Juan Roberto Cervantes Vazquez (1)
¿Qué es la razón? La locura de todos,
¿Y qué es la locura? La razón de uno.
J.P. Renzi (1940-1992)
Poniéndonos a pensar en ¿cuál es la cualidad más importante de la humanidad? Encontramos casi como una respuesta inmediata que es la razón. No me cabe la menor duda de que ésta ha sido una de las herramientas más importantes para el desarrollo del ser humano; gracias a ella hemos podido trascender, como especie, nuestra propia naturaleza al grado de darnos la oportunidad de crearnos a nosotros mismos; también ésto ha dado la posibilidad de adaptar el ambiente a nuestras necesidades, para ejemplificar sólo basta recordar las construcciones hidráulicas que las antiguas culturas realizaron para llevar agua a donde no había, o no vayamos tan lejos, veamos dónde estamos sentados o dónde vivimos y seguramente observaremos cómo el ambiente ha sido adaptado para tener condiciones de vida cómodas o aceptables.
La razón es parte del ser humano, es un aspecto que define nuestro ser y brinda, en parte, esa opción de trascendencia o actualización retomada por autores como Maslow y Rogers. Es la parte objetiva de la persona, permite tener un pensamiento, adoptar posturas ante tal o cual circunstancia, tener una capacidad analítica para resolver problemáticas simples o complejas.
Sin el afán de esclarecer nada sólo hago manifiesta una postura que surgió de la siguiente pregunta: ¿de dónde viene la razón? Intentar hacer un rastreo de su origen representaría remontarnos a los primeros seres humanos, tendríamos que conocer cómo los procesos cognitivos individuales se fueron masificando hasta volverse conocimiento, es decir, hasta que alcanzó todas las características que lo definen como tal, siendo estas la de ser acumulativo, práctico y referente de las acciones de las personas e incluso del colectivo. En este sentido se puede hablar de dos tipos de conocimiento, uno personal que se manifiesta en forma individual y otro perteneciente al grupo social, el cual es parte del bagaje sociocultural del colectivo transmitido a cada miembro, quienes lo adoptaran y personalizaran para usarlo.
En este orden la razón es la base del conocimiento, es la semilla que da origen a su formación y adecuación de la persona, como un ser sociocultural, a las circunstancias en relación con su entorno, es parte de nuestras habilidades adaptativas y de nuestra evolución . Observando este panorama la pregunta ¿de dónde viene la razón? Resulta no apropiada para fijar una postura frente a la razón, por lo que es necesaria una reformulación que se manifiesta en ¿a qué responde la razón? O mejor dicho ¿a qué necesidad básica del hombre responde la razón?
Dentro del enfoque Gestalt el ser humano es visto como un ser íntegro, completo, es cuerpo, emoción y pensamiento. Su self es el proceso que le permite captar su realidad, auto-concebirse y le da un actuar y una forma de ser en el mundo. Para que este proceso se lleve a cabo la persona necesita, entre otras cosas, seguridad tanto en sí misma como en su entorno, también en su capacidad de entender y en su forma de movilizarse en el ambiente. En este sentido ¿podría ser la razón una herramienta que de seguridad al ser humano?, o expresado de otra manera ¿podría ser la razón aquello de lo que el hombre se ha aferrado para encontrar certidumbre en su mundo?
De principio este punto se podría prestar para diversos debates, pero tomando al ser humano como algo íntegro, se puede manejar la idea de la razón como un apaciguador emocional, un complemento que ayuda a captar la realidad, es decir, da certeza y contención a la inestabilidad que le despierta la incertidumbre que puede surgir en una persona ante una situación determinada. Reflexionando, muchas veces cuando algo nos causa una sensación que no nos es agradable generalmente recurrimos a la explicación, o hasta a la justificación, para aliviar la sensación que en ese momento emerge; no digo que la explicación por sí misma sea negativa, sino que es algo que se debe revisar cuando se vuelve un supresor emocional de la persona; esto sucede a nivel micro y personal en cada individuo, pero también se presenta a nivel macro, o incluso a un nivel nacional; poniendo un ejemplo recordemos una crisis económica donde los jefes gubernamentales intentan apaciguar el miedo de los habitantes con discursos que intentan explicar (o justificar) lo que está sucediendo.
En este sentido, la razón se convierte en un producto de la emoción, en un elemento que responde a algo específico, desde lo más cotidiano y “simple” hasta lo más complejo y universal. La razón dejó así de ser un complemento del ser para convertirse en un supresor de lo integral del ser humano; dentro del pensamiento moderno la sobrevaloración de la razón causó la disociación de las emociones fragmentando la integridad del ser; el lado emocional se volvió casi sinónimo de animalidad , en un factor no deseable para tener una vida ideal dentro de los sistemas de dominio imperantes hasta ahora. Las emociones quedaron sometidas a la razón y a la intelectualización de los hechos, se dio por sentado que el estado idóneo del ser humano se podría alcanzar por medio de la racionalización de la vida, dejando a un costado aquello que, desde mi perspectiva, nos hace ser precisamente humanos y no simplemente “dominadores” de un entorno, sino parte activa de este o de un mundo en una relación de reciprocidad responsable.
En un ambiente psicoterapéutico la opción más viable, desde esta perspectiva, es aquella que vea a la persona como un todo, como un ser que pese a la disociación interna, puede recobrar el manejo de su lado intelectual en conjunto con su aspecto emocional. El proceso psicoterapéutico debe plantearle a la persona la posibilidad real de integración para crear contactos satisfactorios con el mundo, esto elimina la imagen directriz del terapeuta ya que el propio paciente es quien debe llegar a sus propias respuestas. La congruencia interna lleva a la persona a un tránsito sin tantas trabas entre sus funciones ello, ego y personalidad pudiendo, entonces, llegar a una relación más fluida con su mundo aminorando el sufrimiento interno y, por ende, se vuelve capaz de reconocer sus emociones y conjuntarlas con el pensamiento.
Bibliografía
Hernández Velázquez, M. (1998). El absurdo arquetípico. México: Plaza y Valdés.
Nietzsche, F. (1998). El nacimiento de la tragedia. Madrid: Edaf.
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