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La ciencia de la Memoria. Un circuito infinito en el cerebro

Por Samiha Shafy

¿No sería grandioso poder recordar todo? ¿Ver todos nuestros momentos más importantes, nuestras aventuras y triunfos? ¿Y si la memoria nunca se desvaneciera, sino que pudiera ser recuperada en cualquier momento, tan confiablemente como las películas en una tienda de videos?

“Nadie puede imaginarse como es eso en realidad”, dice Jill Price de 42 años, “ni siquiera los científicos que me están estudiando.”

La mujer de California, que tiene una memoria casi perfecta, está tratando de describir qué se siente. Empieza con una pequeña demostración de su habilidad: “¿Cuándo naciste?” le preguntan. Escucha la fecha y dice, “O, eso fue un miércoles. Hubo un frente frío en Los Ángeles dos días después y mi madre y yo preparamos sopa”.

Price está sentada en The Grill, un restaurante en Beverly Hills. Es una mujer más bien gorda con cabello rubio y grandes ojos azules. Usa muchas joyas – aretes criollos de oro, pulseras de plata y una estrella de Davíd que cuelga de su collar, que frota a menudo con los dedos mientras habla. Price dirige una escuela religiosa en una sinagoga cerca de Los Ángeles.

Dice que el restaurante ha sido uno de sus favoritos desde hace 23 años – desde el 20 de septiembre de 1985, para ser exactos. Era viernes, “Y estaba sentada con mi padre en esa mesa de allá, comiendo pollo al ajo. Yo traía puesto un gran sombrero”.

Este miércoles ordena un filete de pescado blanco con espinacas a la crema y un refresco, un recuerdo más sin importancia que ahora recordará para siempre. Las palabras que se hablan durante la comida, la cara de su compañero de cena, el cuaderno rojo, las lámparas verdes en la mesa, el mesero canoso amablemente reservado – todo eso quedará grabado en su memoria y ella no puede hacer nada al respecto.

Price puede decir atropelladamente, sin vacilar, lo que vio y oyó en cualquier fecha. Recuerda muchas experiencias de su primera infancia y la mayoría de los días de los nueve a los quince años. Después de eso, virtualmente no hay ningún hueco en su memoria. “A partir del 5 de febrero de 1980, recuerdo todo, era martes.”

También puede ponerle fecha a eventos que reportaron los medios, siempre que los haya escuchado en el momento. ¿Cuándo y dónde se estrelló el Concorde?, ¿Cuándo arrestaron a O.J. Simpson?, ¿Cuándo empezó la segunda Guerra del Golfo? Price ni siquiera se tiene que detener a pensar. Puede recitar las fechas, los números y las historias completas sin ningún esfuerzo.

“La gente me dice: ¡Oh! ¡Qué fascinante debe ser tener una memoria perfecta!”, dice. Sus labios esbozan una sonrisa, “Pero también es una agonía.”

Además de buenos recuerdos, no se olvida cada palabra de enojo, cada error, cada desengaño, cada impresión, y cada momento de dolor. El tiempo no cura las heridas de Price. “No miro al pasado desde ninguna distancia. Es más bien como experimentar todo una y otra vez, y esos recuerdos disparan exactamente las mismas emociones en mí. Es como una película interminable y caótica que me puede abrumar completamente. Y no hay un botón para detenerla”.

Se ve bombardeada constantemente con fragmentos de recuerdos, expuesta a un proceso automático e incontrolable que se comporta como un bucle infinito en una computadora. Algunas veces hay disparadores externos, como cierto olor, canción o palabra. Pero a menudo los recuerdos regresan solos. Escenas bellas, horrorosas, importantes o banales se amontonan en su “monitor interno” alocadamente caótico, desplazando al presente algunas veces. “Todo esto es increíblemente agotador,” dice Price.

Y puede pasar que Price, mientras está sentada en este restaurante, repentinamente se sienta como una niña de cuatro años, que tenía que haber visitado a los creadores de “Plaza Sésamo” en el estudio con su grupo del jardín de niños, que había organizado la visita. Pero cuando se acercaba la fecha, Jill se enfermó de las anginas y no pudo ir.

