Alfredo Amescua V.
CESIGUE, Xalapa, Veracruz
Llegó y pasó una celebración más del día de muertos. Desde el de hace un año, hubo dos fallecimientos de personas muy cercanas a mí y a mi familia.
En este día los recordamos a ellos y a los otros seres queridos que murieron en años anteriores. Mi mujer hizo un bello altar, una bella ofrenda para ellos.
El camino de flores de cempaxúchitl para indicarles a los muertos el camino hacia el altar, pero también un camino que nos lleva a la reflexión
Y desde luego, en muchos hogares la gente hace sus propios altares, sus propias ofrendas…
Día de muertos, una ocasión no sólo para recordar a los que ya se fueron sino para meditar sobre la muerte misma. Para meditar sobre nuestra propia muerte.
Muy pocas veces pensamos en ella, yo no diría que pienso que nunca voy a morir. Pero tampoco estoy realmente consciente de que eso es lo único seguro que tenemos en esta vida. Algún día moriré, puede ser hoy, mañana, en unos meses, en unos años.
Y me pongo a pensar, ¿qué sería diferente, qué haría de manera diferente si tuviera este pensamiento constantemente en la consciencia?
Tratar de hacer cada vez más cosas con plena consciencia, con atención plena. Cosas como comer, caminar, ver los árboles, las nubes, las montañas, el bosque. Fijarme todos los días en los cambios que se han dado en mi camino al trabajo. Disfrutar de un programa de televisión sin pensar en otra cosa.
Vivir el momento plenamente, como si fuera el último. Y sobre todo, amar plenamente a mi familia, tanto los que están cerca como los que están lejos. Pensar en ellos y desearles que tengan un buen día lleno de paz y armonía. Pensar en mis amistades y desearles lo mismo. Pensar en todos los seres vivos que hay en el mundo y desearles paz y armonía. Pero sobre todo, para poder hacer esto, estar en paz y armonía conmigo mismo.
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