Por Jessica Dector Vázquez
Egresada de la Maestría en
Psicoterapia Infantil Gestalt
CESIGUE, Xalapa, Veracruz
“Voy
a tomar de lo que me ofrece el universo”, la idea que ayer escuché en un aula
de una telesecundaria de una localidad del sur de Veracruz. Una maestra
planeaba con sus alumnos el regalo para el día de las madres; tenía entre sus
manos una cajita color beige hecha con una hoja de papel que tenía algunas
letras impresas en ella. Yo estaba ahí de paso para recolectar unos datos y
quedé maravillada con la propuesta de regalo que se hacía en aquella aula, en
un lugar que quizá muy pocos de nosotros sabemos que existe; pensé un momento
sobre todas las cosas que se pueden aprender en los sitios más inesperados y
cuánta belleza podemos encontrar en cada momento de nuestra vida. Pero he aquí
la propuesta, “van a escribirle una carta a mamá, pero no usaremos frases
trilladas, vamos a hacer una carta donde puedan pedirle algo a mamá sobre cómo
queremos que sea con nosotros o algo que queremos que haga por o para
nosotros”. Quizá pueda parecer una idea sencilla, quizá muchos de ustedes ya la
han pensado y sólo a mí me resulte
fascinante, lo cierto es que aquel ejercicio traía consigo varias ideas sobre
la forma en que podemos encontrarnos con los demás, en este caso con mamá.
Puedo imaginar lo que se gesta entre
las paredes rayadas de las escuelas de nuestro país, en un aula cualquiera con
bancas de madera, escritorio pesado y pizarrones que aun funcionan con gis,
carteles sobre cuidado ambiental, decir no a las drogas o el proceso de la
fotosíntesis, son el marco de creaciones que a veces sólo necesitan un poco de fe.
Ahí, en ese sitio, despertó para mí la idea de que pedir es un regalo.
Hay tantos detalles en el ejercicio
que planteó aquella docente, desde el sólo hecho de escribirle a mamá,
escribirle a alguien, comunicarnos, y comunicarnos de una manera muy especial,
generar una comunicación que deja evidencia y que puede ser rescatada en otros
momentos de la vida; una carta, mágico, poner un poquito de nosotros en papel y
entregárselo a otro como materializando nuestro amor, y en este caso especial,
escribirle una carta a mamá, a ese ser que muchas veces, aunque cercano,
sentimos lejos y difícil de tocar con nuestras palabras, un adulto que es
importante en mi vida. Y utilizo la palabra adulto para remarcar la relación
entre las diferentes generaciones, para hacer notar que la comunicación entre
adultos y adolescentes o entre adultos y
niños es un tema especial. Además, no es un adulto cualquiera, es uno al que yo
amo, uno que me importa, uno ante el cual mi ser se torna sensible, y todos
estos detalles de amor, a veces se transforman en ruido o barreras a la hora
del encuentro.
Otra parte fascinante es aquella que
he mencionado donde pedir se vuelve un regalo. Pedir, ese acto que muchas veces
nos limitan socialmente, porque nos han dicho que pedir es “de mala educación”,
o quizá hemos recibido una mirada de esas que cruzan el espacio como una lanza
acompañada de la frase “no seas pediche”, hay que ver cómo se termina
traduciendo dejar el pedir fuera de nuestras vidas. Lo cierto es que pedir se
vale, sabiendo siempre que el otro no está obligado siempre a dar, que a veces
podrá dar y a veces no, que a veces querrá dar y otras no, y yo seré capaz de
respetar su decisión en cada momento y conservaré mi habilidad para pedir.
Cuando estoy listo para pedir, es
porque me he tomado tiempo de darme cuenta de lo que quiero o necesito,
entonces pedir implica que estamos conociéndonos, que nos observamos y somos
conscientes de nuestros deseos y necesidades; y al hacer eso libero al otro de
tener que estar adivinando lo que yo vivo; cabe decir que no es obligación de
nadie saber lo que yo quiero, el único que puede hacerse responsable de eso,
soy yo, ¿por qué? Porque exigirle a otro que me descifre es una tarea injusta,
ya que el otro no vive en mi cuerpo, no siente mis sentimientos, no piensa mis
pensamientos, entonces le estoy negando la información necesaria para cumplir
la labor que le he solicitado, y se la estoy negando, porque ni aunque me muera
de ganas por dársela, se la podré dar toda y en todo momento, ya que mi cuerpo
es mío y no puedo hacer que otro lo venga a sentir y vivir desde donde yo lo
vivo.
Entonces pedir es fantástico porque
parte de la idea de que me estoy conociendo para saber lo que necesito, y
además, al saber yo lo que necesito, el otro puede conocerme mejor, si yo así
lo decido y evitando lo violentas que pueden llegar a ser las interpretaciones.
