Después de lo ya dicho, nadie podría suponer que el Zen y el misticismo no son sino formas de autohipnosis. La persona en trance hipnótico no necesariamente entra en dilatados períodos alfa. Sus ritmos cerebrales son más o menos como los de cualquier persona en vigilia o trabajando. Tampoco se puede decir que el Zen es solamente una forma de sueño liviano. Es obvio que el practicante de Zen, como cualquier meditante, podrá dormitar de tiempo en tiempo; pero, si lo hace, habrá un cambio en el EEG. Otra conclusión interesante es la que se puede hacer entre la consciencia Zen y la consciencia Yoga. Para el observador superficial, estas dos prácticas son exactamente lo mismo. Ambas son silenciosas, supraconceptuales, unificadas, sin imágenes, sin palabras, más allá del pensamiento. Además, en ambas el meditante produce ritmos de alta amplitud alfa. Pero allí termina el parecido. Los experimentos con EEG han mostrado que, al producir un ruido el meditante Zen lo oye, si se hace destellar...