El ser agradecido
Más que buenos modales, es
una actitud de reconocimiento sincero a las otras personas, sobre cualquier
beneficio, favor o conducta favorable que hayan asumido hacia nosotros. Asumir
esta actitud, además de garantizar la permanente buena disposición de los demás
hacia nosotros, es un deber de quien es consciente de lo que otros han hecho
por él.
Ser agradecidos con nuestros
padres, con nuestros seres queridos o nuestra pareja, por muy malas que pudiesen
ser algunas de nuestras experiencias con ellos, es prácticamente un deber que
sólo se sostiene a partir de aptitudes de inteligencia emocional, de
autodominio y perdón, pues en ocasiones el rencor (sobre experiencias negativas
o conflictos) nos limita o nubla la vista sobre las muchas cosas buenas que
otros han hecho por nosotros.
El ser agradecido con Dios o
con la vida misma es reconocer que hemos sido beneficiados en mucho y que lo
que tenemos no siempre es obra de nosotros mismos, sino de la generosidad de
otros, o si tenemos fe, de la misteriosa generosidad de nuestro creador.
Pero en términos más
concretos, en las relaciones humanas, si no somos agradecidos con lo que otros
han hecho en nuestro favor, si no reconocemos algún beneficio recibido de
ellas, estas personas a la larga se alejarán de nosotros. El agradecimiento es
por eso una actitud que debe ser sincera y honesta, pues la simple conducta de
buenos modales -el sólo decir gracias de palabra- no necesariamente surte los
mismos efectos que el agradecimiento sincero, como actitud, que llena más la
necesidad de reconocimiento que otros pudiesen tener en relación con alguna experiencia compartida.
Cuando el agradecimiento no
es sincero se puede percibir, como eso, sólo buenos modales, que en ocasiones
pueden ser incluso sinónimos de hipocresía o de mero formalismo.
El ser considerado
Otra actitud que considero
importante para las buenas relaciones humanas es realmente una virtud que con
el desarrollo de las sociedades materialistas se ha ido perdiendo, de manera
gradual; ésta es el ser considerado con otros, que parte por supuesto de un
gran espíritu empático -de inteligencia emocional a inteligencia social-. Es
decir, sintonizar con sus emociones, sus necesidades y problemas; ser
conscientes de cuando están ocupados, cansados o preocupados; en crisis económica;
o tristes o enojados, y en este caso, respetar su espacio, su privacidad o si
fuese prudente, ofrecerles comprensión y escucharlos. Respetarles sus gustos,
sus ratos buenos y malos, sus espacios, su tiempo, darles en todo su lugar,
sobre todo en sus situaciones de tensión, de conflicto o crisis; de
preocupación o disgusto, eso es ser considerados con ellos. Y una persona que
es considerada con los demás recibirá a cambio, siempre, la misma actitud
bondadosa de consideración que asumió hacia ellos. El ser considerado es lo
menos que podemos hacer cuando se nos dificulta dar un paso de mayor
comprensión y compromiso. El ser considerado se da también cuando salimos del
yo al que nos induce la sociedad materialista y egocentrista, para entonces
darnos de vez en cuando tiempo para pensar en los demás y darles su lugar y su
espacio.
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