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Habla el crítico interno (parte 2)




Sidra y Hal Stone
Fragmento del libro: Abrazar al Crítico interno

Dialogando con el crítico interior

La técnica terapéutica conocida como "Diálogo de las voces" consiste en conversar con los seres interiores que habitan en uno para tomar conciencia de su existencia y aprender a verlos, oírlos y sentirlos. Asimismo, ayuda a establecer un yo alerta haciendo que nos percatemos de nuestros seres interiores primarios, de nuestros seres interiores negados, a tomar distancia de ellos y, fundamentalmente, a experimentarlos. Es conveniente aprender a dirigirse a estos seres que nos habitan con nuestras propias palabras. Una de las mejores maneras de hacerlo es escribiendo un diario.

La gente ha escrito diarios durante cientos, quizás miles de años. Gran parte de la información sobre el mundo y los personajes históricos que hoy conocemos se obtuvo de los diarios personales. Tradicionalmente, se escribe sobre hechos, sentimientos o ideas. A esto, Carl Gustav Jung le agregó la "imaginación activa". Mantenía conversaciones con los personajes de su vida interior —personaje de sueños, voces internas, sensaciones y sentimientos—tal como si estuviera charlando con otra persona. Y en realidad lo era, pero esa persona estaba en un nivel interior y no exterior.

El procedimiento es muy sencillo. Solo hay que sentarse frente a un cuaderno y comenzar a escribir desde el "yo" nuestra conversación con uno de estos seres.  Por ejemplo: Yo: "Quería conversar contigo porque acabo de darme cuenta de lo poderoso que eres y de la gran influencia que ejerces en mi vida".
Crítico (o cualquier otro ser interior): "Bueno, me alegro de que me aprecies. Si siempre hicieras lo que te digo, las cosas andarían mucho mejor".
Yo: "No, eso no es lo que quiero decir exacta­mente. Aprecio tu poder, pero también me doy cuenta de que siempre te metes en mis cosas. Siempre me estas criticando".
Crítico: "Bueno, es mejor que sea yo y no los demás..."

El diario es un complemento muy importante de la técnica del "Diálogo de las voces". Cuanto mas desarrollado este nuestro yo alerta y mas discrimi­ne a los otros seres interiores, el "yo" que conversa con ellos cobrará mas presencia. Es importante comprometerse con la escritura, involucrar nues­tros sentimientos y emociones así como nuestra mente. Cuanto mas sentimiento pongamos en el diálogo, más fructífero resultará.

Dentro de nosotros conviven toda clase de seres fascinantes, además del crítico interno, con quie­nes podemos conversar: el niño vulnerable, el terapeuta interior (o la voz objetiva, si se prefiere), el padre protector, la voz sabia, el padre responsa­ble, el rebelde, el niño tímido, el niño mágico, el  alentador, el perfeccionista o las voces poderosas. No hay límites en la exploración de los seres que nos habitan.

A menudo, las personas conversan con sus seres interiores en su imaginación, sin escribir la conver­sación en forma de dialogo. Esto puede dar buenos resultados. Sin embargo, nuestra experiencia indi­ca que la escritura tiende a objetivar las voces con mayor claridad y a fortalecer al yo alerta.

Si comparamos los seres interiores con los dis­tintos músicos e instrumentos que conforman una orquesta, es el director quien debe llevar la batuta. El director representa al yo alerta. Sin su autoridad, es imposible que todos los elementos dispares se unan y creen una maravillosa melodía.



¿Qué hay bajo la angustia?

Juan esta comenzando a reconocer la voz de su crítico, que siempre la emprende contra su cuerpo. Ataca varios puntos, pero el principal es la caída del cabello. Se la pasa diciéndole que se esta quedando calvo. Juan pierde muchísimo tiempo examinando su pelo y haciéndose mala sangre. Ese tema afecta su relación con las mujeres, pues se siente cohibido y cree que ellas lo miran con desaprobación. Hasta ahora, ha sido víctima de su crítico interno, que actúa de la misma manera en la que lo hacia su madre. Siempre estaba examinán­dolo y diciéndole lo malo que veía en él.

