
A partir
de nuestro primer descubrimiento del
lenguaje, sentimos la tentación de usarlo no para expresar y revelar
nuestro verdadero yo, sino para fingir y manipular la realidad. Cuando niños,
nos recompensaban por nuestra
autoproclamada bondad. "Fui un niño
bueno todo el año, de verdad, Santa Claus”. También aprendemos a utilizar la
manipulación de las lágrimas para conseguir atención. Más tarde en la vida,
el mal uso del lenguaje puede tomar
proporciones más serias cuando decimos a la gente que la amamos para poder utilizarla.
Y una vez, utilizadas, estas personas manipuladas se convierten en "trofeos
de conquista" y ocupan un lugar en nuestros cofres de trofeos. Y, por lo
general la decepción se planea y ejecuta simplemente para probar que en
realidad no somos inferiores. Es sólo otro encubrimiento de nuestra vulnerabilidad.
Es
evidente que estas defensas de nuestro ego herido nos conducen a juegos interminables y escabrosos de falsedad. Por fortuna, existe
un antídoto positivo, creativo y saneador. Este consiste sencillamente en aceptarnos dentro
de la condición
humana de debilidad, y en admitir
la realidad de nuestras limitaciones. Esta honestidad y apertura contrarresta
nuestras tendencias malsanas. La honestidad y la apertura, el deseo de
compartirnos a nosotros mismos, con todos nuestros defectos, nos hace ser
reales. Nos pone en el tipo de contacto con la realidad que nos permite madurar
y convertirnos en todo aquello en lo que
nos podemos convertir.
Un
amigo médico me habló en una ocasión de
un deseo oculto. Decía que algún día le gustaría pararse en un elevado balcón
por encima del mundo y anunciarle a toda la raza humana: "ESTE SOY YO,
ESTO ES TODO LO QUE YO SOY. NO HAY MAS. NO HAY MENOS. ¿PUEDEN ACEPTARME COMO
SOY O NO?"
Le
respondí que sabía a lo que se estaba refiriendo. Existe un fuerte deseo en la
mayoría de la gente de despojarnos de fingimientos, de imitaciones, de falsedades.
A todos nos gustaría ser reales. La falsedad requiere de muchos esfuerzos. Y una
vez que comenzamos a practicar ese juego, debemos seguir jugándolo. Nos
gustaría ser capaces de poner a nuestro verdadero yo al frente, (o en el
balcón) en vez de representar una actuación en el escenario. Qué alivio sería
poder decir las cosas como son en realidad, sentirse a salvo y seguros siendo
sólo nosotros mismos.
La
honestidad de este tipo nos retaría a extendernos a dar un paso adelante, fuera
de nuestras áreas de seguridad. Decir la verdad abiertamente a todo el mundo
parece muy atemorizante. Las consecuencias de la sinceridad algunas veces
parecen tener un precio muy elevado. Pero no hay por qué preocuparse. Según los
expertos se necesitan cerca de tres semanas para acostumbrarnos a un nuevo
hábito, si lo practicamos todos los días. El reconocimiento abierto de nuestra
vulnerabilidad y debilidad podría considerarse
como una montaña, hasta que iniciamos el ascenso. Por experiencia
personal sé que la mayoría teme lo peor: "El mundo dejará de girar en el
espacio; la luz del sol se desvanecerá; lo más probable es que me desmaye; los
demás lanzarán una boqueada de escepticismo". Y estas son nuestras
expectativas más moderadas. Pero no ocurre nada de esto. En realidad, de inmediato
experimentamos y reconocemos en nosotros una nueva honestidad y un sentido de
la realidad.
Al
mismo tiempo, otros perciben y nos reflejan su reconocimiento de nuestra
autenticidad. Nuestras relaciones se vuelven reales, basadas en una autorrevelación
honesta. Nos damos cuenta de que la mayoría de nuestros temores era más
atormentadora que la experiencia en sí. Padecemos mucho más cuando nos dirigimos
al dentista que cuando estamos en su sillón.
Será
un inmenso alivio revelar mi lado débil y vulnerable, mis temores y mis hábitos
inmaduros, incluso mis falsedades y
fingimientos. Llevarlo a usted a será
para mí una experiencia liberadora. Y en el intercambio de esta comunicación usted
llegará a conocer a mi yo verdadero. Nuestra comunicación ya no le dará sólo
una versión corregida y condensada de mí. Lo que usted verá será lo que hay: el
único yo verdadero.
Usted
ya no me temerá ni sentirá la tentación de ensalzarme como persona que todo lo
sabe. Sabrá que cometo errores y que experimento en mí la condición humana de
la debilidad. Personalmente, me agrada decirles a las personas con quienes me
estoy relacionando: "Si alguna vez consideras que me conoces, con toda
seguridad sólo será una fracción de mí. Parte de mí se siente segura, la otra
parte tiene dudas. Una par te de mí es cariñosa, la otra es egoísta. Una parte
de mí confía, la otra es insegura; una parte es orgullosa, la otra es
humilde". Poco a poco me he conformado cada vez más con ser una persona
tan ambivalente, que parece estar cortada exactamente por la mitad.
