Dra. Guadalupe Amescua V.
Directora CESIGUE
Cuando una pareja se conoce pasa
primero por la fase de enamoramiento: todo se ve “color de rosa”, o sea, todo
lo que el otro haga nos parece maravilloso,
el umbral de tolerancia es muy alto, lo que lleva a que muchas cosas no
se vean, y aquellas que son obvias, de inmediato se disculpan con todo tipo de
pretextos. La actitud hacia el otro es
de tolerancia, aceptación y amor. La mirada se centra en lo positivo.
Sin embargo, en la medida
en que va pasando el tiempo, la balanza tiende a irse hacia el lado
contrario. El umbral de tolerancia se va
volviendo mínimo. Se empiezan a ver una
serie de cosas y actitudes del otro que molestan, que disgustan, y hacia las
cuales se reacciona con actitudes que van desde el rechazo, la agresión o hasta
el odio.
Cuando una pareja entra en
esta dinámica es muy difícil salir de ella, y cada vez se van quedando más y
más atorados en ver lo negativo del otro, quedando perdidos en esta dinámica y siendo
muy difícil de detectar las razones que hacen que la distancia sea cada vez más
abismal en la pareja.
La mirada se dirige a los
detalles que molestan, que se consideran negativos en el otro, y por si esto
fuera poco, la interpretación que se hace de los actos del otro es cada vez más
negativa. Si uno no cierra la puerta, o
se le olvida hacer algo, o si no contesta de inmediato el celular…….. TODO es
tomado de la peor forma. Se piensa que
el otro lo hizo a propósito, que: “no te
importo”, que “por algo no me contestas el celular, tal vez estás con otra
persona”, “si cierras la puerta es para
que yo no entre”. Como estas son las
interpretaciones que se hacen, entonces la respuesta se da como una reacción a
ellas.
Las respuestas pueden ser
básicamente de dos tipos: agredir o
retirarse. Si se agrede, puede
reclamarse, gritar, o hacerle cosas similares al otro: “si no me contesta el teléfono, ahora yo
tampoco lo voy a hacer”…. Cuando la
respuesta es retirarse, entonces se pueden dejar de hablar por varios
días, dejan de hacer cosas para el otro,
etc. Con ambas respuestas el ciclo de
agresión y de malos entendidos se hace cada vez mayor.
La mayoría de las veces la
pareja no tiene la capacidad de ver lo que le pasa al otro, cómo se
siente. Solamente se centran en su enojo
y en su dolor. Y tampoco tienen la
capacidad de verse a ellos mismos, de pensar en “de qué forma he contribuido
para estar en donde estamos”. Se ven
todos los errores del otro, y se justifican los propios de forma exagerada.
El resultado es que la
pareja se va alejando. Ambos se
sienten lastimados, no comprendidos, y sobre todo, no queridos. Con lo cual el amor se va muriendo, el
enamoramiento se pierde.
¿Cuál puede ser el camino
de retorno? No es fácil
ciertamente. En primer lugar, es dejar
de ver lo que el otro hace mal, centrarse en las cosas positivas y
reconocerlas. Sólo por hoy, no reclamar,
dejar pasar por alto cosas que en realidad no tienen mayor importancia. Si no
contesta el celular a la primera, enviar un mensaje amable simplemente, -sin
reclamos-
Agradecer al otro aquellas
cosas que pueden ser positivas –como se hacía al principio de la relación- sin armar líos y pleitos por cosas
irrelevantes.
Muchas veces cuando salgo
de trabajar, mi esposo me espera en el auto, y aunque trato de salir puntual,
siempre hay algo que me retiene: una llamada, algo de última hora que
resolver… voy bajando al auto a veces
hasta media hora después. Cómo le
agradezco a mi pareja que me reciba con buen modo, que no mencione mi atraso,
que me empiece a hacer conversación sobre asuntos cotidianos. Esto nos permite estar de buen humor,
tranquilos y sintiéndonos cerca. A mí,
me hace sentir comprendida y apoyada, agradecida con su actitud.
Si por el contrario, me
recibiera con una mala cara acompañada de un reclamo, yo podría justificarme, o
hasta buscar la forma de atacarlo y sacar a relucir alguna vez que él haya
hecho alguna cosa que me molestara. Empezaría
el pleito, nos iríamos disgustados y la distancia iría creciendo entre
nosotros.
En realidad no es tan
difícil, sólo hay que tratar de ser AMA-bles con nuestro compañero, con la
persona con quien vivimos y a quien amamos.
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