Gustavo Bello
Depto. de Mercadotecnia
CESIGUE
En la actualidad mucho se habla de una
sobre exposición a los medios masivos y la manipulación de los profesionales
del marketing en el consumo innecesario de productos y servicios, generando así
un consumismo que convierte a la sociedad en un buscador constante de
satisfactores temporales y desechables, que incluso no se limita a productos
tangibles, sino a ideas, personas e incluso valores y sentimientos.
Todo esto es una aseveración
demasiado aventurada, y que no depende directamente del marketing, ya que esta
área lo que hace es identificar las necesidades del consumidor, para
satisfacerlas a través de deseos y convertirlos en oportunidades rentables.
Pero entonces qué es primero, la necesidad latente o el deseo ofrecido.
El marketing se apoya en
diferentes ciencias para desarrollar su función principal, una de éstas es la
psicología, de hecho el marketing es de cierta forma una psicología aplicada a
la comercialización. Por lo tanto, uno de los elementos que toma en cuenta son
las resistencias de contacto para identificar esas necesidades y buscar la
forma de satisfacerlas.
Pero, ¿cómo utiliza el
marketing estas barreras de contacto? Una de estas barreras son los introyectos
que en un sentido coloquial es meter o “tragar” sin digerir, es también
apropiarse de “algo” que no es tuyo (creencias, valores, expectativas,
deseos, sentimientos, necesidades, pensamientos). Éstos son principalmente
introducidos por tres grandes entes: los papás, la escuela y la iglesia. Por tal motivo se adoptan como si
todo esto fuesen creencias propias, sin cuestionarlo ni analizarlo, pero
gracias a la repetición y el tiempo pareciera que ya es parte del propio
individuo, como algo “genético” y no es así.
Algunos ejemplos son “los
niños de azul y las niñas de rosa”, “los niños no lloran”, “tienes que ser
obediente”, “si repruebas eres un burro”, “Las niñas ‘decentes’ no enseñan los
calzones”; este tipo de conceptos, expresiones y comportamientos, que van
limitando el crecimiento a través de culpa, miedo, limitaciones, etc. El
problema viene cuando el individuo cuestiona estas ideas y quiere cambiarlas
pero son más fuertes que él.
Aquí es donde entra el
marketing, ya que identifica estos introyectos y los transforma en
oportunidades rentables. Esto pasa con los colores en los objetos como
celulares, cuando sacan la línea de mujeres. En realidad es exactamente el
mismo producto, lo único que cambia es el color, o en el caso del tinte para
caballeros que cambia el nombre y el empaque, pero el producto sigue siendo el
mismo que el de las demás. Un ejemplo más claro es lo que hace Disney a través
de películas de “princesas” y toda la comercialización que hace a través de la
generación de esta idea. Este tipo de producto aunque el usuario son las niñas
que tienen el deseo de convertirse en princesas, el consumidor son los papás
que tienen introyectado el concepto de la bondad, inocencia y el príncipe azul
que se supone que todos debemos alcanzar, pero la realidad dista mucho de esta
idea, así que la esperanza está en sus descendientes.
Ahora bien, no todos los
introyectos son malos, por ejemplo el concepto de familia, cuidado de la salud,
protección de los animales, cuidado del medio ambiente o la fe. En estos casos
el marketing también los identifica y el manejo es un poco diferente, como el
caso de las donaciones de la Cruz Roja en el cual se apela al apoyo de los
demás, pero sobre todo a que la sociedad sepa que apoyas a otros. Por eso el
traer la etiqueta de la cruz roja en el vehículo o en la ropa refuerza el
introyecto de ayudar a los más necesitados. Mismo caso utiliza el Teletón,
donde el ser bueno, caritativo y solidario son elementos necesarios para entrar
en el concepto de “buena persona” pero lo más importante de todo es que los
demás lo respalden a partir de las donaciones que hagas.
Por lo tanto antes de
pensar que lo que consumimos es por culpa del marketing, será interesante
pensar que necesidad queremos satisfacer y sobre todo identificar a que
introyectos está atendiendo. En realidad esto no es tan fácil, aunque un
proceso terapéutico ayuda mucho a poder identificarlos y trabajarlos, después
de todo es “algo” con lo que crecimos y por lo tanto muchas veces creemos que
es como deben de ser las cosas.
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