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De personas y terapia. Una reflexión sobre su relación

¿Para qué ir a terapia? O peor aun, cuando tomo la decisión de ir me digo ¿por qué estoy en terapia? Para comenzar a responder someramente estas preguntas me veo en la obligación, primero, de dotar al acto de ir a terapia de la voluntad, no es un acto que se pueda definir “reflejo de...” si no que es una acción personal de cierto grado de toma de conciencia que tiene un fin, de allí la importancia de la segunda pregunta. La persona que asiste a terapia carece de algo importante y es un sentido ¿sentido de qué? A esto sólo la persona involucrada tiene la respuesta y nadie más, ni siquiera el especialista que sólo será un acompañante en el proceso de concientizar mi ser y circunstancia.

Hay que aclarar que incluso en un primer momento la propia persona no sabe a ciencia cierta cual es ese sin sentido, lo detecta, lo siente, lo vive pero carece del autoconocimiento suficiente para entenderlo. Dentro del contexto histórico moderno puedo decir que el sin sentido de la existencia se arrastra desde el establecimiento de los diferentes modos de producción basados en el dominio, comenzó la conceptualización del ser humano por su utilidad o lo que podría ofrecer estableciéndose relaciones jerárquicas claras, el sometido deja de ser humano para convertirse en cosa. En el capitalismo moderno ésto se recrudece con la creación de la producción en masa, ya no hay espacio para el ser, el cuerpo se encuentra sometido por y para el servicio del sistema en el cual está inmersa la persona. El asunto se vuelve más grave cuando la tecnología entra en escena de forma violenta, eficiente y casi infalible para aumentar el ritmo productivo, viene así la sustitución, ahora la máquina es capaz de sustituir al hombre en ciertas tareas dejándolo de lado. ¡Pobre ser! Desprovisto de sus necesidades nternas, enajenado, sometido y ahora sustituido por el mismo sistema que él ayudo a alimentar ¿qué queda?

Aunado a lo anterior tengo que mencionar otro aspecto que ha afectado nuestra vida como especie y es el bélico. Históricamente la especie humana ha entablado conflictos por supervivencia o ambición; en el apenas pasado siglo XX sufrimos dos guerras que hoy llamamos 1a. y 2a. Guerras Mundiales; enfocándome sobre todo en la 2a. Guerra la lucha fue por el dominio con una Alemania que expandía sus límites territoriales en pro de la construcción de su Tercer Reich; por otro lado E.U.A. y la U.R.S.S. en determinado momento vieron trastocados sus intereses territoriales y económicos, con lo que tomaron las armas para defenderlos más que por una verdadera preocupación respecto a las vidas que estaban resultando afectadas. ¿Dónde quedó el ser humano?, ¿dónde quedó la persona?, la persona quedó (y a veces pese a los nuevos pensamientos que tratan de recuperarla sigue quedando) olvidada, quedamos minimizados en los intereses del (o los) que ostenta o dejamos que ostente el poder; somos conceptualizados(1) según nuestra capacidad productiva, nos volvemos cosas sin importar los aspectos personales que poseamos, la vida espiritual(2) queda así totalmente delegada, la vida no es valiosa por ser lo que es si no por lo que se puede hacer con ella, es decir la utilidad.

Este fenómeno de abandono del ser humano no es sólo culpa del sistema, también es alimentado, retroalimentado y conceptualizado por nosotros, inconscientemente lo internalizamos ya que es parte de nuestra forma social, cultural y económica de vida, lo volvemos (sin reflexión alguna) parte de nosotros, nos enajenamos, lo reproducimos y lo vivimos. Anteponemos los intereses al bienestar reduciendo al ser en el hacer; el cuerpo e incluso la mente quedan sometidos a un raciocinio reducido total (“si no es lógico no vale la pena”, “si es útil es valioso”), la libertad de actuar y pensar quedan cortadas al igual que la de sentir (“los sentimientos sólo estorban”). Las emociones las convertimos en un terreno satanizado casi exclusivo para el reino animal, nos fraccionamos a nosotros mismos cayendo en un desconocimiento donde no relacionamos, por ejemplo, el enojo o la alegría con las diferentes sensaciones de nuestro cuerpo. El sistema encuentra un reforzamiento dentro de nuestro círculo cercano de relaciones que, aunado a ciertas pautas socio-culturales, dan por momentos a la persona cierto actuar y sentir errático que le provoca cierto malestar por no hacer consciente esta fragmentación; el sentido deja de tener sentido (o tal vez nunca lo tuvo) dejando al ser en una paradoja o hasta en un absurdo existencial(3).

De este modo la persona que va a terapia va consciente de ajustar algo aunque no pueda, en primera instancia, saber realmente lo que es el desajuste que acarrea. Asiste con cierto grado de vulnerabilidad y con muchas reservas de lo que quiere o puede descubrir. El regresar el sentido a la vida es el objetivo último de un complejo proceso de concientización que, en Guestalt, comienza por el re-reconocimiento del cuerpo (recuperación de las sensaciones) con lo que se vuelve a validar la totalidad del ser que, no sólo es valioso por su parte productiva o utilitaria, si no que es valioso por ser, se redescubre y dignifica su unicidad a partir de la autovalidación para llegar a una autovaloración amplia donde se acepten tanto las virtudes como los defectos que posee la persona, ya que esto es lo que me hace estar aquí y ahora sin importar las equivocaciones o aciertos que mi historia personal puedan tener.

El ser humano se vuelve a reunir en uno sólo o mejor dicho en si mismo, aprendemos que pese a pertenecer a un colectivo somos personas únicas que vivenciamos y existimos de maneras distintas el mundo, esto no por un acto “rebelde sin causa” si no porque cada uno de nosotros tenemos una capacidad apreciativa y de respuesta diferente a los demás, así como gustos y preferencias que se combinan de manera única en cada persona. Desde este punto de vista la psicoterapia no es como se podría llegar a pensar una herramienta de control que busca la readaptación de los cuerpos, es una herramienta para recuperar al ser humano difuso en un mar de quehaceres e ideas que lo alejan de su ser, de su sentir, de su percepción, de sus afectos y sus filias, es una herramienta donde cada quien puede encontrar, sin estándares, la riendas para manejar nuestras propias vidas.

Juan Roberto Cervantes Vazquez


-Bibliografía
Portuondo, J. Y Tamames, F. (1979) Psicoterapia existencial, gestáltica y psicoanalítica. Madrid: Editorial Biblioteca Nueva. pp. 11-44.

Shub, N. (2004). Ser... en el momento. Un enfoque de la Psicoterapia Guestalt para el cambio. Xalapa: Centro de Estudios e Investigaciones Guestálticos Editorial. pp. 9-23.

Foucault, M. (2004). El nacimiento de la clínica. México: Siglo XXI Editores. 210-244.


(1) Esta conceptualización también parte de nosotros mismos, por mecanismos de aprendizaje y reproducción, introyectamos el menosprecio de nuestras virtudes enalteciendo y singularizándonos en el aspecto económico productivo.

(2) Entiéndase este concepto no sólo restringido a la religiosidad si no en el sentido amplio donde el ser humano busca su plenitud y bienestar en todos los aspectos de su vida.

(3) Perdemos nuestro sentido de ser, nos desvalorizamos y no sabemos por qué somos valiosos.

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