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Mostrando las entradas de noviembre, 2015

Debemos tener suficiente valor para compartir nuestra vulnerabilidad personal unos con otros (Parte I).

Somos sanos y plenos en la medida  en que seamos abiertos  y honestos con nosotros mismos  y con los demás. Existe una teoría acerca de los complejos de inferioridad que estoy dispuesto y preparado a aceptar. La teoría sostiene que todos tenemos complejos de inferioridad. Estos complejos casi vienen como una parte heredada de nuestra infancia y de nuestros primeros años. Se establecen con firmeza durante los primeros cinco años de vida. Una persona que contabiliza este tipo de cosas ha escrito que durante los primeros cinco años de su vida el niño promedio recibe 431 (!) mensajes negativos en un día normal. "Deja de hacer ese ruido..." "Bájate de ahí..." "¿Qué estás haciendo con mis tijeras? ..." "No, eres demasiado chico..." "Mira el desorden que has hecho..." "i Tienes lodo en los zapatos y acabo de limpiar el piso de la cocina!" Y así sucesivamente (x 431). Como resultado de estos mensajes negativos, desa

Las competencias para tener mejores relaciones humanas

El ser agradecido Más que buenos modales, es una actitud de reconocimiento sincero a las otras personas, sobre cualquier beneficio, favor o conducta favorable que hayan asumido hacia nosotros. Asumir esta actitud, además de garantizar la permanente buena disposición de los demás hacia nosotros, es un deber de quien es consciente de lo que otros han hecho por él. Ser agradecidos con nuestros padres, con nuestros seres queridos o nuestra pareja, por muy malas que pudiesen ser algunas de nuestras experiencias con ellos, es prácticamente un deber que sólo se sostiene a partir de aptitudes de inteligencia emocional, de autodominio y perdón, pues en ocasiones el rencor (sobre experiencias negativas o conflictos) nos limita o nubla la vista sobre las muchas cosas buenas que otros han hecho por nosotros. El ser agradecido con Dios o con la vida misma es reconocer que hemos sido beneficiados en mucho y que lo que tenemos no siempre es obra de nosotros mismos, sino de la generosidad d