BITÁCORA 3 DE DICIEMBRE DE
2013
MIRIAM MALDONADO ROMERO
Maestría en Psicoterapia
Gestalt, 3er semestre
TODO ESTÁ EN EL CUERPO
Recuperar el
cuerpo: el ciclo del movimiento:
En la sesión
del día de hoy busqué ese ciclo del movimiento en mí, pero no lo pude cerrar,
puedo lograr esa consciencia, sentir ese placer, esa situación gratificante que
recorre mi cuerpo, pero que pierdo en poco tiempo, no me insensibilizo, sino
que me voy a la tristeza, no encuentro en donde esta ese “clic” que me lleva al
llanto, no puedo mantener la sensación placentera mucho tiempo, sé que esto
efectivamente es una adicción que tengo, pero no logro trascenderla.
En
esta toma de consciencia, de escuchar a mi cuerpo, me he dado a la tarea de
atenderlo, he buscado ayuda y ahora puedo decir que mi hombro ha mejorado,
llevo dos semanas casi sin dolor, y aún sigo trabajando en él,
Trato
de asimilar la experiencia, reconozco que me enoja, que ya no quiero solo
experimentar la tristeza, que tengo ganas de experimentar también felicidad,
alegría, placer, que me gustaría poder viajar en esa “montaña rusa” de
emociones que sé que existen, pero que de alguna forma se bloquean en mí. Puedo y me gusta decir toda la verdad con
respecto a la experiencia que estoy viviendo, no quiero seguir mintiendo
diciendo que nada me importa ni me lastima, por supuesto que asumo mi
responsabilidad y claro que sí hay muchas cosas que me lastiman y que no me
gustan, algunas de ellas las puedo evitar y otras las puedo enfrentar, pero aún
siento que hay algo que me falta.
Me
gustaría en esta fase despertar la experiencia directa a través de los
sentidos. Y en la asimilación mantener
este estado de “despierta” en cualquier sentimiento que surja.
Tal
vez es cierto que mi adicción me lleva aún a mentir sin que yo me dé cuenta en
cada momento de qué es lo que hago para que sucedan las cosas, pero trato de
responsabilizarme de lo que siento, quiero hacer las cosas de otra manera, día
a día me esfuerzo, he dejado de responsabilizar a los demás de cómo me siento,
no quiero ceder el control de mi vida, ni dejar de lado lo que a mí me toca.
El
asumir la responsabilidad a veces no me ha gustado, me ha dolido, pero no me da
miedo correr el riesgo, pues me ha ayudado a ver la vida de otra forma, puedo
autorregularme y sentirme completa.
Siendo la protagonista principal de mi vida.
Mi
búsqueda me lleva a desear percibir mis sentimientos con toda intensidad,
quiero sentirme plena y muy viva. Sé que
aún debo afrontar cuestiones de codependencia, buscando estar en condiciones de
percibir la diferencia entre mi propia energía en movimiento y la de los demás
y al mismo tiempo mantener nuestros vínculos, mi trabajo personal me ha llevado
a darme cuenta de que sí soy codependiente, pero en el caso especial de mi hija
es hasta “necesaria y sana” para ambas,
pero no dejo de revisarlo.
La
aceptación, dirigir nuestras cargas más pesadas de vergüenza y sentimientos de
injusticia. La vergüenza vive en el
cuerpo de diferentes maneras. En primer
lugar, se traduce en una mala imagen corporal, que afecta a nuestra capacidad
para percibir adecuadamente nuestro cuerpo y sus procesos. Sí yo critico mi cuerpo constantemente. No he podido aceptarlo y amarlo tal como es,
hay tantas partes que no me gustan, quisiera que no fuera así y me frustro por
no poder cambiarlo. En el ejercicio que
realizamos como puedo enviar esa energía sufriente hacia esa parte de mi cuerpo
que menos me gusta, no lo pude hacer.
Sin
duda alguna esa huella de la injusticia la he albergado en ciertas partes del
cuerpo, causándome dolor y tensión. Y lo
más importante de todo, mi falta de amor por mí misma, ha afectado mi
respiración. Cuando yo limito mi respiración, reduzco mi capacidad de sentir,
esto me ha permitido defenderme de un dolor no correspondido o de un placer
amenazador.
El
respirar profundamente un sentimiento nos ayuda a responsabilizarnos de él como
una experiencia que generamos nosotros mismos, y no como algo que os inculcan
otros.
La
fase de aceptación es cuando reclamamos nuestra espiritualidad, nuestro sentido
de que Dios es el amor mismo y de que nuestro trabajo es ser amor, estar en
amor, ser de amor y para el amor, ojalá y esto yo lo pudiera tener a cada
momento frente a mí, pero la adicción esta aún conmigo hablándome sobre mi
carencia de amor, efectivamente necesito aprender a amarme, recuperar el amor
por mí misma y volver a aprender a amar a los demás. Aunque si tengo que reconocer que no empezaré
de cero, que ya llevo un camino andado, aún no está terminado pero por supuesto
que he cambiado y creo que nunca se terminará siempre existirá una mejora
continua.
Ahora
veo a la vida diferente con grandes posibilidades para mí, quiero tomarlas,
absorberlas y dejarme impregnar por todo lo bueno que tiene, dando nuevas
oportunidades y con el firme compromiso de ser yo misma.
Quiero
aceptarme, tomando la definición de que creer es “el acto de creer o de recibir
voluntariamente”. Cuando me acepto a mí
misma, el amor renace. Cuando nada me
hace abandonarme o herirme a mí misma, el amor está presente: me estoy amando
de la misma manera incondicional en que los padres pueden amar al hijo.
Una
de las cosas más dolorosas que podemos hacer en una relación es creer que la
otra persona es la causa de que nos sintamos de determinada manera. Esta exteriorización del control es la fuente
de la adicción.
Por
eso cuando decimos que nuestra experiencia actual no es correcta, tenemos la
tendencia a atribuir esta incorrección a una fuente externa. Durante el ejercicio que realizamos, yo no lo
siento como algo externo, estoy segura que está dentro de mí, pero aún no lo
puedo reconocer.
Cuando
nos comprometemos con nosotros mismos y con una relación creamos un diálogo,
que es una especie de intercambio de nutrición con el otro, es por ello que
parte de la lección de nuestra existencia divina es aprender a disfrutar.
Si
el amor rompe los corazones, está bien que lo haga, pues cuando dialogamos con
la vida, nuestro corazón se abre y entra en él más vitalidad, incrementando
nuestra capacidad de amar. La aceptación
crea espacio. Este deja sitio a la
transformación personal que la vida nos exige constantemente.
Esta
analogía me encantó y agradezco que mi corazón haya sido roto en tantas
ocasiones, porque ahora entiendo que ha sido para crecimiento, para que se
ensanche y le quepa aún más amor, más experiencia, más de todo lo bueno que la
vida me da.
Agradezco
el aprendizaje en la aceptación somática, nunca había visto tantas cosas tan
claras a través de mi cuerpo.
Referencia bibliográfica
Caldwell, Ch.
(1999) Habitar el cuerpo. España:Urano.
Comentarios
Publicar un comentario