
Libby Webber
Los finales de las relaciones de terapia, como los de todas las relaciones, pueden ser difíciles y dolorosos. Pero también tienen el potencial de ofrecer un gran beneficio terapéutico a los pacientes cuyas experiencias previas han sido traumáticas. Los terapeutas también se pueden beneficiar con un final al trabajo terapéutico bien manejado.
Los principios y los finales tienen mucho en común: son tiempos de transición, incertidumbre y algunas veces de caos. Evocan emociones fuertes: ansiedad, rechazo, curiosidad, emoción, anticipación, miedo, algunas veces, ira y pérdida. Sobre todo, la manera como hayamos experimentado los principios y los finales anteriormente en nuestras vidas tendrá una profunda influencia en la manera como anticipamos y experimentaremos los finales.
En la vida real (a diferencia, esperamos, de la terapia) el final de las relaciones rara vez es sencillo, rara vez es un asunto bien manejado y mutuamente satisfactorio. Siempre que una relación llega a final repentino – por muerte, rompimiento, discusión o lo que sea – hay un gran potencial de que una o ambas partes resulte con un daño emocional. Entre más joven hayas sido cuando experimentaste una separación traumática por primera vez, el potencial para un daño duradero es mayor; si alguno de tus padres murió o desapareció de tu vida repentinamente cuando eras muy joven, cuando apenas empezabas a explorar las fronteras seguras de tu mundo, entonces tus expectativas para finales futuros pueden ser que también tengan los elementos de abandono, pérdida no resuelta, ansiedad, miedo a la intimidad con otra persona, en caso de que también desaparezcan ‘como lo hicieron mi papá/mamá’.
Y no sólo es el fin de las relaciones lo que puede causar agitación. Para la persona cuyo significado total de la vida se encuentra en su carrera, la llegada súbita del despido o de la jubilación puede disparar recuerdos de finales pasados dolorosos, difíciles o no deseados. Quedarse inválido o una enfermedad que cambie la vida también pueden hacer regresar recuerdos de pérdidas traumáticas anteriores.
Los principios y los finales de las relaciones de terapia conllevan el mismo potencial que cualquier otra relación para que estas emociones difíciles salgan a la superficie, y pensar lo contrario es disminuir la profundidad y la intimidad emocional que se pueden lograr en la relación de terapia. Asistir a terapia es, o debería ser, una serie de elecciones para el individuo – una elección para entrar a terapia, una elección a qué tipo de terapia asistir, una elección acerca del terapeuta. Las elecciones culminarán en la decisión para entrar en – empezar – una relación de terapia.
Muchos servicios de terapia, especialmente aquellos que ofrecen terapia gratuita o con un cobro simbólico, ofrecen la terapia por un tiempo limitado – típicamente entre 4 y 12 sesiones. No da mucho tiempo para construir una relación de confianza, y ni qué decir del tiempo para explorar todos los factores que pudieron haber llevado a las dificultades actuales. A pesar de eso, sí se llega a desarrollar un vínculo entre el terapeuta y el paciente. Y luego, se termina. Debido a que los finales son tan potentes y están tan imbuidos con los rastros emocionales de finales anteriores, es importante ponerle atención al final desde el mismo inicio de la terapia. Esto fue algo con lo que realmente luché cuando empecé a ver pacientes – habiendo tenido algunos “finales” difíciles en mi propia vida. Me resultaba difícil introducir el tema de los finales con los pacientes. No quería que sintieran que yo los rechazaba, ni quería que sintieran que se tenían que proteger no entrando muy profundamente en su búsqueda de respuestas porque ‘¿qué sentido tiene si vamos a terminar pronto? Y sin embargo, mi responsabilidad como terapeuta es asegurarme que los pacientes se adentren tanto como sea necesario y después tengan un lugar seguro al cual regresar – un punto de estabilidad relativa – antes de terminar la terapia.
Lo que habilita ese proceso de escarbar profundamente es la creación de un parco para el proceso de terapia, un marco en el que se sepa que hay un final – aunque sea sólo en mi mente, en lugar de la del paciente, desde el inicio de la primera sesión. La imagen que uso para esto me la dio una colega en un servicio de consejería en la que la terapia se limitaba rutinariamente a 4 sesiones. Ella visualizaba el marco como un diamante. Se sostiene sobre un punto para representar el inicio de la terapia, cuando la relación es nueva y poco profunda. Conforme avanzan las sesiones, el diamante se hace más ancho y se exploran asuntos más profundos. El punto medio de la terapia es el punto más ancho del diamante, en el que se alcanza la mayor profundidad. Desde aquí, el terapeuta que hace un trabajo con el tiempo estrictamente limitado necesita ayudarle al paciente a unir todos los hilos que se han desbaratado junto con el terapeuta y preparar el fin de la relación terapéutica, cuidarse de no abrir áreas nuevas de profundidad emocional a menos que tengan la oportunidad de ampliar el tiempo de la terapia para que sea seguro volver a profundizar.
En realidad, los finales se dan todo el tiempo en la terapia – de hecho al final de cada sesión. Estoy consciente del paso del tiempo cuando estoy en consulta, sé que aunque sea muy tentador seguir las corrientes brillantes de la historia de un paciente sumiéndose en una corriente y luego en otra, cuando el reloj me dice que sólo nos quedan unos pocos minutos, me debo detener y regresar a la superficie de la vida cotidiana.
Es posible tener un ‘buen final´ de una sesión terapéutica y experimentar aquello que puede mejorar el daño causado por finales anteriores.
¿Qué quiero decir con un ‘buen final’?. Bueno, para mí, un buen final con un paciente es aquel en el que ambos tenemos la oportunidad de expresar lo que ha sido el proceso terapéutico para los dos, lo que siente el paciente y lo que sacó de él, y qué creen que se quedó sin terminar. Yo siempre trato de expresar mi sensación de cómo ha cambiado o crecido el paciente durante el curso de la terapia y mi agradecimiento de haberlo conocido y haber compartido algo de su historia de vida. También les digo a mis pacientes que los dos compartimos el final – también es un final para mí.
Creo que ésto algunas veces puede ser una sorpresa, pero no soy una terapeuta alejada, no involucrada - estoy con el psicoterapeuta veterano Irvin D. Yalom, que insistía en hacer que ‘el paciente te importe’. Y cuando permites que alguien te importe en una relación el final de esa relación siempre estará cargado emocionalmente – y eso necesita un reconocimiento adecuado y respetuoso.
Fuente: http://counsellingresource.com
http://counsellingresource.com/features/2010/09/29/beginnings-and-endings-in-therapy-and-in-life/?utm_source=feedburner&utm_medium=feed&utm_campaign=Feed:+psychology-philosophy+(Psychology,+Philosophy+and+Real+Life)
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