Así el Dr. Kamiya concluye en que la gente que medita entra fácilmente en alfa y que lo inverso es también verdad. Los alfa productores se inclinan hacia la meditación y la vida contemplativa. Esta tesis es confirmada por experimentos sobre Zen hechos en la Universidad de Tokio y sobre Meditación Transcendental en Harvard. En ambos casos se encontró que los meditantes se movían rápidamente hacia alfa y los meditantes experimentados, hacia alta amplitud alfa, mostrando así que la frecuencia de los ritmos baja a medida que se profundiza la meditación. Otro punto interesante es la forma para suprimir las ondas alfa, lo que técnicamente se conoce como «bloqueo alfa». He aquí nuevamente al Dr. Kamiya:
“A menudo escucharía que la respuesta al problema de como suprimir las ondas alfa es la imaginería visual. Todo lo que tendría que hacerse es visualizar la imagen del rostro de una persona, sostenerla y mirarla muy cuidadosamente, como si realmente se estuviera examinando los rasgos de ese rostro.”
De esto se desprende claramente que la atención enfocada bloquea alfa, y también se produce bloqueo por cualquier clase de agitación o excitación.
Mientras estuve en los EEUU., tuve la oportunidad de visitar el Instituto Langley Porter para ver el equipo y conocer algunas interesantes personas. Cuando los investigadores bondadosamente me hablaron de sus pruebas con roshis y swamis y con varios gurúes de Oriente, yo, en un destello de chauvinismo irlandés, pregunté por qué no habían examinado algunos monjes cristianos. Ellos replicaron que sí lo habían hecho. Examinaron algunos clérigos católicos. Pero, mientras que los yoguis y maestros se sentaron silenciosamente en majestuoso esplendor registrando exquisitas e impecables ondas alfa, los clérigos leyeron la Biblia, cantaron himnos, vagabundearon por la habitación y alteraron el funcionamiento de las máquinas. Al escuchar esto, me sentí avergonzado por la Santa Iglesia Romana. Sin embargo, pensé que ellos habían escogido a la gente equivocada, y sugerí que experimentaran con monjes Cistercienses o Cartujos, quienes tienen una larga tradición de meditación silenciosa y sin imágenes.
Poco después, tuve ocasión de visitar un convento en California del Norte, donde hombres y mujeres contemplativos se reunieron para algunos días de silencio e introspección. Así que hice uso de la oportunidad para invitar a un investigador con una máquina portátil de bio-retroalimentación a fin de que experimentara un poco con la contemplación cristiana. Los contemplativos fueron muy cooperadores en dejarse conectar alambres, y, como yo esperaba, todas las personas examinadas produjeron alta amplitud alfa. Esto fue más alentador y, aunque esta experimentación pudo no haber sido efectuada con el rigor científico del laboratorio, parecía confirmar lo que el Dr. Kamiya había intuido: no sólo el Zen y el Yoga, sino que cualquier forma de contemplación, pone en juego las ondas cerebrales de más baja frecuencia.
Se puede entender entonces por qué los viejos maestros espirituales desalentaban la conceptualización y el pensamiento discursivo en el momento de la contemplación. Lo que ellos desalentaban era la atención enfocada o la visualización superficial que caracteriza al pensamiento conceptual. Esto, como lo ha demostrado el Dr. Kamiya, bloquea las ondas alfa y conduce a las ondas beta, destruyendo las condiciones más favorables para la experiencia contemplativa. Puesto en términos científicos, lo que los maestros espirituales querían era llevar a sus discípulos a un estado alfa y mantenerlos allí, dándose cuenta intuitivamente del valor de este condicionamiento neurológico.
Pero quisiera hacer notar que, mientras que toda contemplación es probablemente alfa, no toda alfa es contemplación. Esto es importante. La contemplación es mucho más que un determinado tipo de onda cerebral, en ella hay una completa área de motivación, de fe, de gracia, y todo aquello que transciende la experimentación científica para entrar en la nube de lo desconocido. Volveré sobre esta dimensión misteriosa más adelante, ahora quisiera hacer algunas reflexiones sobre los experimentos efectuados en Tokio.
Tokio es un buen lugar para el estudio psicofisiológico de la meditación, puesto que allí se tiene equipo adecuado, científicos capaces y cooperadores maestros Zen.
