Una
meditación para transformar el juez interior en aliado
Eloise
Ristad
Rev. UNO
MISMO
Experimenta un poco con esto. Cierra
los ojos y mira a tu propia colección de jueces. Vas a encontrar a estos
sombríos personajes con relativa facilidad. Son las figuras de autoridad que te
imponen estrictas reglas –son los que te ordenan innumerables misiones de
deberes, en vez de hacerte saber lo que tu realmente necesitas y quieres. Estos
son los personajes que tratas de expulsar de tu conciencia, pero que se aferran
a ella con obstinación de niños consentidos. Son ellos los que te producen esa
vaga e incómoda sensación en el estómago cuando no cumples con sus normas
invisibles, cuando te has comportado de una forma un poco ridícula, o cuando has tenido una fantasía
encantadoramente perversa. Son esas criaturas que aparecen oscuras y
amenazadoras cuando te das cuenta que eres bastante peor de lo que realmente tu
ego parece en público.
Deja
que tus jueces tomen la forma que quieran. Casi todos tenemos acceso inmediato
a estas figuras tenebrosas que son compañeros tan fieles. Júntalos a todos.
Retira de tu hombre derecho al que se cree superior, luego sacúdete de tu
hombro izquierdo al que es condescendiente, y después ve si hay alguno que te
esté amenazando directamente desde arriba. Ponlos a todos frente a ti con
firmeza, y míralos. Sólo míralos.
Mientras
los miras, siente su poder. Siente el efecto que tienen en tu estómago, en tu
pecho, en tu frente, en tu mandíbula. Nota qué partes de la lengua te están
haciendo presionar. No trates de relajarte –sólo siente, físicamente y
emocionalmente, el poder de estos jueces.
Permítete
familiarizarte completamente con las sensaciones que estás teniendo. Estas
sensaciones se van a transformar en un punto de referencia en el futuro, así
que permítete sentir curiosidad por ellas. Es posible que te hayas dado gran
trabajo y maña para huir de estos sentimientos; ahora tu tarea es descubrir
todo lo que puedas acerca de ellos.
Cuando
hayas logrado sentir la naturaleza de tus jueces tan plenamente como puedas,
déjalos por un momento. Respira y trae a tu plexo un poco de luz o energía…
Permite que cada inspiración intensifique esa energía… Lentamente, déjate
expandir con cada inspiración, con cada pequeño hálito de esta energía
interior… Siente cómo la energía se trasmite de tu plexo a tu pelvis, a tus
muslos, rodillas, piernas, tobillos y talones, hasta terminar todo este
recorrido en la punta de los dedos de tus pies… Siente tu contacto con el
suelo- con lo que le sirve de apoyo a tus pies… cómo sube la energía desde tu
plexo, llenando tu pecho, tu cuello, hasta la coronilla de tu cabeza, y a lo
largo de tus brazos, muñecas y dedos… Permítete cambiar de pequeño y vulnerable
a creciente y poderoso… Siente tu cuerpo, siente tu respiración, siéntete a ti mismo y disfruta la intensidad de
estas sensaciones.
Ahora vuelve a tus jueces.
Míralos otra vez cuidadosamente. Sigue sintiendo tu cuerpo, tu respiración, y
la sensación de poder que tienes. No trates
de sentirte poderoso sino simplemente sintonízate con cualquier sensación de
poder que esté ahí.
¿Tus jueces tienen los
rostros de personas conocidas de tu vida diaria? ¿Tal vez de tus padres, de tus
profesores, de algún sacerdote, rabino o gurú? ¿Estos rostros se confunden con
tu cara de desaprobación y tu conciencia? Descúbrelo. Sigue con tus
percepciones y continúa sintiendo tu propio centro de poder, tu propio sentido
de ser, el derecho que tienes a ser tú mismo y no otra persona. Mientras más
profundamente te sientas, podrás afrontar mejor a tus jueces. Dialoga con
ellos. Déjalos que te digan lo que ellos quieren de ti y contéstales, en forma
clara, que tú eres solamente quien eres. Pídeles ayuda para la persona que tú
eres. Pídeles que vuelvan a hacer sus maletas y se vayan otra vez de viaje con
las expectativas que tenían para contigo.
Ahora siente tu bondad y tu
maldad; tu generosidad y tu mezquindad; tu fuerza y tu debilidad; tus talentos
y tus inhabilidades; tu laboriosidad y tu holgazanería. Siente todos los
opuestos que componen tu condición de ser humano. Siente el poder que tienen
estas fuerzas opuestas que están dentro de ti. Sin estos opuestos, serías tan insípido
y sin carácter como una comida desabrida.
Siente cómo ese poder en
tus opuestos va reduciendo a tus jueces interiores hasta convertirlos en
caricaturas. Deja que estos jueces hagan ahora una demostración –amonestándote
con el dedo índice, dando saltos con sus exigencias estúpidas, desplegando
infinitas listas de expectativas imposibles de cumplir. Escúchales su charla
inútil, constante y repetitiva. Pon especial atención a su tono de voz mientras
te nombran una y otra vez… Juan, Juan… Juan, Juan, Juan… Quédate con alguna de
estas voces e identifícala, para que la puedas reconocer la próxima vez que
intente entrometerse en tu vida. Ahora escucha tu nombre y apellido –Juan Pérez
(tu nombre)- y compara cómo esto se suma a la sensación que tienes de las
exigencias. Después agrégale tu segundo nombre –Juan Manuel Pérez_, y tal vez
logres sentir así que se te urge aún más.
Ahora permite que la voz
vaya cambiando y se convierta en una voz de película de dibujos animados.
Permite que se convierta en el zumbido de un zancudo que vuela en torno de tu
cabeza. Agrega el resto de tus jueces hasta que tengas un verdadero enjambre de
zancudos. Deja que tu imaginación vuele y utiliza cualquier imagen que te haga
reír, y cuando esto lo consideres suficiente, despídelos o rocíalos con
diluyente para fisca les ad hoc.
Respira profundamente, goza
este instante de descanso. Cuando los jueces retornen, ve si han cambiado;
comprueba si están un tanto confundidos o tal vez un tanto más tranquilos.
Observa cada uno de ellos con comprensión, como criaturas lamentables e
irracionales que son. Tenles piedad, incluso quiérelos un poco, porque te guste
o no, son parte de ti y posiblemente sea verdad que sus intenciones más
profundas son buenas. Pero no, gracias, no vas a comprar esa basura hoy día.
Puede que en otra oportunidad te sorprendan, pero ahora, en este momento, tú ya
conoces bien su juego. Entonces diles que se vayan, porque ahora estás muy
ocupado siendo tú mismo como para perder el tiempo con ellos. Observa a tus
jueces –personajes raídos y anticuados- cómo hacen sus maletas de vendedores
ambulantes y despídete otra vez de ellos.
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