Elide Bermudez Betancourt
Jefe del Departamento de Docencia
CEsIGue, Xalapa, Veracruz
Compartir la mesa es el mejor plan que podemos hacer cada día en familia. Aunque cueste conciliar los horarios es importante que tengamos un tiempo al acabar la jornada para conversar de lo que cada uno ha hecho durante el día.
Comer juntos no es únicamente saciar el hambre en torno a una mesa, sino que detrás de sentarse a la mesa en familia hay un significado mucho más trascendente, el de la comunicación, preocuparse y ocuparse por el otro, escuchar a los demás y expresar nuestros sentimientos para que nuestros hijos también aprendan a expresarlos.
A través de la comunicación nos identificamos con el grupo al que pertenecemos. Utilizamos los sentidos para relacionarnos con el exterior y el gusto es uno de ellos. La comida nos ayuda a comunicarnos. Comer en familia facilita conocerse mejor, hablar y compartir sentimientos, por lo que el deber de una familia no solo es proporcionar hogar y alimentos a los hijos, sino propiciar el intercambio emocional entre sus componentes.
El placer de comer se da en toda edad y condición. La necesidad de comer que se inicia como instinto y necesidad vital, por efecto de la cultura se transforma en un acto sociable.
El placer de comer en familia es exclusivo del hombre y debemos aprovechar todas las ocasiones posibles para disfrutarlo, máxime cuando beneficia también la relación entre padres e hijos.
El comer en familia es necesario desde que los niños son pequeños, siendo una ocasión extraordinaria para facilitar su interacción con los mayores y esto ayuda al niño a desarrollar el sentido de pertenencia y de identidad. Se trata de un tiempo compartido en el que todos hacen lo mismo al mismo tiempo y esa pertenencia al grupo proporciona a los niños armonía y bienestar, haciéndoles sentir importantes, seguros y queridos.
La hora de la comida debe ser agradable para todos, este momento debe de ser alegre y provechoso. Sin críticas, sin enfados, no es momento de resolver un conflicto. Es un tiempo para estar juntos y ser positivos, aunque no se haya logrado un día perfecto, están con la familia.
Teniendo en cuenta que los niños imitan a los mayores, hay que aprovechar las horas de la comida para enseñarles hábitos positivos, como por ejemplo, comportarse en la mesa, escuchar a los demás, expresar abiertamente sus sentimientos y desarrollar habilidades sociales y de comunicación en la práctica del lenguaje.
Las conversaciones que surgen en torno a la mesa son un motivo para mejorar el vocabulario, al estar expresando palabras o frases poco habituales y, además, para aprender a dirigirse y a desenvolverse frente a otras personas, fortaleciendo su enriquecimiento personal.
Se ha observado que los niños que realizan con frecuencia comidas familiares, obtienen un mejor rendimiento escolar, reducen los comportamientos inadecuados y agresivos y son en general, mas respetuosos.
Se realizó un estudio en el Journal of the American Dietetic Association, que establecía los efectos positivos de comer en familia durante la adolescencia. En primer lugar las estadísticas demostraron que los adolescentes que comían a menudo con su familia, son menos propensos a caer en las drogas, a tener depresión o a sufrir problemas de alimentación.
Finalmente, el estudio concluyó que existía una relación directa entre el número de comidas familiares de un adolescente y la calidad de su alimentación cuando adulto. Comer juntos nos hace más inteligentes, fuertes y felices.
Es recomendable, para propiciar la comunicación en la comida, abstenerse de distracciones como el teléfono, la televisión, o la radio.
Comer en familia debería ser una práctica cotidiana, aunque en estas últimas décadas por la vida acelerada y largas jornadas de trabajo de los padres, ha venido disminuyendo. Este artículo es una reflexión de la importancia de reunirse con la familia para compartir el pan y disfrutar de un momento agradable y enriquecedor.
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