Las mujeres que han sido víctimas de maltrato conyugal: tipos de violencia experimentada y algunos efectos en la salud mental
La violencia que experimentan las mujeres en una relación de pareja, ha sido reconocida recientemente como un problema social que requiere ser abordado por diferentes disciplinas. Este fenómeno ocurre como un patrón continuo o escalado de abuso físico, psicológico o sexual, que se presenta en algunos estados emocionales de las mujeres, tales como el miedo y la sensación de vulnerabilidad. En este trabajo revisamos diferentes modelos que han intentado explicar la dinámica de este tipo de violencia, por lo que el objetivo del mismo es abordar el maltrato a que se ve sometida la mujer en su relación de pareja, principalmente en cuanto a las formas de violencia experimentadas, y algunos de los efectos en su salud mental.
Para lo cual se utilizó'una metodología de tipo cualitativo, debido a que permite un acercamiento directo con las mujeres que sufren esta forma de maltrato, y a que aborda algunos aspectos de corte subjetivo. Se entrevistaron diez mujeres que habían solicitado ayuda psicológica y legal en un Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar y Sexual (AVISE). Se les invitó a participar de manera voluntaria, y se pidió su autorización para grabar las entrevistas.
Aquí presentamos los testimonios de cuatro de estas mujeres, para lo cual procedimos a analizar cada una de las entrevistas, construyendo algunas categorías relacionadas con los tipos de violencia y los efectos en su salud mental. A partir de la información obtenida es interesante destacar que no todas las mujeres reportaron antecedentes de violencia física en su familia de origen, aunque sí hubo testimonios en los que mencionaron que hubo violencia verbal y. psicológica. Por otro lado, las principales formas de violencia experimentada en su relación de pareja fueron: La violencia física ejercida mediante golpes, cachetadas, empujones, patadas, etc. La violencia sexual manifestada principalmente en el hecho de forzar a la mujer a tener relaciones sexuales como "forma de reconciliación", después de cometer un acto de violencia. y por último, la violencia de tipo psicológico que se presenta en formas de intimidación, amenazas, insultos y devaluación de la persona.
En cuanto a los efectos en su salud mental, narrados por estas mujeres, éstos se categorizaron en cuatro dimensiones: las respuestas de tipo emocional, cognoscitivo, somático y social, por lo que se muestran algunos de los testimonios relacionados con estas áreas.
Al final del texto se discuten las distintas formas de violencia y sus implicaciones en las personas que la sufren.
El maltrato a la mujer por su esposo o compañero generalmente se refiere a golpizas aisladas que responden a la impulsividad del hombre y son provocadas en mayor o menor medida por ella. Así pues, aunque se llega a reconocer que este maltrato puede tener consecuencias físicas a veces severas, se cree que estas son episódicas.
La Encuesta de Opinión Pública sobre la Incidencia de la Violencia en la Familia en varios estados de la República, elaborada por el COVAC (8), indica que 35 % de los entrevistados reconoció que en los últimos seis meses hubo en su propia familia algún problema que generó violencia. El 74 % de las personas maltratadas son mujeres, de las cuales 68 % se encuentra entre los 13 y los 34 años de edad; 52 % son madres y 30 %, hijas. Los entrevistados reconocieron que si bien es cierto que las mujeres maltratadas sufren con frecuencia' manifestaciones de violencia física, es común que el maltrato se presente a través de gritos, insultos y groserías, así como amenazas de diversa índole, como la de divorciarse. De hecho, quienes conocían a alguna mujer maltratada indicaron que 80 % recibió gritos, insultos y amenazas, además de agresiones físicas como cachetadas y golpes en la cabeza, hasta quemaduras con cigarros.
Por lo anterior, es importante reconocer que la gran mayoría de este tipo de violencia física "es parte de un patrón identificable de abuso esperado, sistemático y escalado que con frecuencia se extiende a toda la vida" (14) y es precisamente este patrón al que se denomina “maltrato a la mujer”. Este se asocia con la experiencia subjetiva de miedo y vulnerabilidad que experimentan
las mujeres y, por su puesto, con los efectos psicológicos que coexisten con la dinámica misma del maltrato.
