Cualquiera que sea nuestra
edad o nuestra posición en la vida, todos necesitamos sentirnos seguros. Cuando
no lo conseguimos, nuestra manera de actuar suele tornarse ineficiente y
nuestra interacción con otros pierde a veces su placer.
Un abrazo crea un cálido
círculo de apoyo que podamos volver a nuestras tareas con una renovada
sensación de seguridad. Un abrazo dice: en mis brazos hay un lugar donde puedes
sentirte seguro.
El abrazo que da seguridad se hace necesario: cuando subimos a un estrado para dictar una conferencia un abrazo dice: no tienes por qué convertir tus rodillas en acordeones. Imagínate que todo el público te está dando un abrazo de seguridad.
Cuando nos graduamos… en la carrera que sea un abrazo dice: En tu nueva vida también hallarás sitios seguros.
Cuando la noche está llena de sombras que se mueven un abrazo dice: la luz del día te mostrará que las sombras son, en realidad, las siluetas de cosas cotidianas.
Prueba con un abrazo de
corazón para acallar los miedos y trasmitir un mensaje de seguridad.
Todos necesitamos sentirnos
protegidos, pero sobre todo quienes ocupan ambos extremos del espectro de la
edad, pues dependen del amor y de la buena voluntad de quienes los atienden.
El abrazo que expresa protección
hace falta: a los más pequeños cuando ensayan sus primero pasos un abrazo dice:
Cuando el mundo que empiezas a explorar
te parezca atemorizante y complicado, podrás volver a la protección de mis
brazos, hasta que te sientas dispuesto a salir otra vez para descubrir cosas
nuevas.
A los ancianos que ensayan sus pasos por primera vez tras recobrarse de una caída un abrazo dice: No permitiré que te quedes con esos achaques ni que pierdas tu dignidad, tú importas para mí.
Para expresar seguridad,
prueba con abrazo de costado o de mejilla.
Nuestra fortaleza se convierte en una poderosa fuerza curativa cuando la transmitimos por medio del contacto físico. Hemos oído muchos relatos repetidos de curaciones por medio del contacto. En la actualidad, la investigación científica continúa confirmando que el contacto y el abrazo imparten una energía vital capaz de curar (además de brindar consuelo y apoyo) a quienes padecen una enfermedad o una dolencia menor. Los últimos estudios demuestran que, para ser realmente terapéuticos, esos contactos deben estar acompañados por la intención de ayudar y de curar. El contacto indiferente es menos afectivo.
La vitalidad que recibimos de todo abrazo terapéutico contiene este saludable mensaje: Estoy vivo e íntegro y volviendo a mí.
Ofrece un abrazo curativo a
quien esté tratando de quitarse de encima una enfermedad o un ataque de melancolía,
o a quien convalezca de una dolencia física o espiritual un abrazo dice: te abrazaré para que puedas absorber fuerzas
de mí mientras te curas.
Mi fortaleza, combinada con la tuya, es mayor
que la suma de nuestras fortalezas. ¡Siente esa notable energía que fluye hacia
a ti para que te repongas!
No necesitamos sólo abrazos sino también otros tipos de contactos respetuosos. Para algunos, un abrazo puede ser hasta incómodo; quizá provoque sensaciones de molestia o temor, debido al condicionamiento cultural, un trauma físico o la carencia afectiva. A veces basta tomar suavemente la mano, dar una palmada apreciativa en la espalda, revolver juguetonamente el pelo o aplicar un masaje relajante al cuello, quizás tocar apenas el brazo; éstos pueden ser modos más sensatos de transmitir nuestro apoyo.
Recuerda que, aunque el contacto o los abrazos tienen un valor extraordinario, el regalo más precioso que podamos hacer es nuestra aceptación de los sentimientos y las necesidades incomparables del prójimo. Esto significa que nuestra decisión de comunicarnos por medio de abrazos o por el contacto físico debe basarse siempre en el respeto por lo que esa persona considere cómodo.
Abraza con frecuencia. Abraza
bien.
Referencia bibliográfica
Keating K. (1987). Abrazame
2. Argentina: Javier Vergara Editor.
Comentarios
Publicar un comentario