Juan Roberto Cervantes Vazquez
Estudiante de la Maestría en Psicoterapia Gestalt Adultos
CEsIGue, Xalapa, Veracruz
La normalidad es una idea con la que constantemente nos topamos dentro del consultorio psicoterapéutico; generalmente el paciente acude (y otras veces lo obligan a acudir) con el fin de retomar su vida normal, desea llegar a ser normal, recuperar su normalidad o, cuando menos, que se le encamine sobre una línea conductual socialmente aceptada; en este sentido el psicoterapeuta es visto, comúnmente, como un especialista de la normalidad, como un sacerdote que sesión a sesión exorciza los demonios de la anormalidad de la persona, que la hace sentir y pensar de manera correcta y centrada; la normalidad se vuelve entonces en un modelo donde la persona basa su vida, conducta, pensamientos y sentimientos.
Cotidianamente nos encontramos con frases como “eso no es normal”, “es normal que sientas eso”, “esperemos que todo vuelva a la normalidad” y esto, a muchos, les lleva a preguntarse ¿qué es lo normal? O más allá aún ¿quién dice lo qué es normal? Cabe mencionar que este término es subjetivo y su definición depende del contexto donde se encuentre la persona, es decir, hay que tomar en cuenta las circunstancias sociales, económicas, políticas y familiares donde esté insertado el individuo, aun así faltaría tomar en cuenta un elemento para poder definir la normalidad, este es el propio individuo; si bien es cierto que la persona se ve influenciada por su entorno, también es cierto que esta tiene una forma de asimilar el mundo, de tal manera que el entorno no moldea del todo a la persona y su percepción depende de las experiencias o factores que se hayan presentado durante su crecimiento y formación.
En términos gestálticos, la forma en la que se asimilen estas experiencias y factores marcan la manera en la que introyectamos ciertos aspectos del mundo; cuando estos introyectos aterrizan de forma negativa en la persona esta aprende a ver de forma dolorosa un determinado aspecto de la vida, esto se puede representar en un “simple” “las niñas no se enojan”, “los hombres no lloran” hasta en un “no mereces” o un “no eres capaz”. En cierto sentido esta es parte de la base de los padecimientos neuróticos, del sufrimiento o tensiones internas que puede vivir una persona; esto se vuelve patológico cuando impide a la persona hacer contacto con el mundo, es el enfrentamiento entre la normalidad (o lo correcto) contra el deseo, de tal manera que el individuo no logra movilizar su energía hacia lo deseado, se frena o se moviliza de forma “torpe” con un auto-sabotaje inconsciente ejerciendo y fortaleciendo su introyecto negativo.
Esta forma de comportamiento puede ser catalogada como normal en una persona, pero al mismo tiempo causa una tensión que lleva al individuo al sufrimiento de una situación específica; durante el crecimiento de una persona la visión sobre esta situación pudo ser enseñada y/o aprendida de manera intencional en pro de un beneficio para la persona, o en favor de continuar un patrón familiar o sociocultural que no ha llegado a ser cuestionada y sólo se acepta; en este sentido se puede afirmar que la normalidad puede crear en la persona una patología neurótica o incubar una anormalidad que necesite ser atendida por un especialista.
Lo anterior puede llevar a preguntarnos ¿qué es lo qué hace en realidad un psicoterapeuta?, ¿reinserta al individuo a la normalidad (lo “rehabilita”)? O ¿le ayuda a encontrar su propio yo auténtico? Para responder esto me es necesario tomar el concepto de salud; mientras la idea de normalidad aparece con cierto sesgo oscuro para iniciar un proceso terapéutico, el de salud aparece como un referente más concreto para el especialista. Si tomamos la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) esta es “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de infecciones o enfermedades ligeras, fuertes o graves” (Organización Mundial de la Salud, 2007); con esto podemos observar que la neurosis puede llegar a ser considerada una patología en la medida que altera los campos mental, físico y relacional del individuo además del emocional.
Bajo este precepto podemos decir que la labor psicoterapéutica se debe enfocar a la salud, a la estabilidad de la persona y no al concepto familiar o sociocultural de normalidad que, en parte, puede ser el causante del malestar neurótico. La problemática neurótica puede entonces dar pie al descubrimiento de nuevas formas de vivenciar el mundo, así como a maneras (desconocidas o menospreciadas) de usar las habilidades de contacto; la circunstancia, el dolor y sufrimiento de la persona dan pie para que, dentro del proceso terapéutico, se comience a ver la vida como un continuo metaestable, es decir, comprender el estado dinámico de la existencia y tener la capacidad de adaptarse a los cambios que se plantean.
Los cambios no sólo se plantean del exterior hacia el individuo, sino también de esta hacia el exterior; inevitablemente hay un impacto del cambio en la persona y la metaestabilidad consiste en la capacidad para adaptarse a estos cambios con respuestas que vienen desde ella misma, es decir, capta y se ajusta desde su circunstancia al cambio; el proceso terapéutico se aleja así del concepto rígido (sociocultural y familiar) de lo que es normal ya que, aceptarlo, sería negar la posibilidad de variantes en la vida misma y la necesidad de adaptarnos a ellas, así mismo se negaría la posibilidad de renovación y reformulación del ser humano. El proceso terapéutico es entonces un medio que encausa la energía frenada del paciente hacia lo que a él le parece mejor, al terreno donde puede dar respuesta y a donde su toma de decisiones no está tensionada; existe una reconciliación entre la responsabilidad y el deseo encontrando formas más libres del ser y, por ende, un self sin interrupciones significativas debido a que se fomenta, en la persona, un auto-conocimiento y auto-aceptación.
Como se puede leer la labor de la terapia no es propiamente la de normalizar ni rehabilitar a las personas, sino la de brindarles un apoyo para que estabilicen, de acuerdo a su propia circunstancia y recursos, su situación dejando de lado la exigencia y partiendo desde su propio yo.
Bibliografía
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Guinsberg, E. 1996. Normalidad, conflicto psíquico, control social. Sociedad, salud y enfermedad mental. México: Plaza y Valdés.
Organización Mundial de la Salud. (Octubre de 2007). La salud de los pueblos indígenas. Recuperado el 25 de Mayo de 2011, de Organización Mundial de la Salud: www.who.inf/mediacentre/feetsheets/fs326/es/
Shub, N. 2010. La psicoterapia Guestalt en el tratamiento de neurosis: el self en guerra contra el self. Xalapa: Centro de Estudios e Investigaciones Guestálticos.
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