Gracias a su trabajo con el crítico interno, Juan aprendió a tomar distancia de él. Desarrolló un yo alerta que puede oír la voz del crítico y que está empezando a relacionarse con él. Un día, mientras escribía su diario, mantuvo esta conversación con su crítico. Le pregunto: ¿Por qué siempre críticas mi pelo? ¿Por qué es tan importante para ti? ¿Por qué te molesta tanto?" Ya no se sentía intimidado por el crítico ni se peleaba con el. Su actitud era bastante impersonal. Quería entender qué le preocupaba. La respuesta del crítico lo asombró.

Crítico: "Me preocupa que nadie vaya a quererte y que te quedes solo".
Juan: "Pero, ¿por qué te preocupa tanto?"
Crítico: "La gente no va a respetarte. Pensaran que ninguna mujer va a interesarse por ti. Me asustan los comentarios que harán. Además, ¿qué pasará cuando seas viejo? Me asusta que te quedes solo, sin nadie que te cuide".

Este diálogo continúa, pero solo extrajimos unas líneas para ejemplificar lo diferente que es esta conversación de los ataques que Juan sufría antes. Decidió ir más allá. En lugar de permanecer como una victima atemorizada de las críticas, percibió el ataque como un pedido de ayuda y llegó hasta las causas de la vulnerabilidad y la angustia que motivaron al crítico a hostigarlo la mayor parte de su vida. Para muchas personas, hacer este descubrimiento es como salir de una prisión. De pronto, es el crítico interno quien necesita de un trato paternal y no al revés.

Por otro lado, el crítico de Julia se concentraba en su falta de organización. En las sesiones en que se ponía en practica el "Diálogo de las voces", solía comentar lo descuidada que era en el trabajo, que nunca sabía dónde estaban las cosas y que era un milagro que aún no la hubieran despedido. Julia comenzó a reconocer la voz del crítico y a sentir su angustia subyacente. Un día, mientras escribía el diario, le preguntó por qué le inquietaba tanto su falta de organización. Le dijo que ella reconocía que no era muy organizada, pero que le parecía que la preocupación del crítico ante ese problema era excesiva. El crítico le respondió lo siguiente: “Me asusta cuando no eres organizada. Las cosas se te van de las manos y tengo miedo de lo que pueda suceder”.
Julia: “¿Qué es lo que te preocupa?”
Crítico: “Que ocurra una catástrofe. Que te echen, que te griten. Me siento tan avergonzado cuando dejas algo fuera de su lugar, tengo miedo de que alguien lo encuentre y te diga algo. La semana pasada  no encontrabas uno de los archivos y sentí terror de que tu jefe te gritara. No lo hizo pero estuvo a punto.”

Julia implementó el principio de conversar habitualmente con su crítico. Cuando oye su ataque, se da cuenta de que está atemorizado, de que su vulnerabilidad está amenazada y él se apresta a defenderla. Desarrolló un yo alerta que se relaciona con él y puede hablarle con compasión. Dejó de ser su víctima. Ahora es capaz de otorgar al crítico el apoyo que tanto necesita.

Al desarrollarse el yo alerta, mediante la ampliación del conocimiento y por medio del trabajo psíquico y espiritual, se va distinguiendo del crítico interno hasta que ya no nos identifica con él ni somos sus víctimas. Comenzamos a escucharlo con cierta objetividad. Empezamos a interpretar de manera diferente sus ataques y su voz. Podemos imaginarlo como un sistema de alarma que nos alerta de que corremos el riesgo de sufrir pena, vergüenza o abandono. Es como si el crítico interno pidiera auxilio. “¡Estoy en una situación de emergencia; por favor ayúdame porque no puedo manejarla!”

El crítico interno puede asumir una función diferente. En esencia, puede con­vertirse en un vocero de nuestra vulnera­bilidad. Al descubrir el significado de sus ataques no nos golpea de la misma mane­ra. Aprendemos a enfrentar los proble­mas subyacentes que le preocupan y a cuidar de él de otra manera.


Tomado de : Rev UNO MISMO. 1994. No. 138


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