“En retrospectiva, yo sé, desde luego, que no era algo importante”, dice enrollando su collar nerviosamente. “Suena ridículo, pero cuando lo recuerdo experimenta el mismo desengaño y furia sin límites que sentí entonces como una niñita”.

¿Puede enamorarse alguien que no puede olvidar?, ¿Puede perdonar, a otros o a sí misma? La vida de Price ha tenido su parte de sufrimiento, incluyendo luchas familiares, el cáncer de su mamá y más adelante la muerte repentina de su esposo Jim. Porque estaba siendo acosada por malos recuerdos, se deprimió y pensó que se estaba volviendo loca, el 5 de junio de 2000 (un lunes) se sentó frente a su computadora y escribió una sola palabra en Google: memoria.

Así es como Price encontró a McGaugh y se convirtió en parte de un estudio de caso.


Memoria semántica vs episódica.

McGaug, de 76 años, parece un abuelo amistoso y travieso. Hace caballos mecedores de madera para sus nietos. Toca el clarinete y el saxofón en bandas de jazz. También es uno de los principales expertos de la memoria en los Estados Unidos. Fundó el Centro para la Neurobiología del Aprendizaje y la Memoria en la Universidad de California en Irvine y ha escrito más de 400 artículos académicos y varios libros. Las paredes de su oficina están cubiertas de premios y condecoraciones. Como muchos de los principales científicos de su edad, no tiene planes para retirarse.

“Estaba escéptico, desde luego, cuando Jim me contó su historia”, dice McGaugh, un hombre canoso y delgado con anteojos. “Pero he pasado la mayor parte de mi vida estudiando los mecanismos del cerebro que están asociados con el desarrollo de recuerdos duraderos. Así es que pensé que al menos debería de conocer a la mujer”.


Recuerdos totales:
La anatomía de un recuerdo.

McGaugh y su personal se dieron cuenta que estaban viendo un caso exótico, tal vez incluso una sensación científica. Por esa razón, adoptaron un enfoque cuidadoso, durante cinco años sujetaron a Price a baterías de pruebas neuropsicológicas, escudriñaron la literatura profesional buscando casos similares y desarrollaron cuestionarios especiales que les permitieran probar su memoria.

Una vez se le pidió que escribiera las fechas de todas las vacaciones de Pascua de 1980 a 2003. “Le llevó 10 minutos y sólo se equivocó en una de las 24 fechas, en donde le falló por dos días”, dice McGaugh. Le pidió a Price que repitiera las prueba dos años después y la segunda vez tuvo bien todas las fechas. “Pensé que eso fue especialmente impresionante”, dice McGaugh, “porque como es judía la pascua no significa nada para ella”.

Los científicos pudieron verificar sus datos autobiográficos porque ella ha llevado un diario meticulosamente desde que tenía 10 años. Ha llenado más de 50,000 páginas con letra pequeña, documentando todas las ocurrencias, sin importar que tan insignificantes sean. Escribir las cosas le ayuda a Price a organizar los pensamientos y las imágenes que titilan en su mente.

De hecho, ella siente una fuerte necesidad de documentar su vida. Esto incluye acaparar todos los recuerdos posibles de su infancia, incluyendo muñecas, animales de peluche, casetes, libros, un cajón del tocador que tenía a los cinco años. “Necesito poder tocar mis recuerdos,” explica Price.

McGaugh y sus colegas concluyeron que la memoria episódica de Price, su recuerdo de experiencias personales y las emociones asociadas a ellas, es virtualmente perfecto. Nunca se ha descrito un caso como este en la historia de las investigaciones de la memoria según McGaugh. Explica que Price difiere sustancialmente de otras gentes con poderes especiales para recordar, como los savants, porque no usa estrategias para ayudarse a recordar e incluso tiene resultados bastante bajos en algunas pruebas de memoria.

