artPor Richard Alleyne, Corresponsal de Ciencias.
“Entre más temprano empieza un niño a decir mentiras convincentes lo más probable es que más adelante en su vida sean un éxito, como lo sugieren investigaciones recientes.”
Los investigadores han descubierto que la habilidad de decir mentirillas a la edad de dos años es un signo de un cerebro con un desarrollo rápido y significa que es más posible que tengan vidas exitosas.
Encontraron que entre más creíble sea la mentira, tendrán mentes más ágiles en años posteriores y una mejor habilidad para pensar rápido.
También significa que han desarrollado una “función ejecutiva” – la habilidad de inventar una mentira convincente manteniendo la verdad oculta en sus mentes. “Los padres no se deben alarmar si su hijo dice una mentirilla”, dijo el Dr. Kang Lee, director del Instituto de Estudios Infantiles de la Universidad de Toronto quién llevó a cabo la investigación.
“Casi todos los niños mienten. Aquellos que tienen un mejor desarrollo cognitivo mienten mejor porque pueden cubrir su rastro. Se convierten en banqueros más adelante en sus vidas.”
Mentir implica múltiples procesos cerebrales, como integrar fuentes de información y manipular los datos a su conveniencia. Está vinculado al desarrollo de regiones cerebrales que permiten el “funcionamiento ejecutivo” y utilizan un orden de pensamiento y razonamiento superiores.
El Dr. Lee y su equipo hicieron pruebas con 1,200 niños de 2 a 16 años. Una mayoría de los voluntarios dijeron mentiras pero los niños con mejores habilidades cognitivas pueden decir las mejores mentiras.
A la edad de dos años, el 20 % de los niños mentirá. Esto se eleva a 50 % a los tres años y a casi 90 % a los cuatro. Descubrieron que la edad en la que engañan más es a los 12 años, cuando casi todos los niños dicen mentiras. La tendencia empieza a descender a la edad de 16 cuando es de 70 %.
Conforme se acerca la edad adulta, la gente joven aprende a decir las “mentiras blancas” menos dañinas que todo el mundo dice para evitar lastimar los sentimientos de la gente. Los investigadores dicen que no hay relación entre decir mentirillas en la infancia y cualquier tendencia para hacer trampa en los exámenes o para convertirse en personas fraudulentas más adelante en la vida. Tampoco tienen ningún impacto los padres estrictos o una educación religiosa.
El Dr. Lee dijo que cachar a tus hijos mintiendo no es algo malo pero debe usarse como un “momento de enseñanza”. “No le debes pegar o gritar a tu hijo pero debes hablar acerca de la importancia de la honestidad y lo negativo que es mentir”, le dijo al Sunday Times. “Después de los ocho años las oportunidades serán muy escasas.”
El equipo de investigación invitó a los niños más jóvenes – uno por uno – a sentarse en una habitación con cámaras ocultas. Se colocaba un juguete suave detrás de ellos. Cuando el investigador salía brevemente de la habitación, se les decía a los niños que no miraran hacia atrás. En nueve de diez casos las cámaras los cacharon dando una mirada.
Pero cuando se les preguntaba si habían mirado, casi siempre dijeron que no. No sabían que hacer cuando se les preguntaba que juguete pensaban que era. Una niñita pidió poner su mano bajo la manta que cubría al juguete antes de responder la pregunta. Después de tocar el juguete, pero sin verlo, dijo, “Se siente de color morado así es que debe ser Barney.”
El Dr. Lee que cachó a su hijo Nathan, de tres años, mirando el juguete dijo, “Inclusive teníamos cámaras apuntando a sus rodillas ya que pensábamos que les temblarían las piernas al decir una mentira, pero esto no es cierto”.
A los niños mayores se les dio un examen pero se les dijo que no vieran las respuestas en la parte posterior. Algunas de las preguntas eran fáciles, cómo ¿Quién vive en la Casa Blanca? Pero los niños que miraron dieron la respuesta que estaba escrita al reverso, “Presidus Akeman” a la pregunta falsa “¿Quién descubrió Túnez?”. Cuando se les preguntó como sabían esto, algunos dijeron que lo aprendieron en una clase de historia.
Fuente: www.telegraph.co.uk
Publicado el 16 de mayo de 2010.
