
Como los padres no se
sienten conformes con sus hijos o con ellos mismos, suelen recurrir a ciertos
mecanismos de defensa, en especial a los de proyección y negación.
Proyección
Muchos padres se enojan con
las maestras, con la directora del colegio, con el mundo externo. Este enojo
esconde mucho dolor ante lo que otras personas le muestran de su hijo. A veces
la ira se prolonga en el tiempo, se rigidiza y resulta estéril porque no lleva
a ningún cambio. Rigidizar significa que cada vez que los otros te señalan algo
que no te gusta sobre tu hijo, lo atribuyes a hechos externos a él. ¿Te sucede
esto a ti? Si te sucede a menudo, debes saber que algo te está pasando, que no
quieres ver rasgos o conductas que te resultan dolorosas. La rabia contra la
maestra o el colegio tapa el dolor por el hijo que no se está mostrando como lo
imaginaste, como deseaste que fuera.
Este mecanismo se llama proyección. El
padre, ante el dolor, proyecta, en el mundo externo, en la persona de turno,
que puede ser la maestra, la escuela, los amigos, etc., la culpa de lo que le
ocurre a su hijo. Lo negativo de este mecanismo de defensa es que la situación
del niño se mantiene incambiada, pues los otros son los culpables y él pierde
la posibilidad de crecer, de desarrollarse como ser humano.
El niño recibe
calificaciones bajas; el padre, enojado y preocupado, tiene una reunión con la
maestra donde esta explica que no puede seguir el ritmo de la clase. El padre,
frustrado, se enoja más, no tolera el mensaje del docente, piensa que ella no
cumple su función adecuadamente y a veces hasta se queja ante la directora del
colegio. El pensamiento sería: “el mundo es el responsable del bajo rendimiento
de mi hijo”, en este caso la maestra. “Él está bien, son ellos los culpables de
su mal funcionamiento”.
Como la familia no se hace
cargo de la opinión profesional, todo continúa como antes y el pequeño pierde
la grandiosa oportunidad de aprender. Se defienden diciendo que la maestra es
exigente y desperdician la ocasión de fortalecer a su hijo frente a ella,
ayudando a satisfacer las demandas requeridas. Son padres que utilizan la
proyección para defenderse de la frustración y dolor que les produce su hijo.
Así “solucionan” su problema, no el del hijo.
A través de la proyección,
el padre evita contactarse con el problema del pequeño, estar presente
emocionalmente. El mundo exterior es el culpable de la suerte de su hijo,
entonces, solo resta quejarse de lo externo, el niño queda igual y él se
desentiende. La queja es un mecanismo estéril, pues no favorece la verdadera
evolución infantil; en realidad constituye un intento fallido de tapar el
dolor, frustración, tristeza.
Referencia bibliográfica:
Berger, F. (2010). Padres sin autoridad, hijos sin rumbo. Uruguay:
Fin de siglo.
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