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Yo aprendo a utilizar mis cualidades y mis defectos.

   ¿Alguna vez te has puesto a pensar si esos defectos que ves en los amigos, en los padres, en tu pareja, son realmente tan malos y si las cualidades que reconoces en ti o en los demás son de veras tan buenos?

   ¿Cómo sabemos qué tan bueno es lo bueno y qué tan malo es lo malo? ¿Es bueno para quién y malo para quién? Las personas que son muy ordenadas en sus cosas, con frecuencia se enojan y molestan con los que no siguen su orden, y tienen dificultades para disfrutar en ambientes con desorden. Ser ordenado, entonces, puede ser bueno para ellas en unas circunstancias y malo en otras y puede llegar a ser molesto o pésimo para los que están a su alrededor.

   Resulta, que hay algo de malo en lo bueno. Cuando las “cualidades” se exageran pueden limitarnos o lastimar a los demás. ¿Habrá también algo de bueno en lo malo? Podemos pensar que fulano tiene el defecto de ser gritón, pero ser gritón es muy útil para exigir lo que nos corresponde y evitar que abusen de nosotros. Ser gritón deja de ser defecto y se convierte en cualidad cuando podemos regular su volumen y utilizarlo sólo en las situaciones adecuadas. Los defectos son defectos cuando es lo único que sabemos hacer. Si sólo sabemos gritar, tenemos un defecto, pero si unas veces gritamos, otras razonamos, en otras nos quedamos callados o nos vamos, deja de ser defecto.

   Lo mismo pasa con las cualidades, que son como el agua para las plantas. Si les pones el agua que necesitan, crecen bien, pero si inundas la maceta, se pudren. Las cualidades se convierten en defectos si es lo único que sabemos hacer.
   
   El orden es muy útil y sigue siendo cualidad si el ordenado puede por un rato pasarla bien con amigos que tienen un poco de desorden o no le sucede como a Tere, cuando decidió que quería sentarse a desayunar con la cocina ya perfectamente arreglada. Ponía la mesa antes de que su marido y sus hijos bajaran y empezaba a preparar la fruta y los huevos. Cada cosa que usaba, tenía que dejarla limpia o en su lugar antes de seguir: lavar o al menos enjuagar el cuchillo con que cortaba la fruta o el jamón, pasar el trapo si había caído en la mesa un poco de jugo, tirar los cascarones de los huevos a la basura y limpiar si donde los puso había unas gotas de clara; regresar el jamón al refrigerador, enjuagar el plato donde había batido los huevos y también el sartén; en fin, que cuando se sentaba a desayunar, la comida estaba fría y los demás ya habían terminado, desayunaba sola, pero eso sí, con la cocina perfectamente alzada.

Más tarde, Tere aprendió a ser un poco desordenada: a dejar los platos sucios dentro del fregadero, hasta que tiene ganas de lavarlos  o hay quien los lave, a dejar la cama sin hacer los domingos y, aunque algunas personas pueden pensar que ya se le pasó la mano, ella disfruta más su tiempo y lo que hace.

Los defectos y las cualidades son como dos caras de la misma moneda. Los defectos se vuelven cualidades cuando podemos regular su volumen, los usamos sólo en los momentos adecuados y sabemos hacer otras cosas el resto del tiempo. El problema es no tener opciones.  El problema es o gritar para todo, o nunca poder levantar la voz, o razonar sin parar, aún con quien no puede entender, o ser ordenado o desordenado todo el tiempo. Y no se trata de lograr el justo medio, como nos decían cuando niños, al menos a nosotros, porque habrá ocasiones en que sea necesario ser muy gritón para lograr lo que uno quiere; hay situaciones que requieren un perfeccionismo y limpieza exagerados, como cuando se trabaja en laboratorios con material radioactivo. Se trata de tener distintas opciones, entre más mejor. Saber gritar, callarse, razonar, gesticular. Poder dejar la cocina perfectamente limpia e incluso toda la casa y otras veces los platos sucios en el fregadero, o las camas sin tender.

Referencia bibliográfica:

Abia, J. y Robles, T. (1993) Autohipnosis. Aprendiendo a caminar por la vida. México: Instituto Milton H. Erickson de la ciudad de México.

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