Traducido por: Alfredo Amescua Villela. CEsIGue
“Entre más temprano empieza un niño a decir mentiras convincentes lo más probable es que más adelante en su vida sean un éxito, como lo sugieren investigaciones recientes.”
Los investigadores han descubierto que la habilidad de decir mentirillas a la edad de dos años es un signo de un cerebro con un desarrollo rápido y significa que es más posible que tengan vidas exitosas.
Encontraron que entre más creíble sea la mentira, tendrán mentes más ágiles en años posteriores y una mejor habilidad para pensar rápido.
También significa que han desarrollado una “función ejecutiva” – la habilidad de inventar una mentira convincente manteniendo la verdad oculta en sus mentes. “Los padres no se deben alarmar si su hijo dice una mentirilla”, dijo el Dr. Kang Lee, director del Instituto de Estudios Infantiles de la Universidad de Toronto quién llevó a cabo la investigación.
“Casi todos los niños mienten. Aquellos que tienen un mejor desarrollo cognitivo mienten mejor porque pueden cubrir su rastro. Se convierten en banqueros más adelante en sus vidas.”
Mentir implica múltiples procesos cerebrales, como integrar fuentes de información y manipular los datos a su conveniencia. Está vinculado al desarrollo de regiones cerebrales que permiten el “funcionamiento ejecutivo” y utilizan un orden de pensamiento y razonamiento superiores.
El Dr. Lee y su equipo hicieron pruebas con 1,200 niños de 2 a 16 años. Una mayoría de los voluntarios dijeron mentiras pero los niños con mejores habilidades cognitivas pueden decir las mejores mentiras.
A la edad de dos años, el 20 % de los niños mentirá. Esto se eleva a 50 % a los tres años y a casi 90 % a los cuatro. Descubrieron que la edad en la que engañan más es a los 12 años, cuando casi todos los niños dicen mentiras. La tendencia empieza a descender a la edad de 16 cuando es de 70 %.
Conforme se acerca la edad adulta, la gente joven aprende a decir las “mentiras blancas” menos dañinas que todo el mundo dice para evitar lastimar los sentimientos de la gente. Los investigadores dicen que no hay relación entre decir mentirillas en la infancia y cualquier tendencia para hacer trampa en los exámenes o para convertirse en personas fraudulentas más adelante en la vida. Tampoco tienen ningún impacto los padres estrictos o una educación religiosa.
El Dr. Lee dijo que cachar a tus hijos mintiendo no es algo malo pero debe usarse como un “momento de enseñanza”. “No le debes pegar o gritar a tu hijo pero debes hablar acerca de la importancia de la honestidad y lo negativo que es mentir”, le dijo al Sunday Times. “Después de los ocho años las oportunidades serán muy escasas.”
El equipo de investigación invitó a los niños más jóvenes – uno por uno – a sentarse en una habitación con cámaras ocultas. Se colocaba un juguete suave detrás de ellos. Cuando el investigador salía brevemente de la habitación, se les decía a los niños que no miraran hacia atrás. En nueve de diez casos las cámaras los cacharon dando una mirada.
Pero cuando se les preguntaba si habían mirado, casi siempre dijeron que no. No sabían que hacer cuando se les preguntaba que juguete pensaban que era. Una niñita pidió poner su mano bajo la manta que cubría al juguete antes de responder la pregunta. Después de tocar el juguete, pero sin verlo, dijo, “Se siente de color morado así es que debe ser Barney.”
El Dr. Lee que cachó a su hijo Nathan, de tres años, mirando el juguete dijo, “Inclusive teníamos cámaras apuntando a sus rodillas ya que pensábamos que les temblarían las piernas al decir una mentira, pero esto no es cierto”.
A los niños mayores se les dio un examen pero se les dijo que no vieran las respuestas en la parte posterior. Algunas de las preguntas eran fáciles, cómo ¿Quién vive en la Casa Blanca? Pero los niños que miraron dieron la respuesta que estaba escrita al reverso, “Presidus Akeman” a la pregunta falsa “¿Quién descubrió Túnez?”. Cuando se les preguntó como sabían esto, algunos dijeron que lo aprendieron en una clase de historia.
Fuente: www.telegraph.co.uk
Publicado el 16 de mayo de 2010.
Traducido por: Alfredo Amescua Villela. CEsIGue
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