Le resulta difícil memorizar poemas o series de números – lo que ayuda a explicar porque nunca sobresalió en la escuela. Su memoria semántica, la habilidad para recordar hechos no relacionados directamente con la vida cotidiana, solo está dentro del promedio.

Hace dos años que los científicos publicaron sus primeras conclusiones en una revista profesional sin revelar la identidad del sujeto. Desde entonces, más de 2,000 personas se han puesto en contacto con McGaugh, todos ellos afirman tener una memoria episódica igualmente perfecta. La mayoría resultaron ser fraudes. Pareció que tres tenían habilidades similarmente asombrosas. “Sus personalidades son muy diferentes. Los otros no están tan ansiosos como Jill, Pero alcanzan resultados comparables en las pruebas”, reporta McGaugh.

Los sujetos sí tienen ciertas características compulsivas, dice McGaugh, especialmente acaparamiento compulsivo. Los otros tres son zurdos y Price también mostró una tendencia a ser zurda en ciertas pruebas.

¿Qué significa ésto? McGaug es cauteloso, “Por ahora, sólo estamos describiendo lo que vemos”.

“Más grande que yo”

En términos neurobiológicos, un recuerdo es un patrón almacenado de vínculos entre las células nerviosas en el cerebro. Se crea cuando las sinapsis en una red de neuronas se activan durante un corto tiempo. Entre más se acceda al recuerdo después, es más posible que se desarrollen vínculos permanentes entre las células nerviosas – y que el patrón se almacene como una memoria de largo plazo. En teoría hay tantos vínculos posibles que se pueden almacenar permanentemente una cantidad casi ilimitada de recuerdos.

Entonces, ¿por qué no todas las personas tienen los mismos poderes para recordar como Jill Price? “Si pudiéramos recordar todo igualmente bien, el cerebro estaría irremediablemente sobrecargado y operaría más despacio”, dice McGaugh. Dice que olvidar es una condición necesaria para tener una memoria viable – excepto en el caso de Price y las otras tres superestrellas de la memoria.

Para McGaugh, hay otra razón por la que la gente con esa memoria fenomenal es tan misteriosa. Ponen a duda una teoría en la que se han basado sus investigaciones durante el último medio siglo. Esta teoría, basada en observaciones clínicas, dice que los recuerdos se almacenan con mayores detalles y con más poder de duración cuando están unidos a una emoción.

Las sensaciones son procesadas emocionalmente por la amígdala, una parte específica del sistema límbico. Ahí, y en el hipocampo, se toman decisiones acerca de que información debe permanecer en la memoria de largo plazo. Entre más poderosamente se active la amígdala, mayor es la probabilidad de un recuerdo permanente. “Pero ahora tenemos a estas cuatro personas que parecen violar este principio, porque también recuerdan las cosas mas banales e inconsecuentes”, dice McGaugh. Suspira, “Yo todavía no puedo recordar cuando murió Bing Crosby, aunque para ahora debo haberlo leído al menos cinco veces”.

McGaugh, junto con su colega Larry Cahill e investigadores de la Universidad de Harvard, actualmente están evaluando imágenes de resonancia magnética nuclear de los cerebros de los cuatro sujetos. Los científicos ya han descubierto algunas peculiaridades estructurales, que planean publicar pronto. Unas dos docenas de áreas en el cerebro de la mujer milagros parecen ser más grandes que las de la persona promedio.

Un día Jill Price espera aprender más acerca de qué la hace tan diferente de las demás personas. Tal vez también pueda contribuir a hacer avances significativos en el estudio de la memoria.

“Al menos trabajar con los científicos le da cierto significado a mi condición”, dice Price. Y luego dice algo que suena sorprendente viniendo de una mujer cuyos pensamientos hacen circuitos cerrados constantemente en su mente. “Esto es más grande que yo”.

Traducido del alemán por Christopher Sultan
Fuente: Der Spiegel 21 de noviembre de 2008.
Traducción al español: Alfredo Amescua V.

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