Geneen Roth
Melisa
tiene 44 años. Tiene un marido, una hija, empleo, una casa en las montañas, y
un amante casado. Su amante, así como su padre, siempre está amenazando con
dejarla. Su amante, así como su padre,
es alguien a quien espera, con quien desea pasar su vida, cree que la
salvará de su miserable cotidianidad. Está convencida que si estuviera casada
con su amante y no con su esposo, estaría sexualmente satisfecha, sería
comprendida y apreciada en su complejidad, de la misma manera que estaba
convencida de que si hubiera vivido con su padre, habría sido una aventura
maravillosa –una vida sin lágrimas, castigos o tareas-
Melisa dice que quiere vivir con su
amante. Su amante dice que no sabe lo que él quiere. A veces le dice que va a
dejar a su esposa, y otras le dice que lo mejor es que se olviden uno del otro,
y otras veces le dice que no puede vivir sin ella. Melisa espera. Melisa sabe
esperar. Ella pasó 15 años esperando hablar con su papi perfecto de nuevo.
Si Melisa dejara de esperar a que el
amor llegue a casa, posiblemente empezaría a pensar por qué se tarda tanto.
Incluso tal vez se enoje por la insensibilidad de un hombre que desaparece de
la vida de su hija sin siquiera una llamada por quince años… y de pronto aparecerse
aparentando que no ha pasado nada. Si ella dejara de esperar, tal vez también
dejaría de estar triste. Tal vez se sentiría traicionada, abandonada, sin
esperanza. Tal vez, por primera vez desde que su padre se fue, sentiría la
traición que guardó y que nunca tocó en la creencia de que llegaría un futuro
lleno de luz y de amor si sólo ella esperaba lo suficiente.
Recientemente, Melisa se ha estado
enfermando de gripa, infecciones de la piel, se ha torcido los tobillos. Está
preocupada por su cuerpo. Ella dice que se está desmoronando. Yo digo, “si tu
cuerpo estuviera tratando de decirte algo, qué te diría? Ella responde, “Tengo
que dejar de vivir de la manera en que estoy viviendo. Me la paso esperando a
que Marcus (su amante) se decida, pero yo ni siquiera sé qué es lo que quiero
hacer. Después de tres años y medio de estarme escondiendo, realmente ya me
estoy cansando”.
Ella se ha estado escondiendo por más
que tres años y medio. Se la ha pasado escondiéndose de su mamá, de su esposo,
de sí misma. Ella no puede decir la verdad en ningún lugar, ni a nadie. Después
de toda una vida de silenciar sus sentimientos que pudieran ser amenazantes
para la gente que la rodea, ella ya no sabe qué es lo que siente, sólo lo que
piensa se permite sentir. Después de 34 años de esconderse tan bien, Melisa se
ha quedado con un sentimiento de vacío y con la sensación de que la vida que ha
llevado no es la suya.
Mi amiga Clara me contó una historia
sobre uno de sus clientes, una niña de 8 años que había estado a dieta por dos
años y había ganado 7 kilos en el proceso. Su madre, desesperada, consultó a
Clara; Clara le preguntó que cuál era la comida favorita de su hija, la mamá le
dijo que las “M&Ms”.
“Bueno. Quiero que ahora que se vaya
de aquí vaya a comprar suficientes M&Ms para llenar una funda de almohada
que le va a dar a su hija, y le va a permitir comer todo el dulce que quiera.
Tan pronto como la almohada se vaya vaciando, la vuelve usted a llenar. Debe
asegurarse que siempre esté llena. Sáquela de la dieta, deje que coma lo que
quiera y llámeme en una semana”
Después de reaccionar con horror la
mamá le dijo a Clara que si su hija engordaba más, ella la iba a llevar a vivir
a casa de Clara, finalmente la madre fue al super a comprar las M&MS y a
casa a llenar la funda de almohada.
Su hija estuvo llevando consigo la
almohada de M&Ms durante una semana. Dormía con ella, la ponía cerca de la
tina cuando se bañaba, en una silla cuando veía televisión. Y, por supuesto,
comía M&Ms en el momento en que se le antojara. Lo que en los primeros días
era muy frecuente. De hecho, después de que su mamá compró kilo y medio más en el tercer día de esta
experiencia, estaba lista para demandar a Clara. Histérica, le llamó a Clara para
decirle que su hija estaba comiendo más dulces que nunca en su vida y cómo iba
a ser posible que así pudiera perder peso? Clara la tranquilizó diciéndole que
su hija estaba reaccionando a los años
de privación y que cuando ella realmente creyera que puede comer lo que sea sin
que su mamá esté tratando de quitarle su almohada, ella se relajaría y
empezaría a comer desde la verdadera hambre.
En el noveno día, la almohada
permaneció en la recámara. Hacia el final de la quinta semana, su hija olvidó
los M&Ms y había perdido 3 kilos.
La fantasía del sabor de las M&Ms
es más encantadora que el sabor real. La fantasía de estar delgada es más
poderosa que estarlo. La fantasía de pasar tu vida con un compañero que no está
disponible es más emocionante que pasar tu vida con alguien que no te ama.
Como hijos de familias con problemas,
pasamos la vida deseando lo que fue prohibido para nosotros: el amor. Y debido
a que nunca lo recibimos, seguimos creyendo que está prohibido. Le regateamos a
una autoridad invisible: si sólo comemos alimentos de dieta y bebidas con proteínas,
si nos torturamos y nos sacrificamos lo suficiente, llevando a nuestro cuerpo
hasta los huesos, entonces seremos los niños merecedores de ser amados que
nuestros padres nunca notaron?
Actuamos como si fuéramos esos
niños esperando, humillándonos por amor.
No nos atrae la gente que es tierna con nosotros; más bien atraemos relaciones
que repiten las heridas del pasado.
En un taller una participante dijo que
ella podría describir la historia de sus relaciones de la siguiente manera:
ella había pasado 50 años tratando de hacer que la gente equivocada se quedara.
Cuando sí se quedan, cuando el hombre
casado abandona a su mujer por su amante, cuando una relación a larga distancia
se vuelve en una relación de convivencia, la fantasía se destruye.. Los amantes
por los que nos podríamos morir se vuelven humanos ordinarios que truenan la
boca cuando mastican y roncan cuando duermen.
No son los trabajólicos, o los casados lo que queremos: deseamos el amor
que no tuvimos de nuestro padre y madre.
La fantasía y el deseo por lo
prohibido tienen que ver con nuestro deseo de cerrar el dolor de nuestro pasado. Era valioso pensar en hacer
dioses y diosas de la gente que necesitábamos cuando éramos niños. El deseo de
lo que no pudimos tener nos da la esperanza de que algún día lo recibiremos y
que nuestras vidas estarán mejor. La fantasía y el deseo eran nuestros amigos.
El problema con la fantasía es que el
mayor beneficio de la fantasía: evita que vivamos el momento presente. Pero el
momento presente actual es diferente del momento presente de entonces, y
mientras es verdad que en el presente, la gente se enferma, se va, se muere,
también es verdad que en el presente es donde los corazones se abren y puede
entrar el amor.
Traducido
por Leny Cortés Aguilar
Tomado de:
Roth,G.(1992) When
food is love. USA:Plume Book
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