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Evaluar su propio estilo para educar a sus hijos. Por qué es tan difícil ser padres. (Parte I)

Kenneth sujeta su humeante taza de café con ambas manos. “Sólo quiero que sepa, doctor Douglas, que no creo en la terapia. Pienso que la gente debería ser capaz de resolver sus propios problemas. No voy a quedarme aquí sentado hablando de mis sueños y pagándole más de cien dólares la hora mientras usted mueve la cabeza. La única razón por la que estoy aquí es porque Sally me ha pedido insistentemente que lo haga. Y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por ayudar la Lindsey. Con mi hijo Nick las cosas van muy bien. Nunca nos ha dado el menor problema. Nunca me contesta mal y siempre saca matrícula de honor. No entiendo lo que ha pasado con Lindsey.”

Echándose atrás en su silla, el doctor Douglas, que es psicólogo clínico, intenta tranquilizarlo. “Me complace saber que usted se preocupa por sus hijos y que tiene un sano escepticismo en relación con la terapia. No pasaremos todo el tiempo hablando de sus sueños y trabajaremos duro para llegar a tener algunas ideas claras sobre lo que está sucediendo y cómo podemos solucionarlo. Tenga paciencia durante una semana, Kenneth, porque necesito recoger información. Luego estableceremos juntos una serie de objetivos y la forma de llegar hasta ellos.”

El doctor Douglas observa el elegante traje de Kenneth hecho a medida y su aspecto pulcro que contrasta con sus informales vaqueros, su camisa y su corbata. Sally está vestida de un modo más cómodo que su marido, lleva unos pantalones de algodón y un jersey de punto. El doctor Douglas se pregunta si su ropa refleja sus personalidades. La formalidad de Kenneth parece ser como un muro que lo separa de los demás; Sally parece ser más accesible. El doctor Douglas se ocupa de obtener información sobre la familia y sobre sus inquietudes. Kenneth se siente cogido por sorpresa cuando el doctor Douglas le dice: “Kenneth, acaso le parezca que lo que voy a preguntarle está fuera de tema, pero a menudo resulta muy útil conocer la infancia de los padres. ¿Podría usted hablarme de su familia?”.

“Tiene usted razón, creo que eso no tiene nada que ver con el tema. Sin embargo, le he prometido a Sally cooperar y pienso hacerlo. Quiero ayudar a mis hijos como sea. ¿Qué es lo que quiere saber exactamente?” Kenneth se endereza en su silla. “Mi familia era como la de cualquier otra persona.”

“No intento sugerir que haya habido algo anormal en ella. ¿Qué le parece si me cuenta cuántos hermanos tenía?”

“Muy bien; tenía un hermano mayor.”

“¿Cómo se llevaban?”

“Supongo que como cualquier par de hermanos. Teníamos nuestros más y nuestros menos. Prácticamente ya no lo veo. Dudo que eso tenga algo que ver con los problemas de Lindsey.”

“Sé que esto le parece completamente ajeno al tema que nos ocupa, Kenneth, pero a veces resulta sorprendente lo que uno puede aprender desde una perspectiva general. Intente tener paciencia conmigo, ¿vale?”

“Por supuesto”, responde Kenneth, encogiéndose de hombros.

“Cuénteme algo acerca de las vacaciones de su infancia.”

“Creo que eran como las de cualquier familia.”

“¿No recuerda alguna especialmente?”

Kenneth piensa durante un momento y luego responde: “Bueno, parece una tontería, pero unas Navidades me habían prometido repetidas veces que me regalarían un tren. Yo deseaba fervientemente tener ese tren. Bueno, realmente es una tontería, peo mi padre en vez de regalármelo me dio una enciclopedia. En realidad, era un regalo mucho más práctico para un niño, pero yo me desilusioné mucho”.

“Independientemente de que haya sido un mejor regalo, ¿cómo se sintió usted cuando abrió el paquete y encontró una enciclopedia?”

Kenneth pestañea sorprendido por las inesperadas lágrimas que han humedecido sus ojos. “Caray, no había pensado en eso durante años. Creo que estaba desconsolado, pues él me había prometido el tren. Sí, estaba realmente decepcionado.”

“¿Recuerda algún otro momento en que se haya sentido también desilusionado, Kenneth?”

“Bueno, mi padre y mi hermano siempre se estaban burlando de mí. Me prometían cosas y cuando yo mordía el anzuelo, ellos se reían. Yo era un imbécil, pero probablemente fue un buen entrenamiento porque aprendí a desconfiar de todo y de todos. Quizá por ese motivo soy ahora un buen abogado de empresas.”

“Es probable que esas experiencias le hayan enseñado cosas útiles, Kenneth, pero también es posible que hayan contribuido a generarle problemas. Creo que es un buen momento para explicarle un concepto que le permita entender por qué sentimos ciertas cosas y reaccionamos del modo en que lo hacemos. ¿Le parece bien?”

“Sí, pero espero que no me lo explique con términos psicológicos que me suenen a chino”, suspira Kenneth.

Referencia bibliográfica.

Elliot, C y Smith, L. (2001). ¿Por qué no podemos ser los padres que deseamos ser?. España: EDAF

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