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La relación interpersonal en la educación


Ana María González Garza

La comunicación juega un papel de primera importancia en la interacción humana y en el aprendizaje significativo. A partir de su contacto con el existencialismo y más específicamente con la obra Kierkegaard de J. Dewey y su encuentro con Martin Buber en la década de los cincuenta, Carl Rogers pone énfasis especial en la relación interpersonal como piedra angular de los procesos de desarrollo y aprendizaje. En sus primeros escritos de los años cuarenta, cuando planteaba su teoría de la no directividad, Rogers describía el tipo de relación terapéutica cuyas características principales eran las siguientes:

1.    Una relación emocional entre el cliente y el orientador, la cual implica un vínculo caracterizado por una acogida cálida, respetuosa y abierta, así como un compromiso emocional clara y nítidamente delimitado.
2.    Una relación permisiva en cuanto a la expresión de los sentimientos, lo cual significa aceptación, comprensión y no evaluación de los sentimientos expresados por el cliente.
3.    Una relación estructurada y con límites claros. Los objetivos de estos límites, necesarios en toda relación humana, son la no aprobación de conductas destructivas y proteger la independencia e intimidad de la vida del orientador. Los límites también incluyen los afectos y las actividades del orientador, el cual debe poner una barrera a sus propios sentimientos para que el cliente sea más independiente y libre. Asimismo, en relación con el orientador, estos límites le dan a la relación un toque impersonal. Por lo general, el cliente se refiere a su “relación con el orientador”, no a una interrelación orientador-cliente.
4.    Una relación libre de todo tipo de presión o coacción; es decir, el orientador no debe interferir en los sentimientos y las decisiones del cliente.  Al orientador le corresponde crear una atmosfera de calidez, aceptación, seguridad y libertad, y al cliente despojarse de sus defensas y ser el protagonista del proceso.

Posteriormente Rogers le da mayor importancia a la relación interpersonal, al grado de hacer innovaciones en su concepción de la manera en que el orientador debe comportarse en su relación con el cliente.

El encuentro con M. Buber en 1957 confirma en Rogers la importancia del carácter subjetivo interpersonal en la relación terapéutica. En su libro El proceso de convertirse en persona, Rogers recuerda su diálogo con Buber, en el cual éste le habla sobre su concepto de “confirmar a la persona”, que significa aceptar todas las potencialidades del otro.

Puedo descubrir en él, identificar en él, a la persona que pudo ser desde su creación. Lo confirmo en mí mismo y después en él, en relación con estas potencialidades que ahora pueden desarrollarse y evolucionar. (Rogers,1972)

En la cita anterior, Rogers se refiere a un encuentro profundo, en un nivel de intensa subjetividad, en un diálogo yo-tú en creciente profundización.
La relación de ser impersonal se convierte en una relación interpersonal.

A la larga, la cualidad de encuentro personal es lo que probablemente determina la medida en que éste será una experiencia que promueva el crecimiento y desarrollo. Creo que de manera mediata la cualidad en mi encuentro personal es más importante que mis conocimientos escolares, mi formación profesional, mi orientación en el consejo, las técnicas que utilizo en la entrevista. (Rogers,1962)

Así, Rogers afirma que la terapia es un encuentro auténticamente personal y que lo más valioso de ella no es la técnica, sino el arte, la autenticidad y genuinidad del orientador. La relación deja de ser un producto exclusivo de las actitudes del orientador o de las cualidades del cliente y surge como un producto de la interacción de ambos.

El concepto de “confirmar a la persona”, de M. Buber, se refiere a la reciprocidad de la relación, mutualidad de la acción, la presencia vivificada de las personas que se relacionan en un nivel de igualdad y equidad. La relación tú-yo, distinta de una relación yo-esto, es la base de la teoría de Rogers, quien nos dice:

El yo de la relación yo-esto, el yo para quien no se anima ningún tú concreto, pero que se ve rodeado de una multiplicidad de contenidos, no es otra cosa que pasado, nunca es un presente. En otras palabras en la medida en que el hombre se siente satisfecho con las cosas que experimenta y utiliza, vive el pasado y su instante queda desnudo de presencia. Solo posee objetos… (Rogers, 1962)

Según Buber, la relación yo-tú nace de una unión natural, de una presencia recíproca o de amor, en una vivencia especial a la que llama “magia de la vida”.

Por lo general, el acto esencial que crea aquí la inmediatez es interpretado en términos de sentimientos y, por esta razón, despreciado…el amor es una radiación cósmica. Para quien habita en el amor, para quien contempla desde el amor, los hombres se liberan de todo lo que los mezcla con la confusión universal.
La causa que nos hace decir tú, no es ya el instinto de autor, sino el instinto de la unión. Este instinto es mucho mayor de lo que pueden imaginarse los libidinosos: es el deseo de ver cómo el mundo se transforma en una persona presente ante nosotros; una persona que viene a nosotros como nosotros vamos hacia ella; que nos elige y nos conoce como nosotros la elegimos y la conocemos; que se confirma en nosotros al igual que nosotros nos confirmamos en ella. (Buber,s/f)

Rogers se siente entusiasmado y confirmado por el pensamiento de Buber, con base en el cual afirma:

Una verdadera comunidad y una organización común con sello de autenticidad sólo pueden darse en la medida en que los individuos sean reales, ya que en su existencia responsable se remueven las cosas públicas o comunes. (Buber,s/f)

La congruencia sólo puede darse en una relación interpersonal, en un encuentro entre un yo y un tú reales. Ser congruente, es establecer una relación autentica con el otro, “entrar en un encuentro interpersonal con el cliente, en el que nos relacionamos con él sobre una base estrictamente personal”.

Las características que Rogers planteaba en los años cuarenta se modifican en cuanto a los limites afectivos del orientador, quien deja de ser el espejo impersonal que refleja, acogía y aceptaba al cliente, para convertirse en un ser humano real y total que entabla las relaciones interpersonales con sus clientes. Las actitudes de comprensión, consideración positiva incondicional y autenticidad o congruencia se convierten en las características básicas de esta relación.

En el campo de la educación, la relación interpersonal maestro-alumno se contempla como el elemento esencial para facilitar el aprendizaje significativo. La relación yo-tú (maestro-alumno/alumno-maestro) supera el concepto del maestro como un objeto lejano a quien se teme y obedece, así como el concepto del alumno como el objeto que almacena datos e informaciones.

Tomado de:
González,A.M. (1987). El enfoque centrado en la persona. Aplicaciones a la educación. Trillas:México




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