Psict.
Diana Loyo Rodríguez
Maestría
en Psicoterapia Infantil
Especialidad
en Terapia de Pareja
Cuando llega un asaltante con cuchillo
en mano o pistola, lo más natural–a menos que seas Bruce Lee- es tener miedo y
no hacer algo “heroico” por salvar tus pertenencias. Ese es un miedo que
preserva la vida.
Si en tu
trabajo te ofrecen irte a otro lugar con mejoras en las
condiciones laborales y no aceptas porque –aunque quieres ir- piensas “no sé
qué haría allá” “no conozco lo que me espera”. Ese es un miedo que entorpece la
vida.
Si siendo
niño y llega tu papá alcoholizado y sabes que cuando llega le gusta tirar
golpes, seguramente te esconderás. Ese es un miedo que preserva la vida.
Si te
gusta una chava y no puedes decírselo por miedo a que te diga que no. Ese es un
miedo que entorpece la vida.
El miedo
es una sensación de angustia ante un peligro real o imaginario…lo imaginario en
la mente se convierte en algo real, tanto que los cambios en el cuerpo pueden
ser medidos: taquicardia, sudoración, opresión en el pecho, alteración en la
conducta, incluso, falla en el control de los esfínteres. El miedo no es bueno,
ni malo; sólo es.
Lo que nos
daña se fija más que lo que nos da placer, es una manera de cuidarnos y
protegernos. Si cuando toqué la plancha caliente me quemé el dedo, de ahora en
adelante estaré muy, muy alerta para que no me vuelva a ocurrir… porque me
dolió. (Y sí duele una quemada de plancha)
Así que el
miedo es una respuesta que me invita a protegerme a cuidarme. Entonces vamos a
reconocer dos tipos de miedo. Uno que te protege y preserva la vida y el otro
que nada más te sirve para no dejarte lograr objetivos y estancarte de alguna
manera.
Si bien el
que no arriesga no sufre daño, tampoco crece ni evoluciona. Por ejemplo, un rio
que fluye y se abre camino, arriesga el hecho de encontrarse una roca o tener
que desviarse por un camino desconocido. Pero seguirá fluyendo. Si tú no creces
pues serás como un charco…como una cubeta con agua. Deja esa cubeta una semana
en tu casa y verás lo apestosa e inútil que se vuelve.
Y hay
miedos como sabores de helado: muchos. Miedo a personas, a situaciones, a la
libertad, a crecer, a los perros, al compromiso, a los fantasmas, al
chupacabras, a las alturas. El miedo puede ser una señal de que estamos frente
a una oportunidad para crecer y si lo cruzamos, habremos crecido… y si no, pues
es probable que no estemos listos o no tengamos los recursos para hacerlo. Esto
puede ser diferente en una siguiente oportunidad.
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