Los principales experimentos fueron efectuados con practicantes de Zen, algunos con décadas de experiencia, otros con poca experiencia y algunos que practicaban por primera vez. Se les conectaron electrodos sobre las áreas frontal, parietal y occipital del cráneo. También se les examinó el pulso, la respiración, la relajación muscular y la resistencia eléctrica superficial de la piel, pero no necesitamos detenernos en eso.
Los resultados mostraron que en aquellos sin experiencia Zen, se registraron ondas beta con estallidos de alfa cuando los ojos estaban cerrados. En cambio, los maestros Zen entraron en alfa casi inmediatamente, inclusive aunque sus ojos estuvieran abiertos. Estas ondas alfa comenzaron en la zona frontal, desplazándose luego a las áreas parietal y occipital del cerebro, disminuyendo su frecuencia y aumentando su amplitud a medida que la meditación progresaba. En algunos casos se transformaron en rítmicas series theta. Después de la meditación, las ondas alfa continuaron por algún tiempo.
Además se observó que aquellos discípulos elegidos por el maestro como más adelantados concordaron más ajustadamente con este patrón. Había una clara correlación entre el gráfico del EEG y los años ocupados en zazen, lo que parece confirmar la correlación entre las ondas cerebrales y los estados psicológicos internos. Todos estuvieron de acuerdo en que uno de los más interesantes aspectos del experimento fue la aparición de largas series de ondas theta después de treinta o cuarenta minutos de meditación en los más adelantados. Esto parece ser un fenómeno cuyo exacto significado aun no es totalmente comprendido.
Un segundo experimento fue el llamado “experimento del click” por el Dr. Hirai. El EEG muestra que si una persona en alfa escucha un click o un ruido, el sobresalto causará bloqueo alfa y lo llevará de vuelta a beta. Pero si el click es repetido constantemente, la persona se acostumbrará y simplemente dejará de reaccionar. De acuerdo a esto, se podría esperar que los adelantados en zen estuvieran tan absortos en su práctica como para no escuchar el click en absoluto, o que se acostumbrarían a él inmediatamente. Pero la verdad es todo lo contrario. El practicante adelantado jamás se habitúa. El EEG muestra que su reacción al click es exactamente la misma cada vez que lo escucha. El extremadamente breve bloqueo alfa permanece por una fracción de segundo cada vez. Esto dice algo importante acerca de la consciencia Zen: muestra que el maestro siempre oye y ve con la misma frescura como si estuviera oyendo y viendo por primera vez. Para mí esto es hermoso y fascinante. Tenemos aquí una consciencia como la del niño, una consciencia llena de maravillas y que nunca pierde su asombro por la belleza del amanecer o por la caída de la flor de durazno.
Otro interesante experimento del Dr. Hirai es el que denomina “llamar por nombre”. Cuando el sujeto conectado al EEG entra en meditación Zen, el Dr. Hirai, o uno de sus colegas, pronuncia un nombre y observa las repercusiones en el EEG. En total tiene 131 nombres: el propio nombre del maestro, de su esposa e hijos, los nombres de Nixon, Cleopatra, Stalin, famosas estrellas de cine japonesas, personalidades de la TV, etc. La persona inexperta en Zen reaccionará de manera muy diferente según el nombre que escuche. El nombre de su esposa o seres queridos puede causar considerables vibraciones del EEG, mientras que los nombres de personajes pueden despertar una reacción muy pequeña. Pero en el caso de los experimentados e iluminados maestros Zen la reacción a cada nombre es exactamente la misma. Cualquiera que sea el nombre causa un infinitesimal bloqueo, seguido por el regreso a un profundo alfa. De esto el Dr. Hirai deduce que el maestro Zen no reacciona en absoluto con el contenido de la palabra escuchada, sino solamente con el sonido que choca en sus oídos.
Cuando conté esto a algunos de mis amigos, ellos expresaron cierto grado de desencanto: ¡Qué frío e insensible! Después de todo, dijeron, un hombre de carne y hueso debería reaccionar de forma diferente ante su esposa que frente a Stalin o Cleopatra. ¿Es este hombre capaz de amar o es indiferente al afecto humano? No obstante, yo creo que no es un asunto tan simple. No se trata que el maestro Zen no ame a nadie, sino más bien que no está apegado a nadie ni a nada. Está en un profundo estado de desapego a intereses personales, un estado de contemplación pura que no sólo es compatible sino necesario para el más elevado amor. En el trabajo contemplativo en sí, él no distingue entre amigo y enemigo, hermano y extraño. No quiero decir que vaya a cesar de sentir un afecto espontáneo hacia aquellos pocos que están especialmente cerca de él. Por supuesto que sí y con frecuencia también. Esto es perfectamente natural y legítimo. El punto que trato de establecer es que durante la contemplación todos son igualmente queridos para él, puesto que es Dios únicamente quien lo incita a amar. Ama a todos los hombres definida y desapegadamente en Dios, y los ama como se ama a sí mismo.
