Eduardo
Carlos Juárez López
Maestría en Psicoterapia Gestalt
Adultos
4° semestre
Contacto, fronteras y confluencia son
los tres principios básicos que resonaron en mí durante el curso introductorio
a la Gestalt
llevado a cabo hace un par de semanas. Retomando algunas lecturas anteriores
pude unificar mis ideas obteniendo un concepto más generalizado de cómo
interactúo con el mundo. Me parece importante conocer algunas formas para
mejorar mis relaciones desde el punto de vista Gestáltico y partiendo de que
somos seres sociales que compartimos un mismo ambiente pienso que es importante
tener delimitado mi espacio antes de salir al encuentro de los demás.
No fue mi primer encuentro
con la Gestalt ,
debido a que vivencié dos procesos profundos de terapia que en buena manera
influyeron para tomar la decisión de entrar a la maestría y convertirme en
aprendiz de terapeuta. En el transcurso del primero de ellos sentí una fuerte
empatía por la profesión debido a que siempre tuve la sensación de estar
aprendiendo algo más que calmar mi ansiedad. Gestalt me significa un contacto
continuo en el que puedo disfrutar el mundo mejor que antes porque me doy
cuenta de muchas cosas. Me di cuenta que aunque había vivido y aprendido mucha
teoría al respecto me faltaba vivenciarla en la aplicación a otra persona para
tener una visión completa.
Durante el tiempo que
llevo estudiando la maestría comprendí mejor la doctrina holística que dice que
el hombre es un organismo unificado entre mente y cuerpo. Observo que ha habido
muchos avances en lo que respecta al conocimiento y cuidados del segundo en
contraste con lo que se sabe del primero cuando menos en la parte occidente del
mundo en la cual vivo. Conceptos como Gestalt, sus creadores, tendencias e
historia me permitieron integrar muchas definiciones sueltas que había
investigado anteriormente, sin embargo el concepto que llamó mi atención
resonando con toda mi historia de vida es el de frontera. Desde niño he
escuchado la frase coloquial “cercas más altas mejores vecinos” entendiendo que
mientras mejor esté marcado el límite entre propiedades las relaciones serían
mejores. Vivo en un país donde la gente acostumbra a decir “mi casa es tu casa”
como una manera amable de hacer sentir cómodo a la otra persona creando así un
discurso confluyente en que las fronteras parecen diluirse. El hecho de que en
realidad el espacio en que vivimos sea una de las cosas que cuidamos más
celosamente hace que muchas veces sean los abogados quienes se encarguen de
pelear por nuestros límites. Si a esto le añado otras frases como la de “el que
se enoja pierde” que subestima al enojo como herramienta poderosa para
delimitar las fronteras propias puedo decir que nuestra sociedad ejerce una
gran presión hacia la necesidad de preservar nuestro espacio físico y
emocional. Como estudiante de psicoterapia estoy dedicado a observar la
interacción del organismo con el ambiente siendo la confluencia el mecanismo
por el cual las fronteras entre ellos se borran. Me queda claro que para que un
encuentro entre dos personas sea más enriquecedor las fronteras deben de estar
muy bien marcadas, facilitando así la flexibilización de las mismas.
