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RESTAURACIÓN DEL SI MISMO (Gordon Wheeler, 2005)

Síntesis realizada por:
Dora Emilia López Peralta
Maestría en Psicoterapia Gestalt
4° semestre

Gordon Wheeler describe la historia del individualismo y su consecuencia, la creencia por antonomasia sostiene que el “yo” (Self) es anterior y está por encima de las relaciones interpersonales e interacciones socioculturales.

             Entiendo que Wheeler se esforzó en cuestionar el legado del paradigma individualista, para dar cuenta de que somos seres que estamos integrados al campo como un todo, y que somos mucho más que la suma de varios si mismos aislados, como si cada uno fuese una “cosa” en el ambiente, sino que formamos parte del ámbito intersubjetivo.

          Wheeler, sostiene que éste es un constructo configurado culturalmente, no una realidad inherente y a priori de la psiquis. Nace, crece y se desarrolla a través de múltiples sucesos experimentados e interpretados desde parámetros introyectados. No es una realidad de preferencia interna, ya que está en la frontera de contacto entre el organismo y el ambiente.

             Señala Wheeler que somos constructores de significados y que la percepción es una interpretación, es un acto constructivo. Ambos actos, ver e interpretar ocurren en el mismo acto perceptivo. Desde el mismo momento en que percibimos un hecho, estamos interpretándolo y conceptualizándolo. Dentro de la infinidad de posibles interpretaciones de un hecho, la realidad nos dice que, de lo que ocurre, nos beneficia o nos perjudica en la vida.

El Self que cada persona se forza  por encontrar, esa esencia, nuestra naturaleza, eso que nos hace ser lo que somos, es un Self sintetizador, un agente de construcción de puntos de vista significativos. Entonces, bajo esta perspectiva, organizamos la experiencia. No sabemos como son las cosa  solo sabemos como las observamos o como las interpretamos.

Subraya Wheeler que vivimos en nuestras fantasías. Esto quiere decir, en términos evolutivos, que  somos una especie predominantemente visual, construimos las imágenes y las  almacenamos, claro está no descartamos la representación a través del resto de los sentidos. Esto está relacionado no solo con el hecho que imaginamos o construimos nuestras vivencias, sino que además las manipulamos, imaginamos tenemos conversaciones, imaginamos desencadenamientos de hechos, imaginamos apurar los acontecimientos, etc. Todo esto gracias a nuestra capacidad de mantener, activar, comparar, modificar imágenes alternándolas rápidamente o simultáneamente. El sí mismo que queremos buscar no solo construye sino que además imagina, es un sí mismo en proceso que vive de manera creativa y fluida en un mundo de imágenes. 

 Wheeler apunta que la percepción es afectiva puesto que la línea divisoria entre la cognición y la emoción es imperceptible, dado que nuestra realidad es una construcción selectiva que entra en lo imaginativo, por lo tanto llega a tener elementos subjetivos de manera significativa. Esto da más vida a una frase que dice que el mapa es la realidad relevante para quien lo percibe. La construcción que hacemos de los hechos estará regida por nuestras emociones, sentimientos y manera de entender los significados. Entonces, el sí mismo es afectivo, se encuentra así y encuentra al mundo a través del afecto. El pensar está influenciado por el sentir. Dicho en otras palabras, sentimos y evaluamos a medida que percibimos y pensamos.

La evaluación de los conocimientos y percepciones afectivos le quita sentido a la distinción entre sentimientos y principios superiores, es decir, el sentir, la emoción y el valor que le damos a las cosas. Según esta visión, en la que el afecto es una dimensión evaluativa del saber, los valores, en esencia, no se encuentran separados del conocimiento y la percepción, sino que al igual que las emociones, son parte esencial del pensar y el percibir y que a la vez, son inseparables de las preferencias subjetivas, grupales y de la resolución de conflictos. Si creo que es claro, el sí mismo es instructivo e imaginativo interpreta de acuerdo a la emoción que tenga y de esa manera actúa y resuelve las situaciones a las que se enfrenta. Es además un agente organizador, valorizador, un ser evaluador.

             Las emociones que sentimos no existen  por si solas sino por la interpretación que le damos.  Nuestro conocimiento del mundo siempre es provisorio. Esto quiere decir que el sí mismo es de naturaleza experimental,  por eso cada vez que abrimos una Gestalt, si nuestro ciclo de experiencia se da de una manera sana, entonces habremos aplicado el principio de autorregulación organísmico y por lo tanto, al cerrar dicha gestalt habremos sido capaces de lograr un aprendizaje que de alguna manera nos habrá permitido trascender y mirar entonces el mundo de una manera diferente.

 El sí mismo, al estar en una constante interpretación, está en capacidad de revisar su modo de ser y estar en el mundo. Siempre lo hacemos con otros, Gestalt es definitivamente una terapia de contacto y dado que no se ocupa de analizar al individuo como un ente aislado de su entorno ni analiza sólo el entorno, hace énfasis en ese intercambio de ambos para producir la experiencia. El sí mismo se conoce en este interactuar con el entorno y no aisladamente. Comparte constantemente con otros estas vivencias, manteniendo naturalmente una diferencia entre ese yo/no yo, una conciencia clara de esa diferencia aun cuando exista una clara relación de interdependencia.
             Cualquiera que haya experimentado vergüenza sabe que se halla solapada en lo profundo del ser. Se hace presente a través del cuerpo, dándole rubor a las mejillas, bajando los ojos, tapando la cara con las manos, con el pelo. A veces no tenemos conciencia de ella, pero sobretodo, las más de las veces nos cuesta reconocerla delante de otros, porque la misma sociedad nos ha enseñado a avergonzarnos de nuestra propia vergüenza, como si fuera un sentimiento indigno. Nos sentimos carentes de dignidad o de valor, cuando nuestra vergüenza se realimenta, impulsándonos a la retirada con la sensación de que los otros no nos van ni a comprender, ni a aceptar.
           Tomar conciencia del sufrimiento que aflige y desear liberarse de él es pues el primer paso para trabajar terapéuticamente con la vergüenza. Dejarse sentir el dolor por el fracaso, el rechazo y la humillación, al contrario de lo que se puede pensar, no nos debilita, sino que nos hace auténticamente fuertes, pues el deseo de sobreponernos a lo que tanto nos duele no hace sino encubrirlo además de no ser suficiente. Necesitamos ayuda para poder transcribir las sensaciones corporales en palabras y dirigirlas después a alguien con quien podamos tener la confianza de expresar nuestra vulnerabilidad.
           Sanar la vergüenza supone por tanto ahondar en el anhelo profundo de unión con nuestro entorno, recuperando primero la dignidad perdida, para poder sentirnos libres después de ir al encuentro de los que nos rodean.

Wheeler, Gordon. 2005 “Restauración del sí mismo. Intimidad, Intersubjetividad y Diálogo” en Vergüenza  y Soledad. El legado del individualismo. Cuatro Vientos. Santiago de  Chile. Pp 217-245.

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