Continuará
“A menudo escucharía que la respuesta al problema de como suprimir las ondas alfa es la imaginería visual. Todo lo que tendría que hacerse es visualizar la imagen del rostro de una persona, sostenerla y mirarla muy cuidadosamente, como si realmente se estuviera examinando los rasgos de ese rostro.”
De esto se desprende claramente que la atención enfocada bloquea alfa, y también se produce bloqueo por cualquier clase de agitación o excitación.
Mientras estuve en los EEUU., tuve la oportunidad de visitar el Instituto Langley Porter para ver el equipo y conocer algunas interesantes personas. Cuando los investigadores bondadosamente me hablaron de sus pruebas con roshis y swamis y con varios gurúes de Oriente, yo, en un destello de chauvinismo irlandés, pregunté por qué no habían examinado algunos monjes cristianos. Ellos replicaron que sí lo habían hecho. Examinaron algunos clérigos católicos. Pero, mientras que los yoguis y maestros se sentaron silenciosamente en majestuoso esplendor registrando exquisitas e impecables ondas alfa, los clérigos leyeron la Biblia, cantaron himnos, vagabundearon por la habitación y alteraron el funcionamiento de las máquinas. Al escuchar esto, me sentí avergonzado por la Santa Iglesia Romana. Sin embargo, pensé que ellos habían escogido a la gente equivocada, y sugerí que experimentaran con monjes Cistercienses o Cartujos, quienes tienen una larga tradición de meditación silenciosa y sin imágenes.
Poco después, tuve ocasión de visitar un convento en California del Norte, donde hombres y mujeres contemplativos se reunieron para algunos días de silencio e introspección. Así que hice uso de la oportunidad para invitar a un investigador con una máquina portátil de bio-retroalimentación a fin de que experimentara un poco con la contemplación cristiana. Los contemplativos fueron muy cooperadores en dejarse conectar alambres, y, como yo esperaba, todas las personas examinadas produjeron alta amplitud alfa. Esto fue más alentador y, aunque esta experimentación pudo no haber sido efectuada con el rigor científico del laboratorio, parecía confirmar lo que el Dr. Kamiya había intuido: no sólo el Zen y el Yoga, sino que cualquier forma de contemplación, pone en juego las ondas cerebrales de más baja frecuencia.
Se puede entender entonces por qué los viejos maestros espirituales desalentaban la conceptualización y el pensamiento discursivo en el momento de la contemplación. Lo que ellos desalentaban era la atención enfocada o la visualización superficial que caracteriza al pensamiento conceptual. Esto, como lo ha demostrado el Dr. Kamiya, bloquea las ondas alfa y conduce a las ondas beta, destruyendo las condiciones más favorables para la experiencia contemplativa. Puesto en términos científicos, lo que los maestros espirituales querían era llevar a sus discípulos a un estado alfa y mantenerlos allí, dándose cuenta intuitivamente del valor de este condicionamiento neurológico.
Pero quisiera hacer notar que, mientras que toda contemplación es probablemente alfa, no toda alfa es contemplación. Esto es importante. La contemplación es mucho más que un determinado tipo de onda cerebral, en ella hay una completa área de motivación, de fe, de gracia, y todo aquello que transciende la experimentación científica para entrar en la nube de lo desconocido. Volveré sobre esta dimensión misteriosa más adelante, ahora quisiera hacer algunas reflexiones sobre los experimentos efectuados en Tokio.
Tokio es un buen lugar para el estudio psicofisiológico de la meditación, puesto que allí se tiene equipo adecuado, científicos capaces y cooperadores maestros Zen.
Los principales experimentos fueron efectuados con practicantes de Zen, algunos con décadas de experiencia, otros con poca experiencia y algunos que practicaban por primera vez. Se les conectaron electrodos sobre las áreas frontal, parietal y occipital del cráneo. También se les examinó el pulso, la respiración, la relajación muscular y la resistencia eléctrica superficial de la piel, pero no necesitamos detenernos en eso.
