"Momo" es la historia de una simple niña que defiende su derecho a dar amor: intuitivamente escucha a los otros, los acoge y les hace sentirse comprendidos. El ser humano es una realidad abierta a los demás, y por tanto depende de otros seres humanos para llegar a ser realmente persona. Momo sabe eso en su interior y brinda a otros lo que solamente otro ser humano puede darles: afecto, comprensión, amor. "Solamente otro ser humano puede ponerse en tu lugar" parece afirmar Momo en cada gesto.
Los hombres grises han surgido de la falta de sentido y de la incapacidad humana de amar. Saint-Exupery afirma en “El Principito” que el tiempo que hemos dedicado al otro es lo que lo hace especial, ese es el secreto de la amistad, “lo esencial es invisible a los ojos y sólo se ve con el corazón”. Momo ve con el corazón. Su sabiduría proviene del haber vivido y haberse hecho en la relación humana profunda. Por ello su rostro parece no tener edad, pues en él se reflejan las huellas ineludibles del amor humano, que no tiene tiempo y es vida pura. Los hombres grises, en cambio, son fríos pues provienen del oscuro pozo del egoísmo y creen que el único tiempo que vale es el que se invierte en poseer y acumular cosas que hagan olvidar la oportunidad que todos tienen de amar. Sólo dedican tiempo a lo productivo, engañando a los ingenuos que creen que si se ocupan de tener, el amor se les dará por añadidura.
La distinta manera de vivir y comprender su sentido, enfrenta entonces a Momo y los hombres grises. El tiempo es vida, y si el ser humano no entiende la vida, y ahorra su tiempo, es decir, lo mezquina, no lo invierte y finalmente lo pierde. Dicho de otro modo más serio, se pierde la única oportunidad que tiene de vivir. Pierde el afecto, los placeres de la vida y lo más bello de esta: la alegría de vivir.
El tiempo en sí es posibilidad humana única de vivir bien, de obsequiarse una buena vida, y esta buena vida nos viene dada por lo que construyamos con otros. Viene dada por el ser más, que sólo se manifiesta cuando amamos. No puede confundirse el tener cosas para subsistir, con el ser persona para poder vivir. También se muere por falta de sentido de vida, no sólo por falta de cosas que nos rodeen y nos den la falsa seguridad de haber poseído la vida. Sólo hemos mitigado la angustia que nos provoca el fracaso propio de no encontrarle un sentido a la vida. Tener y entretenerse son sinónimos de olvidar, pero no sólo se olvida el dolor, sino también la oportunidad de amar y ser felices.
“Vayamos donde Momo”, significa, ante todo, la oportunidad irrenunciable que tenemos de ir al encuentro de otro ser humano. De escucharle y de ser escuchados; de entenderle como tal y de ser entendidos; en definitiva, de dar afecto y recibirlo. En este viaje hacia Momo, el tiempo se vuelve rito y no mera rutina. Cada gesto está cargado de sentido y la conciencia de cada uno recupera al instante el sentido de sí misma. No es tan sólo el ser escuchados lo que nos devuelve la creatividad, el sentido y la alegría de vivir, más bien es el mismo viaje, el camino, la orientación que tomamos para ir al encuentro del otro lo que nos devuelve lo perdido.
El tiempo para los hombres grises es eficiencia, es una cosa que podemos manipular a nuestro antojo, que se puede perder o ganar. Esto es sólo espejismo, como la existencia de los mismos hombres grises que sólo se sostenía en el humo de sus cigarros hechos de las flores horarias que habían robado a los hombres. El tiempo, al igual que la vida es para darlo y no almacenarlo -la peor imagen es aquella de las flores horarias almacenadas en una bóveda, igual que las "guarderías-almacenes" de niños mortalmente aburridos y llenos de gente-. Las flores son para disfrutar de su belleza y no para cortarlas. Cortadas se marchitan, lo mismo que si cortamos la imaginación de los niños o los espacios de encuentro del hogar.
Tampoco puede vivirse demasiado aprisa, pues el tiempo tiene su propio ritmo, al igual que el crecimiento personal. Si se apura, se destruye e impide el desarrollo. He ahí la sórdida estrategia del egoísmo representado por los hombres grises, ahorrar y apurar, tiempo sólo para tener lo que no sirve, y esperar lo que no llegará porque se ha desperdiciado. Es mejor hacer mucho ruido que quedarse en silencio, pues el silencio hace escuchar el corazón. Es mejor distraerse, evadirse, olvidarse. Sin embargo, Momo permanece esperando a que vayamos a su encuentro.
Ella sola nos ha liberado de los hombres grises, pues sólo ella podía hacerlo. Una niña que escucha la canción del tiempo en su corazón, una niña que jamás cederá a la tentación de la rutina y el sin sentido, del egoísmo y de la posesión. Hacia el final de la obra, devuelve a los hombres las flores robadas y todo vuelve a ser como al principio, pero… depende de nosotros, usar bien nuestro tiempo. El haber comprendido el sentido de la vida, no nos libra de la tentación del egoísmo posesivo. Saber detenerse y parar, escuchar la melodía de la vida en nuestro corazón y ofrecernos a otro encuentro. He ahí las sugerencias vencedoras de Momo. ¿Las seguiremos?
Rsilvae.cl/contexto/news/125/article/1098/2008-03-19.html
Comentarios
Publicar un comentario