Así pues, aunque en este patrón se manifiestan claramente diversas formas de violencia física, suele haber también otras manifestaciones de violencia psicológica y sexual.
La violencia intrafamiliar, en general, y el maltrato a la mujer, en particular, son problemas complejos que, como planeta Corsi (4) (cfr. su Modelo Ecológico), requieren considerar los diferentes sistemas y dimensiones que intervienen en ellos. Muy esquemáticamente, éstos se pueden ubicar de la siguiente forma:
a) El macrosistema. Incluye las creencias y los valores culturales acerca de la mujer, el hombre, los niños y la familia, así como la idea que se tiene sobre el
poder y la obediencia.
b) El exosistema. Implica las instituciones y espacios sociales que encarnan estos valores, reflejados en aspectos tales como la legitimación institucional de la violencia, los modelos violentos transmitidos (como en los medios masivos de comunicación) y la victimización secundaria. Asimismo, incluye la carencia de legislaciones adecuadas, escaso apoyo institucional a las víctimas e impunidad para los perpetradores. Es también en este nivel donde pueden ubicarse los factores de riesgo tales como el estrés económico, el desempleo, el aislamiento social y el alcoholismo.
c) El microsistema. Tiene que ver con los elementos estructurales de la familia y los patrones de interacción familiar, así como con la historia personal de sus integrantes.
Dentro de este marco tan complejo, partiremos de algunos modelos que han sido utilizados frecuentemente, a nivel internacional, en la investigación, intervención y asistencia legal en esta área, tratando de comprender mejor esta problemática. Entre estos destaca el de Lenore Walker (16) sobre el Ciclo de Violencia y la Desesperanza Aprendida (Learned Helplessness), que establece que el maltrato a la mujer se desarrolla dentro de un ciclo de violencia que consta de 3 etapas: acumulación de la tensión, el episodio agudo de violencia y la "luna de miel" en la que se produce el arrepentimiento.
Esta repetición del ciclo y su misma anticipación inducen el estrés psicológico, la falta de autoestima y la desesperanza aprendida, los que a su vez disminuyen las posibilidades de abandonar a la pareja. Desde esta perspectiva, la mujer maltratada, si bien trata de evitar al principio el maltrato físico utilizando diferentes estrategias, va aprendiendo que nada de lo que haga evitará la violencia, de modo que desarrollará una percepción distorsionada de "entrampamiento". Así pues, solamente le quedará como alternativa utilizar
estrategias que le ayuden a sobrevivir a la violencia o a disminuir el riesgo de que ésta sea mortal: de aquí que la presencia de mecanismos tales como la negación y la disociación sean básicos para su supervivencia emocional.
Por su parte, Douglas plantea que lo que se denomina "síndrome de la mujer maltratada" (6), se refiere a una serie de características y efectos del abuso en
las mujeres, que se subdivide en tres categorías: las consecuencias traumáticas de la victimización violenta, los déficits de desesperanza aprendida que resultan de la violencia y las reacciones de los otros respecto a esta, y las respuestas auto-destructivas de enfrentamiento frente a la violencia. Agrega, como un complejo secundario de abuso, la idealización del abusador, la negación del peligro y la supresión de la ira de la víctima.
Recientemente, Dulton y Painter (7) presentaron el modelo de intermitencia, que plantea que las respuestas perceptuales de auto-devaluación y de idealización del abusador se relacionan con dos rasgos estructurales de la relación de maltrato: la diferencia de poder y la intermitencia del maltrato. La intermitencia o apego paradójico se refiere a un tratamiento positivo y negativo
alternado, en las relaciones de abuso, el tratamiento negativo precedería típicamente al positivo. "Lo que es esencial para generar apego (attachmen~ hacia el agresor es lo extremo del tratamiento bueno y el maltrato, y la yuxtaposición temporal de un extremo con el otro". Así pues, a diferencia de Walker, quien plantea que es la predictibilidad el factor que contribuye al síndrome de la mujer maltratada y al apego traumático, los autores dan más peso a la intermitencia o periodicidad.
