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Salvando el mundo


Yo soy terapeuta por la misma razón que algunas personas son médicos y otras economistas.

Hace tiempo en un autobús me encontré con una persona que había estudiado economía, le dije que yo no podía comprender cómo alguien un día se levanta y decide estudiar algo así. Con la respectiva curiosidad de un estudiante universitario, yo en esos tiempos, quise indagar las razones y me topé con una maravillosa sorpresa, aquella persona que yo percibía infinitamente diferente a mí, con una profesión que suponía completamente distinta, había estudiado aquello por la misma razón que yo elegí aventurarme con el ser humano, su mente y sus afectos.
Generalmente sabemos la respuesta que encontraremos si le preguntamos a alguien por qué estudia medicina, también podemos sospecharlo de los psicólogos, enfermeras y todos esos profesionales que están en contacto directo con las personas y se encargan de su salud y cuidado. Mi gusto, y la posibilidad de expandir mis horizontes, se dio al escuchar la respuesta de una joven economista que daba como motivo de la elección de su profesión el “ayudar a las personas”, ante su contestación me quedé en un vacío absoluto tratando de comprender desde mi ignorancia, cómo es que los economistas pretenden ayudar a las personas. Hoy, con algunos años, varios libros y algo de experiencia, lo comprendo mucho mejor.
Ante la inminente crisis que estamos viviendo, no sólo en los aspectos económicos, sino en todas esas esferas todavía más delicadas de la vida en este mundo y del mundo mismo, cada uno de nosotros, desde donde nos encontramos, podemos atender a la noble causa de hacer nuestra parte en la reconstrucción de un nuevo mundo.
Yo soy terapeuta, porque creo con todo mi ser que las personas somos la materia prima de toda mejora, nosotros, con nuestros pensamientos, nuestros afectos, nuestras formas de ser, hacer y relacionarnos. Soy terapeuta porque confío en que la conciencia del hombre es la llave a un mejor mundo, un mundo en el que se viva desde la responsabilidad de pensarme y sentirme, y que esos principios me permitan estar con el otro encontrando armonía, y hablo del Otro, no sólo seres humanos, sino de todo aquello con lo que nos relacionamos, el mundo entero como nuestro gran Otro.
Soy terapeuta porque siento en todo mi ser que los hombres estamos confundidos, que hemos olvidado lo que es realmente importante y que si lo recordamos podremos arreglar muchas cosas a nuestro alrededor. Tenemos cuerpos olvidados que nos gritan con sus síntomas que algo sucede y nosotros sólo sabemos silenciarnos, tenemos una cultura plena de canciones que hablan de la renuncia a las ilusiones, historias donde sigue existiendo un bueno y un malo, sin pensar que los llamados malos son sólo esas personas con menos recursos para vivir, recursos afectivos, relacionales, psicológicos.
Creo y confío en la bondad del hombre, todo hombre que hace el mal, es porque está pleno de carencias, aquel que puede vivir con tanto dinero que no se lo gastará en una vida, mientras en el mundo hay personas que no tienen ni siquiera lo básico, ese hombre para mí no es más que una distorsión extrema de un ser humano que olvidó lo que importa, quizá porque aquello que realmente necesita lo siente fuera de su alcance. ¿Cómo llegamos a pensar que un pedazo de papel vale más que una manzana o que el abrazo de un ser querido o la sensación del agua en nuestro cuerpo? No sé bien cómo llegamos aquí, lo único que sé es que mi leyenda personal (en palabras de Paulo Cohelo) está relacionada con salvar esa parte del mundo que me corresponde, salvarla desde el don que la vida me ha dado y los aprendizajes adquiridos para mejorar las relaciones de las personas consigo mismas y con los demás, creando una nueva conciencia donde rescatemos el sabor y el disfrute de la vida, porque si de algo estoy convencida es que el ser responsable me da el derecho de aprender y disfrutar.

Mtra. Jessica Déctor
Egresada de Maestría en Psicoterapia Infantil Gestalt
CESIGUE, Xalapa, Veracruz

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