Claudio Naranjo
¿Qué sería una educación del corazón?
Una preparación de la capacidad amorosa, para deshacer el tabú existente en
torno de esta otra palabra de cuatro letras que se ubica en la misma categoría
que las mayores groserías del idioma.
Un psicólogo que quiere
hablar sobre el amor, por ejemplo, tiene que transformar su tema para hacerlo
aceptable en la sociedad académica y llamar a su conferencia "un discurso
sobre el valor del reforzamiento positivo" o "la capacidad afectiva
como herramienta de transformación" o algo así. Pero hablar del amor a
secas se considera poco serio dentro del mundo de los valores patriarcales. El
amor carece de la seriedad que tenía dentro de los valores cristianos de otro
tiempo, o dentro de las tradiciones espirituales.
Cuando surgió el psicoanálisis
hubo un cierto reflejo en la educación. Esta se volvió un poco más permisiva,
se hicieron unos pocos experimentos radicalizados, como el de Summerhill, y se
pudieron entender diferentes balances entre la autonomía y la heteromía del
individuo. Por cierto, esto ayudó a sanear el exceso represor, pero poco: el
espíritu cristiano de la-le¬tra-con-sangre-entra sigue prevaleciendo como
modelo.
La asociación libre de
ideas —recurso fundamental del psicoanálisis, telón de fondo en la actividad
psicoterapéutica— tiene un gran potencial educacional y es desestimada por casi
todos los sistemas educacionales actuales. Abraham Maslow la recomendó como una
variante creativa de la libertad expresiva. Ella llamaba "ejercicio
taoísta de observar y compartir el flujo del pensamiento". Consistía en
hacer esto sin interferir con él, permitirse abrir ante otra persona lo que
pasa en la propia mente con espontaneidad, sin ninguna finalidad interpretativa.
Como el escritor que deja correr la mano o el pintor que dibuja lo que le va
saliendo.
El observador silencioso no
aporta otra cosa que su neutralidad y realiza un ejercicio interno de atención,
de estar presente al otro y a sí mismo. Pienso en los abismos de comunicación
que hay entre los alumnos y entre estos y quienes los educan y en las
posibilidades de airear el pensamiento de ambos mediante esta práctica. Pienso
en la posibilidad que esto otorga de llevar a la conciencia procesos que se han
ido tornando inconscientes por esa pérdida de la capacidad de estar con
nosotros mismos.
Cuando surgió la psicología
humanística hubo otro intento de importar recursos interiores a la educación y
se ratio de traer los grupos de encuentro propuestos por Carl Rogers a las
escuelas. En los procesos grupales hay una fuerza tribal, especial, que
sensibiliza a la percepción de la patología de los individuos. En la medida en
que lo patológico se da en las relaciones humanas, el grupo es un gran agente
de confrontación, un elemento sanador más allá de cualquier técnica. Es un verdadero
despilfarro de energía no usar este recurso.
Del mismo modo, hay una
amplia gama de personas de las más diversas especialidades que podrían importar
gran variedad de recursos a las escuelas y plantar nuevas semillas.
Uno de los recursos que más
se ha intentado importar es el de la conducción gestáltica. Con el nombre de
Educación Confluente, se ha capacitado a maestros y profesores para entenderse
con mayor conciencia de lo humano y para manejarse frente a personas en los intersticios
de la educación y de la instrucción.
La mayoría de las personas
vive en un implícito tabú de la expresión de lo que está pasando con ellas en
el momento presente. Cuando se adquiere esa capacidad ocurren mil cosas nuevas.
Cuando se puede interrumpir lo que pasa a nivel discursivo y decir, "aquí
esto me huele mal”, "esto me tiene incómodo”, o "me estoy aburriendo
con esta situación", acontece una liberación del contexto de las
argumentaciones prefabricadas.
Me gustaría aprovechar la
situación de estar aquí, en este rol de soñar una posible educación del futuro,
para referirme a un enfoque terapéutico no muy conocido dentro de la terapia
llamado como el método Fisher-Hoffman, proceso que no se originó en un mundo
académico sino espiritual y que tiene gran relevancia para desarticular el mal patriarcal.
Se trata de un método que, específicamente, se dirige a la integración del
padre-madre-hijo internalizados y que también se conoce como proceso de cuadrinidad
por la ambición de armonizar los cuerpos físico, emocional, intelectual y
mental.
El gran potencial de este
método es educacional ya que apunta a un saneamiento de las relaciones de la
persona con sus padres, vivos o muertos. La idea central es la misma que la del
cuarto mandamiento: el mal amor a los padres, la ambivalencia frente a ellos,
la agresión consciente o reprimida hacia ellos es lo que enturbia las
relaciones, lo que establece una cierta compulsión a la repetición y a
transferir al presente situaciones vincula-res que pertenecen al pasado. Cuando se arregla esa situación básica y se
restablece un vínculo amoroso con los padres —vinculo que la mayor parte de la
gente ni siquiera sospecha perdido o roto— se restablece la posibilidad de otro
nivel de amor: el amor a sí mismo y hacia los demás.
Lo espiritual es el otro
aspecto tabú. Cuando se produjo la división de la Iglesia y el Estado, se
secularizó la educación. Fue, como dicen los norteamericanos, algo así como
"arrojar al bebé con el agua de la bañadera". Al desprenderse la
educación de la autoridad eclesiástica y sus vicios históricos, se desespiritualizó.
