
Estudiante de 2° semestre
Maestría en Psicoterapia Gestalt
CESIGUE, Xalapa, Veracruz
Inicié la clase colocando 3 cojines en un determinado sitio del salón, después con música de fondo de tambores, caminamos a paso lento por el salón, después más aprisa y finalmente corriendo. Enseguida me acosté en el piso, tratando de tomar conciencia de mi cuerpo, me dolía la cabeza como desde hace 2 meses, y me sentía contracturado de mi hombro derecho; pero traté de dejar fluir la situación, me agradó el contacto con el piso, sentir como mi cuerpo se iba conformando a la superficie dura, rectificando mi columna, al mismo tiempo que sentía como si estuviera poniendo en orden mis cosas interiormente, frenando mi prisa, reparando en que también tengo cuerpo.
Siguió el ejercicio del “taburete energético”, música de tambores, indicaciones de Leny, yo sentía que la hiperextensión de mi cabeza colgante me dificultaba la respiración a nivel de tráquea, me dolía mi nuca, me voy a lastimar me decía, lucha interna, resistencia, suéltate, ahí está un cinturón, trabájalo, entrégate, la boca se secó, dificultando más la respiración, respira profundo, siente tu respiración.
Cuando moví los ojos hacia todos los lados, con la apertura máxima de boca, muecas, empezó el alucine, me daba la impresión de estar girando, me sentía pequeño no de edad, de tamaño, veía a Leny como un gigante, con sus piezotes, cuando extendí los brazos hacia arriba me sentí siendo observado por una cara conocida, era mi amigo Marco Antonio, de los mejores amigos de la Prepa, muerto en accidente automovilístico en el 90, sonriéndome con su cara de niño bueno, pero yo quería alcanzar a mi madre, también muerta en el 2000, quería extender mis brazos hasta el cielo y alcanzarla, abrazarla, me sentí niño nuevamente, desprotegido, con deseo de recibir ternura, caricias, con mucho dolor y un profundo deseo de llorar , que no pude contener, escurriéndoseme alguna lágrimas, todo esto me trajo a mente la descripción que hace Fadiman (2002 del pasaje del libro de Orson Bean “ El orgón y yo” cuando realiza éste mismo ejercicio bajo la dirección del Dr. Baker.
Conforme fue avanzando el ejercicio, mi cuerpo se fue energetizando y desde lo mas profundo de mi primitivo ser emití gritos de dolor, de queja que había reprimido a lo largo de mi vida (represor por excelencia, personalidad 9 del Eneagrama) afortunadamente los gritos de ira si los había logrado expresar, desgraciadamente a destiempo, pero por lo menos no los había reprimido. Cuando comencé a golpear con manos y plantas de los pies el piso, fueron deslizándose como en película rápida, imágenes en donde me ví conteniéndome, ahogando mi dolor y mi ira y golpeé una y otra vez, y nuevamente lloré, y sentí como mi cuerpo se fue suavizando, relajando, volviéndose ligero, y una sensación de cansancio placentero y paz empezó a invadir todo mi cuerpo y mi mente. ¡¡ Qué experiencia tan bienhechora ¡!
BIBLIOGRAFÍA
Fadiman, J. ( 2002 ) Teorías de la personalidad. México. Editorial Oxford
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