Una mujer muy correcta se acercó a mí al terminar una conferencia. Ya sabrán ustedes lo que quiero decir con <<correcta>>: su peinado era impecable, su ropa combinada a la perfección, etcétera. <<El año pasado asistí a uno de sus seminarios –me dijo-. De regreso a mi casa, no podía dejar de pensar en mi hijo de dieciocho años. Todas las noches, cuando volvía a casa, lo encontraba sentado en la cocina con una camiseta gastada y horrible, regalo de una de sus amigas. Siempre temía que, si los vecinos lo veían, pensarían que no podíamos vestir a nuestros hijos de forma adecuada. <<Él simplemente se quedaba allí, sentado con sus amigos. –Cuando aquella mujer dijo “amigos”, su rostro reflejó su desagrado-. Todas las noches lo reñía, sobre todo por aquella camiseta. Una cosa lleva a otra y… Bien, ésa era nuestra relación. <<Pensé en el ejercicio sobre el final de la vida que realizamos en el seminario. Me di cuenta de que la vida es un regalo, un regalo ...