Porque mientras sus movimientos, que requieren un campo de actividades en el mundo objetivo exterior, son aceptados por ella y los demás como legítimos, otros anhelos, que también tienen su origen en lo más profundo de su ser y que buscan una realización espiritual y subjetiva, son generalmente incomprendidos. La manifestación de estas necesidades es frecuentemente considerada como simples caprichos, antojos, emotividad, superstición, etc.
Sin embargo, en muchos casos, estos problemas subjetivos se han vuelto tan apremiantes, que el factor psicológico que los viejos científicos eliminaban es ahora observado y analizado con afán. De nuevo una vez más la piedra que los constructores rechazaban se convierte en la piedra angular. Porque cada ser humano no sólo tiene impulsos e instintos que necesitan vivir una vida colectiva en un grupo social para su satisfacción, sino también otros instintos e impulsos que le incitan a encontrarse a sí mismo como individuo único. Todos tenemos una naturaleza que busca amor y relaciones y también es innata en cada individuo la necesidad de luchar por la verdad impersonal. Estas tendencias opuestas son la expresión de la dualidad de la naturaleza humana al mismo tiempo que es objetiva y subjetiva. Esta oposición se encuentra en todos los seres humanos llevándolos inevitablemente al conflicto. Este es tanto más grave en el mundo Occidental de hoy en cuanto se refiere más duramente a las mujeres, porque la civilización Occidental pone especial énfasis en los valores exteriores, los cuales encajan mejor con la naturaleza del hombre que con la de la mujer. El espíritu femenino es más subjetivo, está más relacionado con los sentimientos y amistades que con las leyes y principios del mundo exterior. Y esta es la causa de que lo interior y lo exterior sea más devastador para la mujer.
Continuará
Esther Harding, Los Misterios de la Mujer, Ed. Obelisco, 1995.
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