La
paz que sobreviene con esta autorrevelación constituye una recompensa inmediata
e innegable. Las personas que están dispuestas a compartir su vulnerabilidad no
tienen que mantener el extenuante esfuerzo de reprimirse. No tienen que ponerse
máscaras frente a sus rostros. No tienen que pasar por las contorsiones de la
compensación, la proyección y la racionalización. Hacen lo que Dag Hammarskjold
llamó "el viaje más largo", el viaje interior hacia el propio ser.
Sacan lo que ven y escuchan en esta exploración de sus espacios internos a través
de la cinta receptora de la comunicación. "Este soy yo, esto es todo lo
que yo soy, no hay más ni menos. Si puedes venir y celebrarlo conmigo, bien.
Debo decirte esto: no tengo que complacerte. Lo que tengo que hacer es ser yo
mismo, mi único yo verdadero."
Sólo
hasta que estemos dispuestos a compartir nuestras personas completas, con
defectos y todo, estaremos comunicándonos realmente. Pero más aún, mi apertura
tendrá un resultado decisivo en los demás. La honestidad, como todo lo demás
de los seres humanos, es
contagiosa. Mi salida de detrás de mis murallas de protección para encontrarme
con usted cara a cara le inspirará a hacer lo mismo. Cuando somos reales y
sinceros respecto a nuestra vulnerabilidad, los demás se sienten aliviados de
inmediato. Saben que nos estamos arriesgando, al exponernos con "defectos
y todo". A causa de nuestra honestidad se sienten invitados y motivados a
quitarse las máscaras, a revelar sus yo interiores en forma abierta y honesta.
Se sienten fortalecidos para tomar un riesgo semejante, y experimentarán una
sensación de libertad parecida.
Apenas
hace unos días, un hombre refinado vino a visitarme. De inmediato admitió con honestidad que era un "alcohólico en
recuperación". Había permanecído sobrio durante varios años y estaba
pasando por los consabidos
"Doce Pasos" de
Alcohólicos Anónimos. Me contó que ya
había llevado a cabo el Cuarto Paso: "... la búsqueda y el inventario
moral sin temores" de sí mismo. Ahora deseaba pasar al Quinto Paso: el
reconocimiento de una culpa específica.
Entonces,
de una manera muy abierta, me confió que "hay algo, una debilidad dentro
de mí de la que no le he hablado a nadie. Esperaba podérsela contar a usted."
Sin miedo, procedió a abrir su cuarto cerrado, y juntos miramos en su interior.
En realidad, lo que compartió conmigo no me pareció una debilidad fuera de lo
común. En mi redundante forma de expresarme, le expliqué todo lo que sabía
sobre el tema, con la esperanza de que sería reconfortante compartir con él
todos estos conocimientos previos.
Justo antes de que se marchara, le
pregunté si se sentía reconfortado y aliviado. "Si", respondió,
"Lo que usted me dijo fue de gran ayuda, pero la principal sensación de
alivio provino de mi propia revelación, sólo por desahogarme.
Abandonó
mi oficina y no sé si lo volveré a ver alguna vez, pero hay algo que es cierto:
nunca lo olvidaré, fue honesto y real. Las personas sinceras y reales tienden a
provocar este efecto en nosotros.
No
quisiera que se quedara usted con la impresión de que hacer una confesión
general de todos nuestros pecados es una parte necesaria de la buena comunicación.
El Quinto Paso de los Alcohólicos Anónimos les pide a sus miembros, admitir
"ante Dios, ante nosotros mismos y ante otro ser humano la naturaleza
exacta de nuestras faltas". Pueden haber muchos grandes errores
que
hayamos cometido que preferiríamos contar sólo a un confesor o a un amigo de
toda nuestra confianza. Sin embargo, el tipo de vulnerabilidad de la que hemos
estado hablando aquí podría incluir nuestros temores, las tendencias de nuestra
debilidad, los errores cotidianos, limitaciones, rencores, heridas, situaciones
penosas, reacciones indeseables, dificultades,
defectos, y las falsas posturas
que se hayan convertido en parte de nosotros. Y todo esto deberá ser parte de
una comunicación continua si se desea que una buena relación llegue a mejorar.
Por
último, otro pedazo de sabiduría que
obtuve de mi amigo de AA es: somos tan enfermos en la medida en la que seamos
sigilosos. En la otra cara de la moneda se encuentra una expresión positiva de
la misma verdad: somos tan sanos y plenos en la medida en la que seamos
abiertos y honestos con nosotros mismos y con los demás.
Recuerde: ¡Las primeras tres semanas son las más difíciles!
Powell J. (1993). ¿Por favor podría mi verdadero Yo ponerse de pie? México: Diana.
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