Regresando al ejercicio del regalo de
mamá, otra parte fundamental es cuando los hijos ofrecen un poquito de eso que
siempre hemos dicho que no tenemos, nos dan una pista de cómo ser mejores
padres. Si nos damos la oportunidad de escuchar a nuestros hijos, a los hijos
de otros y a mi niño interior que también es hijo, aquel niño de mi propia
historia, ese que fui yo y que puede tener una idea de lo que un niño o un
adolescente necesita, entonces tendremos más opciones para crecer como padres y como personas. Así
como yo, adulto y padre o madre, soy capaz de enseñar a mi hijo o hija, también
se vale admitir que puedo aprender de él y de mi encuentro con él o ella, y eso
me abrirá puertas de desarrollo y aprendizaje, de contacto y encuentro. Bajar
la guardia ante nuestros hijos y permitir verlos y vernos en ellos, aprender
nuevas formas de estar juntos, formas que nos funcionen a ambos para procurar
nuestro bienestar común es parte de la tarea de ser padres.
Pero esto no ha terminado, además de
las indicaciones que ya he comentado, una parte que suele darse en las
relaciones es la reciprocidad, quizá no siempre, quizá no en la misma medida,
pero existe energéticamente ese principio de que todo está en circulación.
Entonces la maestra, que tiene mi admiración por la luz que les regaló a sus
chicos, habló de un compromiso con la relación, de cómo aquello que iban a
pedir podía llegar a convertirse en algo que también podemos dar. Y nótese que
hablo de posibilidades y opciones, porque siempre existe la libertad de elegir
un camino, sabiendo claro que todos tienen sus consecuencias.
Algo que puedo ver en el dar en
relación, es que muchas veces ese dar se
convierte en invertir y además que hay cosas que te puedo dar y cosas que nos
puedo dar, por ejemplo: te puedo dar un regalo, yo te lo doy a ti para que tú
lo uses, lo disfrutes, yo lo puedo disfrutar a mi manera, puedo disfrutar crear
la experiencia, ver o imaginar tu emoción al recibirlo, etc.; pero también, nos
puedo dar un abrazo, porque cuando yo te abrazo a la vez recibo un abrazo, nos
puedo dar un paseo, porque es algo que yo puedo disfrutar al igual que tú y
además estaremos nutriendo nuestro vínculo al crear momentos juntos, al
compartir. Así, entre las propuestas que la maestra les dijo a los chicos
estaba la de “darme un beso cuando me vaya a la escuela”, “hacerme saber que
notas cuando llego a casa”, “darme la oportunidad de ser responsable al
levantarme para ir a la escuela”. Y cada quién tomará la que le cuadre y la
adaptará a su situación, puede ser que si antes te hablaba tres veces para ir a
la escuela, ahora lo haré dos o una, o buscaremos un reloj que te despierte,
podemos buscar opciones que funcionen para los dos, porque finalmente mejorar
el trato no quiero decir que los padres dejen de ser padres y de tener en sus
manos el cuidado de los hijos, se trata más bien que ese cuidado esté enfocado
a las cosas que son más importante en nuestra vida, el amor, la felicidad, el
bienestar, el encuentro con esos a los que llamo mis seres queridos, es tiempo
quizá de que nos exploremos en busca de redefinir nuestras prioridades
procurando un modo de estar más armonioso, amigable, más gentil, uno donde
podamos todos estar incluidos, ser respetados y tener acceso a un estado de
bienestar.
En estos días las madres de esos
chicos recibirán de regalo lo mejor que se nos puede ofrecer, posibilidades,
puertas, oportunidades, como deseen llamarle; la posibilidad de desarrollar en
sus hijos la habilidad de darse cuenta, para así identificar sus necesidades,
quizá si ellos lo hacen, un día también mamá y papá puedan aprender eso, el
descanso que da una buena comunicación, liberarse de lo violento de las
interpretaciones porque tú vas a conocerte y a comunicarte conmigo a partir de
ese conocimiento, la posibilidad de
crear juntos nuevas formas de relación, todo eso y más es el regalo que, si
guardan en su corazón y ejercen en sus vidas, dará luz a quienes las rodean.
Espero desde aquí que la magia del regalo las alcance y con ellas a sus hijos.
No sé lo que pasará con esas cajitas
de papel que llevan mensajes de un grupo de hijos adolescentes a sus madres, no
sé si para todos esto resulte tan mágico como para mí, lo que sí sé es que
aprendí muchas cosas en los diez minutos que compartí espacio con esas
personas, que la luz que he ganado es ahora parte de mí y que deseo compartirla
con ustedes esperando algo de esto resuene y ayude a sus vidas de la manera que
a cada uno mejor le convenga. Seguiré mi camino con los sentidos, la mente y el
corazón abierto para descubrir a mi paso esos detalles tan hermosos de la vida.
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