Psic. Lourdes Arriaga
Recién egresada de la Maestría en Psicoterapia Gestalt
CESIGUE, Xalapa, Ver.
Mi experiencia al realizar mi tesis de Maestría en Psicoterapia Gestalt, ha sido un agradable recorrido entre la teoría vista a lo largo de las clases y la confirmación de ésta en la práctica.
Mi investigación parte de una curiosidad personal alrededor de los aspectos de crecimiento y evolución del self de una madre cuando tiene hijos adolescentes. Siendo yo madre de dos adolescentes y un joven en pubertad, he sentido el crecimiento y expansión de mi self y he experimentado cambios sustanciales que movieron mi estructura hacia lugares obscuros y desconocidos, donde se pueden encontrar varias cosas menos estabilidad, esa anhelada estabilidad que da calma y paz pero que no incita ni promueve el crecimiento personal. Así como también me he movido hacia la alegría, la aceptación, la plenitud que se encuentran en el otro extremo de la experiencia.
En mi persona he sentido cómo las expectativas socio-culturales que vuelan sobre el ambiente en introyectos no verbalizados, le exigen a toda madre, a mí, cumplir con ciertos lineamientos que aprueban o desaprueban mi labor como tal; así como también he sentido en numerosas ocasiones el desconcierto de no saber si lo que hago y cómo lo hago es lo “correcto”.
Al mismo tiempo, soy una mujer que está en proceso de evolución continua y constante, con un Sistema Introyección-Proyección que determina mucho de mi comportamiento y que desata cualquier cantidad de resistencias que, lejos de promover un movimiento energético saludable, lo que se genera es un deterioro en el mejor de los casos o una ruptura del contacto con los seres que más amo sobre la Tierra.
Mi Adolescente llegó sin Instructivo, es el título que tiene mi investigación y que, a mi parecer, no podía ser más adecuado para la sensación de educar y hacer crecer personas a partir de mí como madre. La adolescencia de mis hijos ha sido para mí como subirme a una tabla de surf sin ser experta en surfeo, e intentar ir por encima de las olas sin ser devorada por la fuerza que tienen.
Al entrevistar a las madres que participaron conmigo en este trabajo, me di cuenta de que se sienten igual que yo, todas ponen en marcha sus resistencias aprendidas y acostumbradas, con la particularidad de que todas sirven para intentar mantener esa estabilidad imposible de lograr frente a tantos cambios y exigencias de adaptación y estas resistencias “atropellan” al otro, al hijo.
El presente trabajo de investigación arrojó las siguientes categorías en el contacto, (lo que me dediqué a buscar entre madres que asisten a terapia y madres que no lo hacen); y fueron especialmente reveladoras para una servidora, ya que lo que encontré fue como abrir una enorme caja de regalo a partir de la experiencia de estas madres de adolescentes… lo que obtuve fue toda una sorpresa:
Los tipos de contacto entre las madres y sus hijos adolescentes fluctúan en el continuo que tiene en un extremo el Respeto y en el otro el No Respeto.
El contacto se movió de abierto a la confianza hacia desconfianza o basado en el control. De aceptación hacia no aceptación. De cercano a lejano. De amoroso y cálido a frío. De tener fronteras establecido a sin fronteras o fronteras ambiguas.
¿No te parece, querido lector que estas categorías abarcan lo que significa el precepto humanista de “aceptación incondicional hacia el otro?. Me imagino a los jóvenes adolescentes en búsqueda de su identidad, por un lado, pero teniendo la parte infantil que requiere de mucho amor y cuidado, por otro; que dicho sea de paso, no es nada que cualquier adulto requiera. Y a las madres sin saber que la receta para aproximarse a ellos es el amor incondicional.
Personalmente me dejó mucho para la reflexión, ¿qué nos pasa a los seres humanos que no respetamos ni a nuestros propios hijos?, y lo peor, no es por no querer respetarlos deliberadamente ¡es por autoprotección! ¿Será que hay un miedo a la vida y sus oleajes, y antes que enfrentarlo es preferible dañar al otro, aunque sea el hijo, por mantener el status quo personal y la aparente seguridad que se gana con ello?, me hace pensar en un miedo a vivir.
Todas las madres atraviesan por el mismo camino que tiene comienzo con la pubertad y finaliza al permitir que los hijos ejerzan su adultez con plenitud, la diferencia entre unas y otras es que las madres en terapia deciden ir en autopista y las madres sin terapia… van por la federal.
Hoy más que nunca me siento agradecida con la Vida por estar en el lugar correcto y en el momento correcto, fue un honor hacer una investigación de corte Gestalt.