Los resultados mostraron que en aquellos sin experiencia Zen, se registraron ondas beta con estallidos de alfa cuando los ojos estaban cerrados. En cambio, los maestros Zen entraron en alfa casi inmediatamente, inclusive aunque sus ojos estuvieran abiertos. Estas ondas alfa comenzaron en la zona frontal, desplazándose luego a las áreas parietal y occipital del cerebro, disminuyendo su frecuencia y aumentando su amplitud a medida que la meditación progresaba. En algunos casos se transformaron en rítmicas series theta. Después de la meditación, las ondas alfa continuaron por algún tiempo.
Además se observó que aquellos discípulos elegidos por el maestro como más adelantados concordaron más ajustadamente con este patrón. Había una clara correlación entre el gráfico del EEG y los años ocupados en zazen, lo que parece confirmar la correlación entre las ondas cerebrales y los estados psicológicos internos. Todos estuvieron de acuerdo en que uno de los más interesantes aspectos del experimento fue la aparición de largas series de ondas theta después de treinta o cuarenta minutos de meditación en los más adelantados. Esto parece ser un fenómeno cuyo exacto significado aun no es totalmente comprendido.
Un segundo experimento fue el llamado “experimento del click” por el Dr. Hirai. El EEG muestra que si una persona en alfa escucha un click o un ruido, el sobresalto causará bloqueo alfa y lo llevará de vuelta a beta. Pero si el click es repetido constantemente, la persona se acostumbrará y simplemente dejará de reaccionar. De acuerdo a esto, se podría esperar que los adelantados en zen estuvieran tan absortos en su práctica como para no escuchar el click en absoluto, o que se acostumbrarían a él inmediatamente. Pero la verdad es todo lo contrario. El practicante adelantado jamás se habitúa. El EEG muestra que su reacción al click es exactamente la misma cada vez que lo escucha. El extremadamente breve bloqueo alfa permanece por una fracción de segundo cada vez. Esto dice algo importante acerca de la consciencia Zen: muestra que el maestro siempre oye y ve con la misma frescura como si estuviera oyendo y viendo por primera vez. Para mí esto es hermoso y fascinante. Tenemos aquí una consciencia como la del niño, una consciencia llena de maravillas y que nunca pierde su asombro por la belleza del amanecer o por la caída de la flor de durazno.
Otro interesante experimento del Dr. Hirai es el que denomina “llamar por nombre”. Cuando el sujeto conectado al EEG entra en meditación Zen, el Dr. Hirai, o uno de sus colegas, pronuncia un nombre y observa las repercusiones en el EEG. En total tiene 131 nombres: el propio nombre del maestro, de su esposa e hijos, los nombres de Nixon, Cleopatra, Stalin, famosas estrellas de cine japonesas, personalidades de la TV, etc. La persona inexperta en Zen reaccionará de manera muy diferente según el nombre que escuche. El nombre de su esposa o seres queridos puede causar considerables vibraciones del EEG, mientras que los nombres de personajes pueden despertar una reacción muy pequeña. Pero en el caso de los experimentados e iluminados maestros Zen la reacción a cada nombre es exactamente la misma. Cualquiera que sea el nombre causa un infinitesimal bloqueo, seguido por el regreso a un profundo alfa. De esto el Dr. Hirai deduce que el maestro Zen no reacciona en absoluto con el contenido de la palabra escuchada, sino solamente con el sonido que choca en sus oídos.
Cuando conté esto a algunos de mis amigos, ellos expresaron cierto grado de desencanto: ¡Qué frío e insensible! Después de todo, dijeron, un hombre de carne y hueso debería reaccionar de forma diferente ante su esposa que frente a Stalin o Cleopatra. ¿Es este hombre capaz de amar o es indiferente al afecto humano? No obstante, yo creo que no es un asunto tan simple. No se trata que el maestro Zen no ame a nadie, sino más bien que no está apegado a nadie ni a nada. Está en un profundo estado de desapego a intereses personales, un estado de contemplación pura que no sólo es compatible sino necesario para el más elevado amor. En el trabajo contemplativo en sí, él no distingue entre amigo y enemigo, hermano y extraño. No quiero decir que vaya a cesar de sentir un afecto espontáneo hacia aquellos pocos que están especialmente cerca de él. Por supuesto que sí y con frecuencia también. Esto es perfectamente natural y legítimo. El punto que trato de establecer es que durante la contemplación todos son igualmente queridos para él, puesto que es Dios únicamente quien lo incita a amar. Ama a todos los hombres definida y desapegadamente en Dios, y los ama como se ama a sí mismo.
Continuará
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