Sidra y Hal Stone
Fragmento del libro: Abrazar al Crítico interno
Dialogando
con el crítico interior
La técnica terapéutica conocida como "Diálogo de las
voces" consiste en conversar con los seres interiores
que habitan en uno para tomar conciencia de su existencia y aprender a verlos, oírlos y sentirlos. Asimismo, ayuda a establecer
un yo alerta haciendo que nos percatemos de nuestros
seres interiores primarios, de nuestros seres interiores negados, a
tomar distancia de ellos y, fundamentalmente, a experimentarlos. Es conveniente aprender a dirigirse a estos seres
que nos habitan con nuestras propias palabras. Una de las mejores maneras de hacerlo es escribiendo un diario.
La gente ha escrito diarios durante
cientos, quizás miles de años. Gran parte de la información sobre el
mundo y los personajes históricos que hoy conocemos se obtuvo de los diarios personales.
Tradicionalmente, se escribe sobre hechos,
sentimientos o ideas. A esto, Carl
Gustav Jung le agregó la
"imaginación activa". Mantenía conversaciones con los personajes de su vida
interior —personaje de sueños, voces
internas, sensaciones y sentimientos—tal
como si estuviera charlando con otra persona. Y en realidad lo era, pero esa persona
estaba en un nivel interior y no exterior.
El procedimiento es muy sencillo. Solo hay
que sentarse frente a un cuaderno y
comenzar a escribir desde el
"yo" nuestra conversación con uno de estos seres. Por ejemplo:
Yo: "Quería conversar contigo porque
acabo de darme cuenta de lo poderoso que eres y de la gran influencia
que ejerces en mi vida".
Crítico (o cualquier otro ser
interior): "Bueno, me alegro de que me aprecies. Si siempre hicieras lo que te
digo, las cosas andarían mucho mejor".
Yo: "No, eso no es lo que quiero
decir exactamente. Aprecio tu poder, pero también me doy cuenta de que siempre
te metes en mis cosas. Siempre me estas criticando".
Crítico:
"Bueno, es mejor que sea yo y no los demás..."
El diario es un
complemento muy importante de la
técnica del "Diálogo de las voces". Cuanto mas desarrollado este nuestro yo alerta y mas discrimine a los otros seres interiores, el "yo" que conversa con ellos cobrará mas presencia. Es importante comprometerse
con la escritura, involucrar nuestros
sentimientos y emociones así como nuestra mente. Cuanto mas sentimiento pongamos en el
diálogo, más fructífero resultará.
Dentro de nosotros
conviven toda clase de seres fascinantes,
además del crítico interno, con quienes
podemos conversar: el niño vulnerable, el terapeuta
interior (o la voz objetiva, si se prefiere), el padre protector, la voz sabia, el padre responsable, el rebelde, el niño tímido, el niño mágico, el alentador, el perfeccionista
o las voces poderosas. No hay límites en la exploración de los seres que nos
habitan.
A menudo, las
personas conversan con sus seres interiores en su
imaginación, sin escribir la conversación en forma de dialogo. Esto puede dar
buenos resultados. Sin embargo, nuestra experiencia indica que la escritura
tiende a objetivar las voces con mayor claridad y a fortalecer al yo alerta.
Si comparamos los
seres interiores con los distintos músicos e instrumentos que conforman una
orquesta, es el director quien debe llevar la batuta. El
director representa al yo alerta. Sin su autoridad,
es imposible que todos los elementos dispares se unan y creen una maravillosa
melodía.
¿Qué hay bajo la angustia?
Juan esta comenzando a reconocer la voz de su crítico, que
siempre la emprende contra su cuerpo. Ataca varios puntos, pero el principal es
la caída del cabello. Se la pasa diciéndole que se esta quedando calvo. Juan
pierde muchísimo tiempo examinando su pelo y haciéndose mala sangre. Ese tema
afecta su relación con las mujeres, pues se siente cohibido y cree que ellas lo
miran con desaprobación. Hasta ahora, ha sido víctima de su crítico interno, que actúa de la misma manera en la que lo hacia su madre. Siempre estaba examinándolo
y diciéndole lo malo que veía en él.
