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Descubrir tus propias necesidades; sí es posible


Helen Gram.

El psiquiatra Ronald D. Lang consideraba que gran parte de las enfermedades mentales tenían un origen espiritual. Insistía en que con frecuencia no son un signo de desintegración, sino, por el contrario, un intento de reintegración dentro de una totalidad más vasta, un afán espiri­tual a menudo mal comprendido y frustrado. Entre muchos otros psiquia­tras descollantes, Victor Frankl, Carl Jung y Roberto Assagioli también entendían el trastorno psíquico, como una consecuencia del fracaso del indivi­duo en encontrar un sentido a su vida o en satisfacer sus aspiraciones espiri­tuales. Jung dijo en una oportunidad que jamás había atendido a una perso­na de más de 35 arios cuyo problema no se vinculase con esta falta de senti­do de la vida.

Ahora bien, muchos son incapaces de expresar sus necesidades y de actuar en consonancia porque no las co­nocen. Suelen tomar equivocadamen­te sus deseos por necesidades, sin ver que no son la misma cosa. Un deseo puede indicar la existencia de una ne­cesidad: si una ama de casa desea tener una lavadora, bien puede ser porque necesita más tiempo para otras tareas domesticas o para su trabajo fuera de la casa; si deseamos salir de vacaciones, es una serial de que nece­sitamos un descanso y una desconexión. Pero puede ocurrir que la ama de casa desee y necesite estar por un tiempo lejos de sus hijos, y esto le provoca sentimientos de culpa; enton­ces se convence a si misma de que lo que necesita es una lavadora o una nueva casa... y en el fondo no es esto lo que desea.

No es raro que, una vez que obtiene lo que tanto anhelaba, un individuo compruebe que eso no satisface sus necesidades. Los sociólogos señalan que los artefactos electrodomésticos (aspiradoras, lavadoras, secaplatos, etc.) invariablemente han aumentado la cantidad de trabajo hogareño en vez de reducirla. Antes del advenimiento de esos artefactos, cierta proporción de suciedad en la ropa, ollas o muebles se consideraba aceptable por lo inevita­ble; ahora, los criterios de limpieza y pulcritud se han elevado tanto, que llegan casi a un nivel mórbido, obse­sivo, y ejercen una presión continua sobre la gente, que procura amoldarse a las normas de la sociedad.

Muchas veces los deseos no guar­dan relación alguna con las necesida­des. De una enorme cantidad de artícu­los que hoy se nos ofrecen podemos privarnos perfectamente. "La caja de miniherramientas que usted necesi­taba", "La playera de colores brillantes que usted necesitaba", "La manta para el gatito que usted necesitaba": leyen­das como estas inundan las páginas publicitarias de cualquier revista. Y son tan penetrantes que muchos lecto­res terminan convenciéndose de que si, de que era eso lo que necesitaban.
De hecho, las personas están condi­cionadas para creer que necesitan lo que otras personas desean que ellas necesiten. Desde la infancia se nos imponen los deseos de otros. Los pa­dres les dicen a sus hijos que necesitan irse a dormir... porque los padres de­sean liberarse de ellos y estar unas horas solos; que necesitan corner todo lo que les dan... porque no quieren botar comida a la basura; que necesi­tan salir a correr o hacer gimnasia el sábado a la tarde... porque les gusta quedarse en casa sin los niños; que necesitan instruirse y terminar una carrera... porque no están dispuestos a mantenerlos económicamente el resto de sus días. Por supuesto que muchos de estos deseos de los padres son totalmente legítimos, pero eso no sig­nifica que deba confundírselos con las necesidades de los hijos, como estos pueden llegar a creer a partir de enton­ces.

A los hombres, se les dice que nece­sitan contar con un empleo seguro y con una vida sexual regular; a las mu­jeres, que necesitan tener marido e hijos para realizarse en la vida. No es extraño que a muchos les sea difícil distinguir sus auténticas necesidades de los deseos ajenos. En muchos casos, ello se debe a que carecen de un ade­cuado diálogo interno: no toman debi­da nota de los mensajes que vienen de su propio interior, relativos a cuestio­nes físicas o emocionales.

Una manera de ponerse en contacto con estos mensajes internos —y con nuestras verdaderas necesidades— son los ejercicios de visualización. El si­guiente, al que hemos denominado "La tienda mágica", tiene por objeto reconocer las propias necesidades y diferenciarlas de los deseos. Lo vengo realizando desde hace muchos anos y he comprobado su versatilidad y efica­cia; brinda notables intelecciones, con­tribuyendo a resolver ciertos conflic­tos y a promover la transformación personal. Se inspira en el "ensueño dirigido", que si bien se ha difundido mucho en nuestros días, constituye un arte ya empleado por los chamanes en varios pueblos primitivos.