Aunque consideramos que estas explicaciones son sumamente útiles, es necesario no olvidar que esta relación de maltrato ocurre en un contexto social y cultural que de suyo impide reconocer la violencia como ilegítima y dificulta abandonar o renegociar una relación marital por este motivo. Así que, si bien algunas mujeres pueden tener falta de autoestima desde antes de empezar una relación de este tipo, para muchas, la sensación de estar atrapadas, la desesperación y el auto-reproche es producto de una historia de aislamiento progresivo de las. fuentes de apoyo, y de una búsqueda de ayuda frustrada, de sus familiares y amigas, así como de los médicos, psicólogos, abogados, policías, etc.
En este sentido, los enfoques como el del Trauma Dual, de Stark y Flitckraft (14), proponen que lo que le permite a un hombre mantener atrapada en la relación a una mujer, no es su fuerza física, sino su fuerza social, derivada del reforzamiento de las relaciones de poder cuando ella ha buscado ayuda. la experiencia principal del maltrato es una trauma dual: la ira y el miedo inducidos por las subyugaciones violentas, combinadas con una sensación creciente de atrapamiento. "Un proceso de victimización institucional se combina con la violencia de la pareja para transformar a una mujer persistente y asertiva en una 'víctima desesperanzada' por quien nada se puede hacer".
Por lo anterior, se hace patente que para abordar el maltrato a la mujer en toda su complejidad, es necesario valerse de metodologías que permitan profundizar en los fenómenos que no necesariamente están definidos con claridad, siendo, de hecho, borrosos y ambiguos. En el presente trabajo nos interesa analizar las formas de violencia experimentadas, y algunos de los efectos que éstas tienen en la salud mental de cuatro mujeres que han sido maltratadas por su pareja.
Continuará
• Investigadores de la División de Investigaciones Epidemiológicas
y Sociales. Instituto Mexicano de Psiquiatrfa. Calz. México-Xochimilco
101. San Lorenzo Huipulco. 14370, México. D.F.
Palabras clave: Mujeres golpeadas, salud mental, género.
Ma. Teresa Saltljeral•
Luciana Ramos•
Miguel Angel Caballero•
Resumen
La violencia que experimentan las mujeres en una relación de pareja, ha sido reconocida recientemente como un problema social que requiere ser abordado por diferentes disciplinas. Este fenómeno ocurre como un patrón continuo o escalado de abuso físico, psicológico o sexual, que se presenta en algunos estados emocionales de las mujeres, tales como el miedo y la sensación de vulnerabilidad. En este trabajo revisamos diferentes modelos que han intentado explicar la dinámica de este tipo de violencia, por lo que el objetivo del mismo es abordar el maltrato a que se ve sometida la mujer en su relación de pareja, principalmente en cuanto a las formas de violencia experimentadas, y algunos de los efectos en su salud mental.
Para lo cual se utilizó'una metodología de tipo cualitativo, debido a que permite un acercamiento directo con las mujeres que sufren esta forma de maltrato, y a que aborda algunos aspectos de corte subjetivo. Se entrevistaron diez mujeres que habían solicitado ayuda psicológica y legal en un Centro de Atención a la Violencia Intrafamiliar y Sexual (AVISE). Se les invitó a participar de manera voluntaria, y se pidió su autorización para grabar las entrevistas.
Aquí presentamos los testimonios de cuatro de estas mujeres, para lo cual procedimos a analizar cada una de las entrevistas, construyendo algunas categorías relacionadas con los tipos de violencia y los efectos en su salud mental. A partir de la información obtenida es interesante destacar que no todas las mujeres reportaron antecedentes de violencia física en su familia de origen, aunque sí hubo testimonios en los que mencionaron que hubo violencia verbal y. psicológica. Por otro lado, las principales formas de violencia experimentada en su relación de pareja fueron: La violencia física ejercida mediante golpes, cachetadas, empujones, patadas, etc. La violencia sexual manifestada principalmente en el hecho de forzar a la mujer a tener relaciones sexuales como "forma de reconciliación", después de cometer un acto de violencia. y por último, la violencia de tipo psicológico que se presenta en formas de intimidación, amenazas, insultos y devaluación de la persona.