Gracias a su trabajo con el crítico interno, Juan aprendió
a tomar distancia de él. Desarrolló un yo alerta que puede oír la voz del crítico y
que está empezando a relacionarse con
él. Un día, mientras escribía
su diario, mantuvo esta conversación con su crítico. Le pregunto: ¿Por qué siempre críticas mi pelo? ¿Por qué es tan importante para ti? ¿Por qué te molesta tanto?" Ya no se
sentía intimidado por el crítico ni se
peleaba con el. Su actitud era bastante impersonal. Quería entender qué
le preocupaba. La respuesta del crítico lo asombró.
Crítico: "Me preocupa que nadie
vaya a quererte y
que te quedes solo".
Juan: "Pero, ¿por qué te preocupa tanto?"
Crítico: "La gente no va a respetarte. Pensaran
que ninguna mujer va a interesarse por ti. Me asustan los
comentarios que harán. Además, ¿qué pasará
cuando seas viejo? Me asusta que te quedes solo, sin nadie que te
cuide".
Este diálogo continúa, pero solo
extrajimos unas
líneas para ejemplificar lo diferente que es esta conversación de los
ataques que Juan sufría antes. Decidió
ir más
allá. En lugar de permanecer como una victima atemorizada de las críticas, percibió el
ataque como un pedido de ayuda y llegó
hasta las causas de la vulnerabilidad
y la angustia que motivaron al
crítico a hostigarlo la mayor parte de su vida. Para muchas personas, hacer
este descubrimiento es como salir de
una prisión. De pronto, es el crítico interno quien necesita de un trato paternal
y no al revés.
Por otro lado, el
crítico de Julia se concentraba en su falta de organización. En las sesiones en
que se
ponía en practica el "Diálogo de las
voces", solía comentar lo descuidada que era en el trabajo, que nunca
sabía dónde estaban las cosas y que era un milagro que aún no la hubieran
despedido. Julia comenzó a reconocer la voz del crítico y a sentir su angustia
subyacente. Un día, mientras escribía el diario, le preguntó por qué le
inquietaba tanto su falta de organización. Le dijo que ella reconocía que no
era muy organizada, pero que le parecía que la preocupación del crítico ante
ese problema era excesiva. El crítico le respondió lo siguiente: “Me asusta
cuando no eres organizada. Las cosas se te van de las manos y tengo miedo de lo
que pueda suceder”.
Julia: “¿Qué es lo que
te preocupa?”
Crítico: “Que ocurra una
catástrofe. Que te echen, que te griten. Me siento tan avergonzado cuando dejas
algo fuera de su lugar, tengo miedo de que alguien lo encuentre y te diga algo.
La semana pasada no encontrabas uno de
los archivos y sentí terror de que tu jefe te gritara. No lo hizo pero estuvo a
punto.”
Julia implementó el
principio de conversar habitualmente con su crítico. Cuando oye su ataque, se
da cuenta de que está atemorizado, de que su vulnerabilidad está amenazada y él
se apresta a defenderla. Desarrolló un yo alerta que se relaciona con él y
puede hablarle con compasión. Dejó de ser su víctima. Ahora es capaz de otorgar
al crítico el apoyo que tanto necesita.
Al desarrollarse el yo
alerta, mediante la ampliación del conocimiento y por medio del trabajo psíquico
y espiritual, se va distinguiendo del crítico interno hasta que ya no nos
identifica con él ni somos sus víctimas. Comenzamos a escucharlo con cierta
objetividad. Empezamos a interpretar de manera diferente sus ataques y su voz.
Podemos imaginarlo como un sistema de alarma que nos alerta de que corremos el
riesgo de sufrir pena, vergüenza o abandono. Es como si el crítico interno
pidiera auxilio. “¡Estoy en una situación de emergencia; por favor ayúdame
porque no puedo manejarla!”
El crítico interno puede
asumir una función diferente. En esencia, puede convertirse en un vocero de
nuestra vulnerabilidad. Al descubrir el significado de sus ataques no nos
golpea de la misma manera. Aprendemos a enfrentar los problemas subyacentes que
le preocupan y a cuidar de él de otra manera.
Tomado de : Rev UNO MISMO. 1994. No. 138
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