Etiquetas
Angela Tormo
“No digo que no debamos
amar a los padres, porque también se puede amar a personas que nos han
perjudicado sin querer. Hay padres a los que en realidad no se puede amar y
otros bastante amables, aunque hayan cometido muchas equivocaciones”. (Erich Fromm)
A veces los
niños tienen conductas indolentes, sucias, agresivas… pero llamarles vago,
guarro o pegón no contribuirá a erradicar ese comportamiento, sino todo lo
contrario. Mientras se conserve la etiqueta de esa incapacidad, se tiene una
disculpa hecha a medida para evitar el esfuerzo. Se mantendrán en ella pues
pensarán: “si creen que soy un vago ¿para qué me voy a esforzar?” esto es la profecía autocumplida. El concepto que
los padres tienen de sus hijos es captado rápidamente por estos y condicionará
sus sentimientos personales y su conducta. Las etiquetas son muy fáciles de poner
pero muy difíciles de quitar. En la familia se refuerza muy poco el
comportamiento adecuado de los niños y se presta atención, habitualmente a lo
inadecuado.
Etiquetar a los hijos es algo que debe evitarse a cualquier precio,
pues les hace sentirse inseguros y rechazados.
Además, cuando le decimos a un niño que es “un vago”, es una
descalificación total como persona. No es lo mismo decirle que no nos gusta que
no trabaje, que deje los deberes sin hacer, que no recoja la habitación, etc.,
lo que censuramos en este caso es una manera de conducirse, un comportamiento.
Nos ajustamos a la realidad de lo que está pasando, nos centramos en un hecho
concreto, pudiendo admitir que existen cualidades en el menor. Cuando
utilizamos el eres, aludimos a toda
su persona, a todo su ser, de una manera injusta.
Los niños necesitan sentirse queridos por sus padres, seguros y
tratados con justicia. La estabilidad y actitudes futuras del adulto dependen
enormemente de la conducta y ambiente que crean los padres a su alrededor
cuando es niño. Necesitan sentirse aceptados por los demás y dar y recibir
amor.
La vivencia del fracaso de toda relación afectiva y la conciencia de
la separatividad humana, escribe Fromm, es fuente de vergüenza, de culpa y de
angustia; y el fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significará la
locura.
Adele Taber y Elaine Mazlizz, en su libro “Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y Cómo escuchar para que sus
hijos hablen” proponen unas pautas adecuadas para liberar a los hijos de
las etiquetas:
Cómo liberar a un hijo de los encasillamientos
1.
Buscar oportunidades para
mostrarle una nueva imagen de sí mismo.
2.
Ponerle en situaciones en las
que pueda verse de otra manera.
3.
Intentar que le oiga cuando
diga algo favorable sobre él a otra persona.
4.
Ejemplificar el comportamiento
deseado.
5.
Ser la memoria viva de sus
momentos más inspirados.
6.
Cuando actúe según la vieja
etiqueta, expresar nuestros sentimientos y/o expectativas
Referencia Bibliográfica
Tormo, A. (2008). Esto, eso, aquello… también pueden ser
malos tratos. Desclée De Brouwer:España.
Comentarios
Publicar un comentario