En cuanto a los efectos en su salud mental, narrados por estas mujeres, éstos se categorizaron en cuatro dimensiones: las respuestas de tipo emocional, cognoscitivo, somático y social, por lo que se muestran algunos de los testimonios relacionados con estas áreas.
Al final del texto se discuten las distintas formas de violencia y sus implicaciones en las personas que la sufren.
Introducción
El maltrato a la mujer por su esposo o compañero generalmente se refiere a golpizas aisladas que responden a la impulsividad del hombre y son provocadas en mayor o menor medida por ella. Así pues, aunque se llega a reconocer que este maltrato puede tener consecuencias físicas a veces severas, se cree que estas son episódicas.
La Encuesta de Opinión Pública sobre la Incidencia de la Violencia en la Familia en varios estados de la República, elaborada por el COVAC (8), indica que 35 % de los entrevistados reconoció que en los últimos seis meses hubo en su propia familia algún problema que generó violencia. El 74 % de las personas maltratadas son mujeres, de las cuales 68 % se encuentra entre los 13 y los 34 años de edad; 52 % son madres y 30 %, hijas. Los entrevistados reconocieron que si bien es cierto que las mujeres maltratadas sufren con frecuencia' manifestaciones de violencia física, es común que el maltrato se presente a través de gritos, insultos y groserías, así como amenazas de diversa índole, como la de divorciarse. De hecho, quienes conocían a alguna mujer maltratada indicaron que 80 % recibió gritos, insultos y amenazas, además de agresiones físicas como cachetadas y golpes en la cabeza, hasta quemaduras con cigarros.
Por lo anterior, es importante reconocer que la gran mayoría de este tipo de violencia física "es parte de un patrón identificable de abuso esperado, sistemático y escalado que con frecuencia se extiende a toda la vida" (14) y es precisamente este patrón al que se denomina “maltrato a la mujer”. Este se asocia con la experiencia subjetiva de miedo y vulnerabilidad que experimentan
las mujeres y, por su puesto, con los efectos psicológicos que coexisten con la dinámica misma del maltrato.
Así pues, aunque en este patrón se manifiestan claramente diversas formas de violencia física, suele haber también otras manifestaciones de violencia psicológica y sexual.
La violencia intrafamiliar, en general, y el maltrato a la mujer, en particular, son problemas complejos que, como planeta Corsi (4) (cfr. su Modelo Ecológico), requieren considerar los diferentes sistemas y dimensiones que intervienen en ellos. Muy esquemáticamente, éstos se pueden ubicar de la siguiente forma:
a) El macrosistema. Incluye las creencias y los valores culturales acerca de la mujer, el hombre, los niños y la familia, así como la idea que se tiene sobre el
poder y la obediencia.
b) El exosistema. Implica las instituciones y espacios sociales que encarnan estos valores, reflejados en aspectos tales como la legitimación institucional de la violencia, los modelos violentos transmitidos (como en los medios masivos de comunicación) y la victimización secundaria. Asimismo, incluye la carencia de legislaciones adecuadas, escaso apoyo institucional a las víctimas e impunidad para los perpetradores. Es también en este nivel donde pueden ubicarse los factores de riesgo tales como el estrés económico, el desempleo, el aislamiento social y el alcoholismo.
c) El microsistema. Tiene que ver con los elementos estructurales de la familia y los patrones de interacción familiar, así como con la historia personal de sus integrantes.
Dentro de este marco tan complejo, partiremos de algunos modelos que han sido utilizados frecuentemente, a nivel internacional, en la investigación, intervención y asistencia legal en esta área, tratando de comprender mejor esta problemática. Entre estos destaca el de Lenore Walker (16) sobre el Ciclo de Violencia y la Desesperanza Aprendida (Learned Helplessness), que establece que el maltrato a la mujer se desarrolla dentro de un ciclo de violencia que consta de 3 etapas: acumulación de la tensión, el episodio agudo de violencia y la "luna de miel" en la que se produce el arrepentimiento.