El ensueño dirigido es equiparable a un sumo que se tuviera durante la vigilia y en el que el sonante fuese conducido por otra persona a fin de crear con su imaginación una nueva experiencia para sí. Puede concebírselo como un "libreto" destinado a desple­gar una "película mental" cuyos perso­najes, puesta en escena, dirección y producción estarán a cargo del propio individuo. Su finalidad es proporcionarle un medio de representación del que carecía. Por lo tanto, resulta tanto más útil cuanto más inadecuados le resultan a alguien sus medios norma­les de representación cuando trata de hacer frente a los problemas de su vida.

El ensueño dirigido permite al indi­viduo conectarse con los contenidos de su inconsciente y vincularlos en forma directa, y a menudo espectacu­lar, con su problemática. Mediante la exploración y la traducción de su pro­pio simbolismo personal, toma con­tacto con aspectos de si mismo que en general ignora, y esto tiene un efecto curativo de integración. Como el en­sueño dirigido suele exigir una gran concentración mental, por si mismo promueve la relajación y vuelve inne­cesario todo procedimiento previo ten­diente a obtenerla.

Pasemos ahora a "La tienda mágica". A partir de este momento, reco­mendamos at lector que siga las con­signas para practicar este ejercicio jun­to con nosotros.

"Tómate unos momentos para po­nerte cómodo/a. Cerrando los ojos, retira tu atención de todo lo que te rodea y ponla en tu ser intimo. Imagina que es un día próximo a fin de año; es de tardecita y has salido a hacer unas compras por una calle de la zona co­mercial de la ciudad; la calle te es bien conocida. Cae la noche y las vitrinas se iluminan, desplegando vividamente el colorido de sus artículos.

Mientras caminas y miras diversas vitrinas, de pronto se echa a llover fuertemente. Buscas un refugio que te proteja y notas que hay una abertura de un pasillo medio oculta, que tal vez antes no notaste. Te introduces en el pasillo y desde allí vuelves la mirada hacia la calle donde estabas, empapa­do ahora por la lluvia.

Luego te miras a ti mismo/a y ad­viertes tu aspecto: tomas conciencia de tu edad, de tu sexo, de tu indumentaria y de lo que sientes en ese instante. Tras ello, comienzas a explorar el entorno y permaneces atento a tus reacciones. Miras hacia adelante y te atrae lo que parece una vitrina de una tienda. Te aproximas y la escudriñas un poco, siempre atento a lo que supones que puede haber allí, a lo que ves realmen­te, a lo que te atrae de esa vitrina. Y sin dejar de percatarte de lo que sientes.

Mientras miras la vitrina, notas que a su lado hay una puerta, y at darte vuelta para observarla, la puerta se abre y aparece una figura que te hace senas para que te acerques. Así lo haces, mientras registras cada detalle de su aspecto y lo que tú sientes hacia ese personaje.

La figura se introduce en el interior y cruzas el umbral y la sigues. La puerta se cierra detrás de ti. De algún modo la figura te comunica que se encuentran en una tienda mágica en la que esta conteni­do el universo entero. Puedes tomar de ahí lo que te plazca y llevártelo, con la condición de que dejes algo a cambio. Es preciso que elijas algo. Dicho esto, la figura se retira y te deja a solas investigan­do lo que hay.

Tomate tu tiempo para recorrer la tienda, reparando en lo que ves y en lo que sientes, como también en lo que no ves, aunque suponías o esperabas encontrar. Repara en lo que te atrae, y por qué; toma nota de los motivos que influyen en tus elecciones.

Después de un rato, recuerdas que la figura te había dicho que era preciso que algo eligieras, y que dejaras algo a cambio; si aún no lo has hecho, hazlo.

Cuando has tomado lo que más que­rías y has dejado otra cosa que te pertenecía en su lugar, sientes que algo te empuja para que salgas de la tienda.

Una vez fuera, la puerta se cierra y desaparece de tu vista.

Toma nota de cómo te sientes ahora, mírate y observa tu aspecto. Luego, regresa al sitio de la calle donde esta­bas antes de que empezara a llover... Luego, vuelve a tu entorno actual y abre los ojos. Tómate unos minutos para registrar por escrito tu experien­cia con el mayor detalle posible, en primera persona y en tiempo presente: "Estoy en una calle y se hace de no­che..."
+++
Cada uno de los elementos de esta fantasía es creación del individuo, y por ende esta potencialmente lleno de significados. Es útil reunirse con otra persona y relatarle lo que uno ha senti­do en su transcurso; el interlocutor puede ayudarnos a descubrir los signi­ficados ocultos formulándonos pre­guntas asociadas con cada detalle e instándonos a asociar ante ciertas pala­bras, ideas o recuerdos.

