
Juan Roberto Cervantes Vazquez
Estudiante de la Maestría en Psicoterapia Gestalt
CEsIGue, Xalapa
La sociedad y el orden de los grupos por roles es una estructura que existe en la naturaleza y que hemos adoptado para construir nuestros colectivos; estos pueden ser tanto los creados para ordenar y manejar grandes grupos como las instituciones gubernamentales, religiosas o deportivas, también esto incluye a grupos más pequeños como los familiares los cuales sirven de base para las anteriormente mencionadas. Existen guías que cimientan o basan nuestra estructura social marcando su desarrollo y el tipo de impacto de esta en los miembros que conforman el colectivo.
En el desarrollo de lo que ahora es nuestra sociedad una de estas guías ha sido la idea de dominio. No intento reflexionar sobre lo bueno o malo de esa situación ya que, en determinadas circunstancias, ha sido útil para unificar personas e incluso territorios en pro de un fortalecimiento o unificación que se logró, en algunos casos, en forma paulatina; mientras que en otros, ésto se consiguió a través de modos violentos de imposición. Lo que busco es únicamente la exploración del tema y sus probables implicaciones en la persona a nivel individual. El tema del dominio tiene de principio dos partes visibles: en primer lugar tenemos al dominante, mientras que por el otro tenemos al dominado. La parte dominante es la entidad que ha logrado imponer frente a un colectivo determinado una visión e interpretación del mundo, generalmente tiene un discurso que justifica su poder sobre los demás y carga, a la parte dominada, con la información de que sin él el mundo no tendría un orden adecuado; esta posición puede ser producto de un proceso histórico o de una irrupción violenta dentro de un sistema establecido; un ejemplo de estas figuras son las imágenes que hemos creado de los jefes o cabezas de gobierno, de los maestros, del padre o incluso la madre.
Para que estas figuras se puedan erigir deben existir discursos, valores, ideas e incluso instituciones que sostengan la imagen y justifiquen su existencia como autoridad, en este sentido se puede decir que es una figura positiva que da orden a las estructuras colectivas; el problema nace cuando la autoridad se convierte en un freno para el desarrollo del grupo al cual dirige originando así un sujeto dominante (o autoritario) y un sujeto dominado. Este freno se puede dar discursando el bienestar del grupo (o la persona) o simplemente en un afán de acumular poder para hacer explícita la dominación, en cualquiera de los casos es una situación momentánea o transitoria que impide al individuo dominado la asimilación positiva de los hechos que se le presentan, es decir, cabe la posibilidad de que el individuo dominado se asuma como alguien incapaz de construir su propia realidad, se vuelve pasivo y no es consciente de sus propias potencialidades.
La idea de dominación trasciende en la mentalidad de la persona cayendo en un autocontrol exacerbado e inconsciente, se practica un tipo de auto-represión, auto-censura y se vuelve a si mismo secundario; antepone los intereses de la figura dominante a los propios pero no en una situación de auténtico convencimiento, sino de sumisión incuestionable debido a la introyección negativa que se ha formulado alrededor de las figuras de poder y las relaciones que “debemos” guardar con ellas. El poder entonces se manifiesta de forma represiva o prohibitiva coartando la libertad personal creando, a un nivel individual, una división antagónica entre los deseos y el deber ser. De esta forma, se introyecta a la figura de autoridad como dominante y con poder sobre nosotros (a veces, incluso, se le llega a ver como omnipotente e incuestionable), el individuo pasa a una despersonalización donde, para poder ser, se necesita un aval de la figura dominante. Bajo esta idea el yo auténtico queda oculto bajo la imagen del dominado, se refugia en la apariencia y aspira a lo que el propio ritmo de vida le propone sin visualizar posibilidades alternas.
Muchas veces nuestras relaciones personales están sobre esta idea de dominio. Sólo observemos como es mi relación con las entidades gubernamentales, en el trabajo, en mi familia, con los amigos, con las parejas; ¿cuántas veces he aceptado sin cuestionamientos las posturas de los otros?, o ¿cuántas veces he impuesto mi postura al otro? Sin ningún tipo de consideración o entendimiento del otro o mi propia persona, y lo que es más interesante ¿cómo vivimos ésto?, ¿lo asumimos como un destino?, ¿lo malvivimos aunque no lo cambiamos? En ocasiones la postura sumisa puede ser una especie de seguro existencial, dejo el manejo de mi persona a mi figura dominante para evitar los problemas que los conceptos de bien y mal pueden traer; pero también esta postura se puede vivir con una insatisfacción casi permanente donde, vaya a donde vaya y vea lo que vea, la persona sólo proyectará su insatisfacción o su propia imagen de ser dominado.
La persona que se encuentra bajo un dominio lo vive no sólo en su mundo externo, también lo hace en su mundo interno, se manifiesta en un discurso propio que bloquea el desarrollo personal. A mi manera de entender, una de sus formas más conocidas pueden ser los introyectos negativos, los cuales se pueden manifestar en respuestas neuróticas que lleven al bloqueo de la persona original. Esto puede crear una distorsión de la realidad donde la persona ya no se asume como un actor de su propia vida sino como un contenido secundario de ésta, hay una despersonalización que se alimenta por lo que se recibe del entorno y por la asimilación interna de este, el individuo llega incluso a disociar su imagen pudiéndose captar sólo de manera parcial resaltando sus incapacidades antes que sus fortalezas. Es una manifestación negativa de la imagen de las figuras de autoridad, ya sea que se aprendió de manera directa o de forma indirecta, donde se enaltecen y se le otorgan cualidades que no les corresponden, con lo que se transciende la idea de orden para llegar a la de dominio.
Como se puede observar en este texto es un tema muy complejo, que se puede abordar de distintos ángulos y disciplinas para su análisis y práctica en pro del desarrollo humano o personal. Finalmente cabe hacer una reflexión dirigida a cómo vivimos el dominio ¿somos dominados, o somos dominantes? Y sobre todo ¿para qué y cuándo jugamos ese papel?
-Bibliografía de apoyo
Canetti, E. (2002). Masa y poder. Madrid: Alianza/Muchnik.
Foucault, M. (2002). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Buenos Aires: Siglo XXI.
Shub, N. (2003). Peleando con el tigre: El trabajo de introyectos. México: Centro de Estudios e Investigaciones Guestálticas.
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