Psic. Diana Loyo Rodríguez
Estudiante de la Maestría en Psicoterapia Infantil Gestalt
CEsIGue,Xalapa
“Simula que notas algo raro en tu espalda. ¡De repente te das cuenta que te están creciendo alas! ¿Cómo sientes estas alas en tu espalda?... Trata de moverlas y ve qué sientes… Ahora mírate en el espejo y aletea… ¿Qué sientes al ser capaz de volar por el aire?”
Violet Oaklander
La fantasía tiene una estrecha relación con el crecimiento y desarrollo del infante; intentar eliminarla, controlarla, separarla o reprimirla puede ser contraproducente. Es a través de estas fantasías y de este imaginar, que los niños pueden divertirse, en primer lugar. Así mismo, aquel adulto que se atreva a interesarse por lo que es expresado en estos cuentos mágicos, estos hechos imposibles o cosas “raras y de locos”, será un adulto que participará y sabrá el proceso por el cual está pasando este niño y así, podrá ayudarlo en el momento que se requiera.
Los niños, como ustedes ahora recordarán, no siempre son capaces de decir lo que sienten o lo que piensan con tanta facilidad como lo hacemos nosotros como adultos. Si invitamos a que un niño desarrolle la fantasía, estaremos facilitando a que el niño extraiga lo que está oculto, lo que por miedo no puede decir o incluso ni él se ha dado cuenta. La estimulación de la fantasía en terapia es protagonista en las sesiones entre el terapeuta y el niño.
Hay padres que se preocupan porque no distinguen una fantasía de una mentira. El mentir es solo un síntoma de que algo anda mal para el niño, pero esto llega a ser una forma de comportamiento y sí, en ocasiones se fusionan fantasías con mentiras. Los niños mienten por muchas razones: porque están temerosos, inseguros, sienten culpa y tienen una imagen mala de sí mismos. Son incapaces de enfrentarse al “mundo real” y por esa razón usan la mentira como una conducta defensiva… ahora que lo pienso, esto también funciona en el mundo de los adultos; no nos diferenciamos mucho de ellos después de todo.
En ocasiones, los niños se ven obligados a mentir por sus padres; pudiendo ser que estos sean extremadamente estrictos o tengan expectativas que al niño le resulten demasiado difíciles de cumplir o sean incapaces de aceptar a su hijo tal como es (Oaklander, 2009). Y entonces, los niños construyen un mundo de fantasía porque encuentran difícil vivir en su mundo real. Entonces como terapeutas y también como padres, les echaríamos la mano escuchando lo que nos quieren decir a través de sus fantasías; ahí están deseos, miedos, necesidades que si salen a la luz se pueden tratar de una manera más conciente para entonces generar un cambio.
La fantasía es una habilidad que se va desvaneciendo muchas veces al llegar a la adultez y lo llegamos a considerar como una pérdida de tiempo; es un lenguaje hermoso que nos dice lo que nos pasa, aunque todavía no estemos listos para aceptarlo; dice lo que quiero aunque no me haya dado muy bien cuenta; libera tensión y angustia. Así qué… ¿Cuál fue la última fantasía que tuvieron?
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