Recién egresada de la Maestría en Psicoterapia Gestalt
CESIGUE, Xalapa, Ver.
Mi experiencia al realizar mi tesis de Maestría en Psicoterapia Gestalt, ha sido un agradable recorrido entre la teoría vista a lo largo de las clases y la confirmación de ésta en la práctica.
Mi investigación parte de una curiosidad personal alrededor de los aspectos de crecimiento y evolución del self de una madre cuando tiene hijos adolescentes. Siendo yo madre de dos adolescentes y un joven en pubertad, he sentido el crecimiento y expansión de mi self y he experimentado cambios sustanciales que movieron mi estructura hacia lugares obscuros y desconocidos, donde se pueden encontrar varias cosas menos estabilidad, esa anhelada estabilidad que da calma y paz pero que no incita ni promueve el crecimiento personal. Así como también me he movido hacia la alegría, la aceptación, la plenitud que se encuentran en el otro extremo de la experiencia.
En mi persona he sentido cómo las expectativas socio-culturales que vuelan sobre el ambiente en introyectos no verbalizados, le exigen a toda madre, a mí, cumplir con ciertos lineamientos que aprueban o desaprueban mi labor como tal; así como también he sentido en numerosas ocasiones el desconcierto de no saber si lo que hago y cómo lo hago es lo “correcto”.
Al mismo tiempo, soy una mujer que está en proceso de evolución continua y constante, con un Sistema Introyección-Proyección que determina mucho de mi comportamiento y que desata cualquier cantidad de resistencias que, lejos de promover un movimiento energético saludable, lo que se genera es un deterioro en el mejor de los casos o una ruptura del contacto con los seres que más amo sobre la Tierra.
Mi Adolescente llegó sin Instructivo, es el título que tiene mi investigación y que, a mi parecer, no podía ser más adecuado para la sensación de educar y hacer crecer personas a partir de mí como madre. La adolescencia de mis hijos ha sido para mí como subirme a una tabla de surf sin ser experta en surfeo, e intentar ir por encima de las olas sin ser devorada por la fuerza que tienen.
Al entrevistar a las madres que participaron conmigo en este trabajo, me di cuenta de que se sienten igual que yo, todas ponen en marcha sus resistencias aprendidas y acostumbradas, con la particularidad de que todas sirven para intentar mantener esa estabilidad imposible de lograr frente a tantos cambios y exigencias de adaptación y estas resistencias “atropellan” al otro, al hijo.
El presente trabajo de investigación arrojó las siguientes categorías en el contacto, (lo que me dediqué a buscar entre madres que asisten a terapia y madres que no lo hacen); y fueron especialmente reveladoras para una servidora, ya que lo que encontré fue como abrir una enorme caja de regalo a partir de la experiencia de estas madres de adolescentes… lo que obtuve fue toda una sorpresa:
Los tipos de contacto entre las madres y sus hijos adolescentes fluctúan en el continuo que tiene en un extremo el Respeto y en el otro el No Respeto.
El contacto se movió de abierto a la confianza hacia desconfianza o basado en el control. De aceptación hacia no aceptación. De cercano a lejano. De amoroso y cálido a frío. De tener fronteras establecido a sin fronteras o fronteras ambiguas.
¿No te parece, querido lector que estas categorías abarcan lo que significa el precepto humanista de “aceptación incondicional hacia el otro?. Me imagino a los jóvenes adolescentes en búsqueda de su identidad, por un lado, pero teniendo la parte infantil que requiere de mucho amor y cuidado, por otro; que dicho sea de paso, no es nada que cualquier adulto requiera. Y a las madres sin saber que la receta para aproximarse a ellos es el amor incondicional.
Personalmente me dejó mucho para la reflexión, ¿qué nos pasa a los seres humanos que no respetamos ni a nuestros propios hijos?, y lo peor, no es por no querer respetarlos deliberadamente ¡es por autoprotección! ¿Será que hay un miedo a la vida y sus oleajes, y antes que enfrentarlo es preferible dañar al otro, aunque sea el hijo, por mantener el status quo personal y la aparente seguridad que se gana con ello?, me hace pensar en un miedo a vivir.
Todas las madres atraviesan por el mismo camino que tiene comienzo con la pubertad y finaliza al permitir que los hijos ejerzan su adultez con plenitud, la diferencia entre unas y otras es que las madres en terapia deciden ir en autopista y las madres sin terapia… van por la federal.
Hoy más que nunca me siento agradecida con la Vida por estar en el lugar correcto y en el momento correcto, fue un honor hacer una investigación de corte Gestalt.
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