Regresando al curso
introductorio la actividad vivencial de mayor impacto para mí fue cuando nos
vendaron los ojos. El hecho de explorar cada una de las partes de mi cuerpo me
hizo sentir cómodo y contento pues fueron actividades que aprendí en terapia
para disminuir mis niveles de ansiedad al conectar mi mente con mi cuerpo
previo a algún concierto importante. Cuando llegamos a la cabeza sinceramente
pensé que el ejercicio terminaría siendo mi mayor sorpresa cuando la
facilitadora nos pidió que intentáramos salir de nuestros lugares y explorar el
espacio que no podíamos ver. De inmediato me empezaron a sudar las manos, me
empecé a sentir nervioso pues ya me había familiarizado con el lugar y tenía
miedo de explorar nuevos lugares. En el momento no consideré el hecho de que
fuera un lugar seguro, un salón chico lleno de compañeros en mi misma situación
y dos maestras en continua observación que me anticiparían cualquier movimiento
en falso. Sin embargo tuve una percepción diferente, me sentí como astronauta
dejando el planeta tierra emprendiendo el viaje al desconocido espacio exterior
que parece no tener fondo. Mi angustia creció cuando la facilitadora nos invitó
a explorar más allá de nuestro lugar lo que yo experimenté como moverme más
allá de mi frontera. Esto es un tema muy fuerte para mí, cuando era adolescente
me gustaba mucho viajar solo, conocer lugares diferentes y lejanos donde nadie
me conocía empezando a hacer amigos inmediatamente, recuerdo esa sensación de
libertad y la energía que me empujaba a salir a lo desconocido, sin embargo, de
pronto me dio miedo a estar solo debido a que estaba en confluencia total con
mi entonces novia. En terapia descubrí que esta confluencia estaba enraizada al
temor de ser rechazado y quedarme solo. El lado de mi frontera se borró no
respetando mis límites en mi relación tanto que en vez de parecer dos personas
enteras figurábamos como dos medias naranjas pegadas. Ahora entiendo la
relación de pareja como dos enteros completos y no dos medios “Seres
individuales que no son perfectos pero están a gusto consigo mismos y que en
vez colgar sus carencias en el otro lo enriquecen” (Santibáñez, 2009).
Ahora vivo solo,
experimentando una nueva construcción de límites, permitiéndome explorar nuevas
cosas y moviéndome más allá de mi zona de confort. Puedo concluir que mientras
mejor dibuje y establezca mi espacio me aventuraré con más confianza hacia el
encuentro de nuevas vivencias. En el ejercicio tardé en animarme a salir pero
finalmente me armé de valor para intentarlo y me dio mucho gusto cuando
encontré la mano de otra compañera y la empecé a tocar. Una vez que agarré confianza
me moví más rápido y empecé a buscar el contacto con otras manos.
Entiendo a la Gestalt como una energía
que me mueve hacia la experimentación de un mundo real, obteniendo habilidades
para relacionarme con los demás, actividad vital en el mundo del cual soy
parte. El contacto es una herramienta poderosa que permite delimitar mi
frontera que en conjunto con mis habilidades de flexibilizarla apropiadamente
da como resultado una relación sana entre mi yo y el ambiente. Ahora me queda
más clara la manera en la que mi miedo por estar solo se fue creando; al
principio era un organismo autónomo pero mis creencias negativas acerca de las
fronteras hicieron que éstas desaparecieran por temor ser rechazado lo que
eventualmente me hizo caer en confluencia borrando los límites que me definían.
Puedo aprovechar la vivencia del duelo para reconstruir las aduanas de mi
corazón, mejorando mi interacción con el sexo opuesto y con las personas de mi
ambiente en general. Con ayuda del contacto y mi darme cuenta podré delimitar,
ampliar y flexibilizar mi frontera en caso de ser necesario. Tendré que
desmenuzar las creencias aprendidas en mi infancia sobre el tema para
finalmente integrar lo que he aprendido en manera teórica. A respecto me viene
a la mente una frase que escuchaba todos los sábados en las misas de boda: “El
amor disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, soporta sin
límites” (San Pablo a los Corintios 13:6-9)
Bibliografía
Perls, F. (1992) Mecanismos neuróticos.
En El enfoque guestáltico. Cuatro vientos: Santiago de Chile
Salama, A. Codependencia en la pareja.
Disponible en: http://www.youtube.com/watch?v=1LguxGvZgrg&feature=player_profilepage
antibáñez, J. (2009). Dos medios o dos
enteros. Psychologies Magazine México vol. 10 Agosto.
San Pablo. (1990). Carta a los
corintios. En Biblia Latinoamericana. Buena Prensa
Shub, N. (2010) Peleando con el tigre:
trabajo con introyectos. En La psicoterapia Gestalt en el tratamiento de la
neurosis. CEIG: Xalapa, Veracruz.
*Ensayo elaborado en el primer
semestre.
9 de Septiembre de 2011
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