Jorge Bucay* El primer hito del camino de la autodependencia es el propio amor, como lo llamaba Rousseau, el amor por uno mismo. Esto es, mi capacidad de quererme, lo que a mi me gusta llamar más brutalmente el saludable egoísmo y que abarca por extensión la autoestima, la autovaloración y la conciencia de orgullo de ser quien soy. Desde la publicación de mi libro De la autoestima al egoísmo, la gente siempre me pregunta: “Pero, ¿por qué lo llamas egoísmo… que a mío no me deja aceptarlo bien?” Lo llamo así para no caer en la tentación de evitar esta palabra sólo porque tiene “mala prensa”. A veces digo: “Bueno, ¿cómo quieren que lo llamemos? Llamémoslo como quieran. ¿Quieren llamarlo silla? Llámenlo silla. Pero sepan internamente que estamos hablando de egoísmo”. Lo que pasa es que hay que dejar de temerle a esa palabra. No confundirla con actitudes miserables o crueles, codiciosas o avaras, mezquinas, ruines o canallescas. Son otra co