Jiddu
Krishnamurti
Me gustaría hablar acerca de algo con lo cual es posible
que algunos de ustedes no estén muy familiarizados; es la cuestión de vaciar del
miedo a la mente. Quisiera investigar esto bastante a fondo, pero no con demasiados detalles, porque los
detalles puede aportarlos cada uno por su
cuenta.
¿Es posible para la mente vaciarse
por completo del miedo? El
miedo, de cualquier clase que sea, engendra ilusión; embota la mente, la torna
superficial. Donde hay miedo, es obvio que no hay libertad, y sin libertad no hay amor. Y casi todos experimentamos alguna forma de miedo: miedo a la oscuridad,
a la opinión pública, a las serpientes, al dolor físico; miedo a la vejez, a la
muerte. Tenemos, literalmente, muchísimos miedos.
¿Es posible, entonces, estar totalmente libres del miedo?
Podemos ver qué le hace el miedo a
cada uno de
nosotros. Nos hace mentir, nos corrompe de diversas maneras, torna a la mente vacua,
superficial. Existen en la mente rincones oscuros que jamás pueden ser investigados y expuestos mientras uno esta atemorizado. Es normal, sana
la autoprotección; es sano el impulso
instintivo de mantenernos alejados de una serpiente venenosa, de retroceder ante un precipicio, de evitar caer bajo un
tranvía, y así sucesivamente. Pero estoy hablando de la autoprotección psicológica, la cual nos hace tener miedo a la enfermedad,
a la muerte, a un enemigo. Cuando procuramos realizarnos en alguna forma, ya
sea mediante la pintura, la música, mediante la relación o lo que fuere, siempre
hay miedo. Por lo tanto, lo importante es tomar conciencia de todo este proceso
en uno mismo, observar, aprender al respecto y no preguntar cómo podemos librarnos
del miedo. Cuando lo único que queremos es librarnos del miedo, encontraremos
medios y arbitrios que nos permitan escapar de él, y así jamás podremos
liberarnos verdaderamente del miedo.
Si
ustedes consideran qué es el miedo y la manera de abordarlo, verán que, para la
mayoría de nosotros, la palabra
es mucho más importante que el hecho. Tomemos la palabra soledad. Entiendo por esa palabra la sensación de aislamiento que
súbitamente se abate sobre uno sin razón aparente alguna. No se si alguna vez
les ha pasado esto. Aunque uno pueda estar rodeado por su familia, por sus vecinos,
aunque pueda estar paseando con amigos o viajando en un autobús atestado, experimenta
de pronto una sensación de completo aislamiento. El recuerdo de esa experiencia
hace que uno tema al aislamiento, la soledad. 0, por estar apegados a alguien que muere, sentimos que nos hemos quedado aislados, solos. Al sentir eso,
escapamos mediante la radio, el cine, o recurrimos al sexo, a la bebida, o
acudimos a la iglesia, adoramos a Dios. Ya sea que vayamos a la iglesia o
tomemos una píldora, se trata de un escape, y todos los escapes son, en
esencia, la misma cosa.
Ahora
bien, la palabra soledad nos impide alcanzar una comprensión completa de ese
estado. La palabra, al asociarse con la
experiencia pasada, evoca el sentimiento
de peligro y engendra temor; en consecuencia, tratamos de escapar. Por favor, obsérvense a si mismos como en un espejo, no se limiten a escucharme, y verán que para la
mayoría de nosotros la palabra tiene un significado extraordinario. Palabras
como Dios, comunismo, cielo, infierno, soledad,
esposa, familia, ¡que influencia
asombrosa ejercen sobre nosotros!
Somos esclavos de tales palabras, y la
mente que es una esclava de las palabras jamás esta libre de temor.
Estar
consciente del miedo y aprender sobre el miedo en uno mismo implica no interpretar ese sentimiento en
palabras, porque las palabras se asocian con el pasado, con el conocimiento; y,
en el propio movimiento de aprender acerca del miedo, de aprender sin
verbalizar, o sea, sin adquirir conocimientos al respecto, uno encontrara que la mente se vacía por completo de todo temor. Esto significa que es preciso investigar a mucha profundidad
dentro de uno mismo, dejando de lado todas las palabras; y cuando la mente
comprende todo el contenido del miedo y, por lo tanto, esta desprovista de
miedo —tanto del consciente como del inconsciente—, surge un estado de
inocencia.
Para la mayoría de los cristianos, esa palabra inocencia
es tan solo un símbolo; pero yo hablo
de encontrarse realmente en un estado de inocencia, el cual implica no sentir
temor alguno. Por lo tanto, la mente esta por completo madura —instantáneamente,
sin que en ello intervenga el paso del
tiempo—. Y eso solo es posible cuando
hay atención total, percepción alerta de cada pensamiento, de cada palabra, de
cada gesto. La mente esta atenta sin la barrera de las palabras, sin
interpretación, justificación ni
condena. Una mente así es luz para sí misma, está libre de miedo.
2 de agosto de 1962
Tomado de: Krishnamurti, J. (1995). Sobre el miedo.
EDAF:Barcelona
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