Cuando hoy hablamos de reespiritualización de la educación nos referimos a
retomar la herencia planetaria, la idea de pertenecer a un cosmos sagrado. El
obispo de la catedral de San Francisco, protector del instituto Esalen en los
primeros años solía repetir: "No nos podemos permitir el lujo de ser menos
que herederos de las tradiciones del mundo entero. Nos corresponde oir a Buda,
a Confucio, a Lao Tse, a Mahoma, entender la religiosidad más allá de los
sectarismos, apreciar el mensaje de que la experiencia del espíritu es una, por
diversas que sean las vías con que se las simbolice".
Los mensajeros creadores de
religiones han ayudado tanto como los que desarrollaron ideas científicas. En
un gusano que se transforma en mariposa hay también un patrón de desarrollo
común con partes intrínsecas de la estructura del ser humano. Por muchos que
sean los caminos, las mariposas son mariposas. Hoy nos urge dejar de ser
gusanos. Los gusanos solo devoran, no vuelan. Necesitamos esa múltiple mariposa
que sale del plano de los gusanos. Para que haya una sociedad sana se necesitan
verdaderos individuos. No se puede hacer una casa sin ladrillos; no se puede
hacer una sociedad sin yoes. No hay
trascendencia del yo sin un yo, sin el verdadero yo, el yo profundo. Para
que exista esa capacidad de sentimiento de la humanidad necesitamos
autorrealización.
En la tradición judía se dice
que, en los tiempos del Mesías, todos los misterios se predicarían desde los techos.
Ese momento ha llegado. Los mesías
aparecen bajo innumerables manifestaciones. Una de ellas es que el Libro
tibetano de los muertos se publique en ediciones de bolsillo. Otra, que muchos
buscadores espirituales, no profesores que aprendieron un ramo más, estén
acercándose a la docencia. Necesitamos que muchos de ellos compartan sus
visiones. Necesitamos que el pensamiento espiritual llegue a las jóvenes generaciones
no como algo sólo teórico sino como un workshop vivencial, como un laboratorio
de relaciones humanas en que se puedan degustar los ejercicios espirituales de
los distintos orígenes, realizar ejercicios prácticos a partir del silencio
interior, la devoción…
En la unidad evidente que
existe más allá de todas las tradiciones hay un conocimiento transistémico y
transcultural que, desplegado en las escuelas, puede oficiar como una
iniciación en el sentido más etimológico de la palabra: una introducción a un
nivel nuevo de experiencia y práctica para poder elegir un camino. Necesitamos
que esto se haga antes de que nazca el filósofo interior que todos
desarrollamos más o menos en la edad escolar, y que termina lavándonos los
cerebros.
A cualquier edad, la educación
necesita abarcar: la adquisición de conocimientos, estructurar la inteligencia,
desarrollar facultades críticas, desarrollar el conocimiento de sí mismo y la
conciencia de las propias cualidades y limitaciones, aprender a vencer los impulsos
indeseables y el comportamiento destructivo, despertar permanentemente las facultades
creativas e imaginarias, aprender a desempeñar un papel responsable en la vida
de sociedad, aprender a comunicarse, ayudar a las personas a adaptarse y
prepararse para el cambio, permitir que las personas recuperen la concepción
global del mundo y formarlas para que sean operativas y sepan resolver
problemas.
Me gustaría llamar la
atención permanentemente sobre este fenómeno para romper la inercia que domina
a las instituciones educativas. Por ser científicos hemos limitado el cálculo
de nuestros intereses a lo que la ciencia ha llegado a abarcar y así hemos
caído en uno de los juegos patriarcales del cientificismo, en la tiranía de lo
que se puede medir, ver, tocar.
Del mismo modo que el
renacimiento llevó a los especialistas a las escuelas, tenemos que atraer a lo
que se llama la instrucción a un grupo de personas que está bastante desocupada
—porque no ha intentado estar muy ocupada tampoco, porque ha estado tal vez
demasiado ocupada consigo misma. Ellos son los buscadores, la gente del
creciente movimiento existencial de la búsqueda, gente de distintos nombres,
pertenecientes a las más diversas corrientes dentro de la psicología y la
espiritualidad.
En el siglo pasado, cuando
Nietzsche decía que Dios estaba muerto, quería decir que Dios estaba muerto en
la mente de la gente. Para hablar los idiomas del cosmos es necesario
redespertar la sed. Muchos hombres están siendo tocados por este llamado y van
dejando de lado sus antiguas vidas naciendo a algo nuevo, experimentando
distintos grados de un nacimiento espiritual. El proceso es contagioso. Va más
allá de lo académico. Este es el mensaje que subyace en la llamada psicología
transpersonal.
Es necesario que todos
aquellos a quienes estas nociones nos resultan obvias digamos al mundo que ya
es hora de que la educación expanda sus límites y retome su función original,
su función afectiva, su función reunificadora con el sentido de la búsqueda
permanente. Mañana será tarde.
Claudio
Naranjo habló de 'La educación en el contexto del nuevo paradigma" durante
la apertura del I Simposio del Hombre, realizado en Toledo, España, el 2l de
noviembre pasado. Juan Carlos Krelmer editó este texto a partir de registros
tornados en esa conferencia.
Tomado de:
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