Esta repetición del ciclo y su misma anticipación inducen el estrés psicológico, la falta de autoestima y la desesperanza aprendida, los que a su vez disminuyen las posibilidades de abandonar a la pareja. Desde esta perspectiva, la mujer maltratada, si bien trata de evitar al principio el maltrato físico utilizando diferentes estrategias, va aprendiendo que nada de lo que haga evitará la violencia, de modo que desarrollará una percepción distorsionada de "entrampamiento". Así pues, solamente le quedará como alternativa utilizar
estrategias que le ayuden a sobrevivir a la violencia o a disminuir el riesgo de que ésta sea mortal: de aquí que la presencia de mecanismos tales como la negación y la disociación sean básicos para su supervivencia emocional.
Por su parte, Douglas plantea que lo que se denomina "síndrome de la mujer maltratada" (6), se refiere a una serie de características y efectos del abuso en
las mujeres, que se subdivide en tres categorías: las consecuencias traumáticas de la victimización violenta, los déficits de desesperanza aprendida que resultan de la violencia y las reacciones de los otros respecto a esta, y las respuestas auto-destructivas de enfrentamiento frente a la violencia. Agrega, como un complejo secundario de abuso, la idealización del abusador, la negación del peligro y la supresión de la ira de la víctima.
Recientemente, Dulton y Painter (7) presentaron el modelo de intermitencia, que plantea que las respuestas perceptuales de auto-devaluación y de idealización del abusador se relacionan con dos rasgos estructurales de la relación de maltrato: la diferencia de poder y la intermitencia del maltrato. La intermitencia o apego paradójico se refiere a un tratamiento positivo y negativo
alternado, en las relaciones de abuso, el tratamiento negativo precedería típicamente al positivo. "Lo que es esencial para generar apego (attachmen~ hacia el agresor es lo extremo del tratamiento bueno y el maltrato, y la yuxtaposición temporal de un extremo con el otro". Así pues, a diferencia de Walker, quien plantea que es la predictibilidad el factor que contribuye al síndrome de la mujer maltratada y al apego traumático, los autores dan más peso a la intermitencia o periodicidad.
Aunque consideramos que estas explicaciones son sumamente útiles, es necesario no olvidar que esta relación de maltrato ocurre en un contexto social y cultural que de suyo impide reconocer la violencia como ilegítima y dificulta abandonar o renegociar una relación marital por este motivo. Así que, si bien algunas mujeres pueden tener falta de autoestima desde antes de empezar una relación de este tipo, para muchas, la sensación de estar atrapadas, la desesperación y el auto-reproche es producto de una historia de aislamiento progresivo de las. fuentes de apoyo, y de una búsqueda de ayuda frustrada, de sus familiares y amigas, así como de los médicos, psicólogos, abogados, policías, etc.
En este sentido, los enfoques como el del Trauma Dual, de Stark y Flitckraft (14), proponen que lo que le permite a un hombre mantener atrapada en la relación a una mujer, no es su fuerza física, sino su fuerza social, derivada del reforzamiento de las relaciones de poder cuando ella ha buscado ayuda. la experiencia principal del maltrato es una trauma dual: la ira y el miedo inducidos por las subyugaciones violentas, combinadas con una sensación creciente de atrapamiento. "Un proceso de victimización institucional se combina con la violencia de la pareja para transformar a una mujer persistente y asertiva en una 'víctima desesperanzada' por quien nada se puede hacer".
Por lo anterior, se hace patente que para abordar el maltrato a la mujer en toda su complejidad, es necesario valerse de metodologías que permitan profundizar en los fenómenos que no necesariamente están definidos con claridad, siendo, de hecho, borrosos y ambiguos. En el presente trabajo nos interesa analizar las formas de violencia experimentadas, y algunos de los efectos que éstas tienen en la salud mental de cuatro mujeres que han sido maltratadas por su pareja.
Continuará
• Investigadores de la División de Investigaciones Epidemiológicas
y Sociales. Instituto Mexicano de Psiquiatrfa. Calz. México-Xochimilco
101. San Lorenzo Huipulco. 14370, México. D.F.
Palabras clave: Mujeres golpeadas, salud mental, género.
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