Hay sujetos que de inmediato sien­ten una cierta ansiedad o angustia cuan­do deben buscar refugio por la lluvia, lo cual denota su temor a lo novedoso, imprevisto o desconocido. No es infrecuente que declaren que su aspec­to ha cambiado: el color de su piel, su ropa, su estatura, su peso y hasta su sexo. Todo esto es pasible de interpre­tación. Hay imágenes que no parecen tener un significado inmediato, pero luego, en el contexto de las otras imágenes que van surgiendo, cobran real­ce. Hay quienes al mirarse a si mismos no ven su cuerpo, lo cual refleja su deficiente imagen corporal o un escaso sentimiento de su propio ser. La falta de brazos o piernas puede indicar su falta de seguridad, un "enraizamiento" deficitario, su débil asentamiento en el mundo.

La figura que aparece en el vano de la puerta es clave: parada en el umbral de la tienda, simbólicamente está situada en el umbral del ser interno. A veces puede presentar alguna característica desconcertante. Por ejemplo, en uno de mis "viajes" a la tienda mágica, me sorprendió verla cubierta de un largo delantal de color ­claro. Me di cuenta de que no habría generado esta imagen si no fuera en algún sentido significativa para mí, pero su significado se me escapaba. Mucho después, tras diversas asociaciones, advertí que era el delantal un zapatero. Esto no me aclaró mucho, hasta que me pregunte qué hace un zapatero: arregla las "suelas" [soles] de los zapatos. En ver­dad, el "zapatero" era un psicoterapeuta, encargado de "arregl­ar las almas" [souls, palabra que inglés se pronuncia igual que soles).

Ya dentro de la tienda, muchos se sienten enseguida atraídos por algún objeto en particular: un aparato de televisión, un automóvil o un centro musical, que quizá tenga importancia en su vida actual. Algunos entran con una clara idea de lo que quieren y se desilusionan si no lo encuentran. No ven ninguna otra cosa... lo cual nos está diciendo hasta qué punto los deseos a menudo limitan nuestra visión y nuestras­ perspectivas de satisfacerlos o cumpli­rlos.
Hay quienes no encuentran nada que deseen. La experiencia del ensueño dirigido les enseña que en rigor no les interesan las posesiones materia­les y que muchos de sus deseos cotidianos no responden a verdaderas necesidades. Otros reconocen que ni siquiera las cosas no materiales que anhelan poseer les son indispensables.

Muchos no aprovechan las oportu­nidades que se les presentan, o se sien­ten inhibidos por la duda, la indecisión, el escepticismo, la negatividad o la culpa. La experiencia pone de relieve estas actitudes y contribuye a que el sujeto comprenda sus consecuencias. Aunque el refrán dice que "A caballo regalado no se le miran los dientes", hay personas que encuentran objeciones en todo lo que se les ofrece, y posteriormente se sienten deprimidas, decepcionadas, se lamentan o arre­pienten de no haber escogido lo que se les daba. También es posible que en el ensueño se imaginen más viejas, pesa­das o melancólicas, rasgos que quizá indiquen sus reacciones en la vida dia­ria.

Algunos no consiguen hacer el true­que de lo que tienen por lo que quieren llevarse, debido a que suponen que no poseen nada de valor que pudieran dejar; otros se rehúsan a desprenderse de lo que tienen. Esto en si mismo puede ser sumamente revelador.

Comparativamente, ciertas personas realizan la transacción con facilidad y el "negocio" les resulta positivo: saben abandonar elementos de su vida o de sí mismas que no desean ni necesitan, a cambio de otros que sí tienen impor­tancia. Los que lo logran se sienten rejuvenecidos luego del ensueño dirigido, más sanos, livianos o dinámicos, más contentos. O tienen un insight profundo y dejan atrás ilusiones que ven como tales por primera vez. Son, por lo general, los individuos que suelen disfrutar del autodescubrimiento y de las experiencias nuevas.

Muchos vuelven a visitar la tienda mágica en repetidas ocasiones, a fin de recobrar la fuerte comprensión que allí alcanzaron sobre sus necesidades auténticas… las que ahí los están esperando.

Tomado de: Revista UNO MISMO, Vol 7 No. 7



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