
Kathy Parolín
Dra. En Hipnosis Clínica y Psicoterapia
presidencia@fundacionsanrafael.org.ar
Valeria Mazzei
Diplomada en Inteligencia Emocional
academica@fundacionsanrafael.org.ar
Si usted está leyendo este artículo con seguridad está siendo perjudicado, material o emocionalmente, por una relación destructiva. Tanto si se trata de una pareja, como si es su padre, madre, un hijo, un hermano, un amigo o un jefe, usted se encuentra interactuando en una relación desigual de la cual por alguna razón no puede salir y en la cual está siendo lesionado en mayor o menor grado.
También es probable que a esta altura de esa relación, y dadas las características de la misma, haya recurrido a diferentes estrategias para modificarla, siempre sin éxito. Si frente a todo esto se siente avasallado, obligado a hacer o a aceptar lo que no quiere, a dejar de hacer otras que sí quisiera mientras lo invade la confusión, la indefensión, el resentimiento y la impotencia, a usted lo están manipulando.
Pero antes de continuar, asumamos algo: hombres y mujeres, niños, adolescentes o adultos, todos pueden por igual manipular o ser manipulados. Porque la manipulación es un recurso que se aprende espontáneamente a temprana edad, cuando empezamos a participar de las luchas por el poder propias de la relación y empezamos a descubrir los métodos que funcionan para conseguir lo que queremos.
En toda relación manipuladora hay dos partes: Una que manipula y otra que se deja manipular. Cada vez que ésta cede, se deja explotar y controlar por el manipulador, refuerza el vínculo tóxico entre ambos deteriorando cada vez más su autoestima, sus emociones y hasta su salud física, por no agregar también la economía.
La manipulación es ciega… ¿quién se reconocería como un manipulador? Por eso frente a ella, no dan resultado los discursos aleccionadores y mucho menos reflexivos. ¡Nada le viene más como anillo al dedo al manipulador, que tener al objeto de su manipulación a su disposición para dialogar con él!
Los discursos manipuladores pueden ser tan hábiles como crueles, todo depende de la personalidad y del estilo de cada uno. Pueden usar así palabras de impacto o planteos despiadados y maliciosos, presión psicológica, críticas continuas, mentiras y victimizaciones para generarnos compasión o bien elegir no hablar en absoluto y freezarnos con la indiferencia. Y si las palabras no alcanzan, quedan como recurso actitudes como:
Miradas congelantes
Cara de refugiado de guerra
Mandíbulas crispadas
Gestos de aburrimiento
Actitud de perro faldero
Hipergenerosidad y, si ésta no funciona, desdén absoluto.
Desarticular la manipulación
Dado que el manipulador no está dispuesto a asumirse como tal, su juego solamente puede ser desarticulado a través del reconocimiento por parte del manipulado de cuáles son las zonas vulnerables de su personalidad y de los caminos que usa el manipulador para llegar a ellas.
Así, quienes tengan un débil sentido de su propia identidad y talentos, serán manipulables a través de la extorsión. Quienes sean adictos a complacer a los demás, lo serán a través de la culpa. Los inseguros, a través de la crítica. Los que teman al abandono, a la soledad o a no ser queridos, lo serán a través de la indiferencia y las actitudes desamoradas. Los que temen a las discusiones, lo serán a través de los gritos y amenazas, por sólo nombrar algunas situaciones puntuales.
Si estamos atrapados en una relación de esta naturaleza, necesitamos de manera urgente identificar y desactivar la manipulación desde nosotros mismos trabajando aquellos aspectos que nos hacen vulnerables, impidiéndonos poner límites con la firmeza necesaria para poder relacionarnos de forma más justa, salvaguardando nuestra dignidad y todos los demás aspectos de nuestras vidas que hoy están siendo vulnerados.
Etiquetas: relaciones destructivas, violencia, manipulación
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