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UNA REFLEXIÓN SOBRE MIS HABILIDADES DE CONTACTO


MAESTRIA EN PSICOTERAPIA INFANTIL GESTALT
BITACORA GPO.DESARROLLO PERSONAL II
Segundo semestre

QUE VIVI: En esta sesión surgió la necesidad del grupo de tener más claridad de lo que es el trabajo de base y cómo se realiza con los pacientes de infantil, ya que se está revisando en otras materias que será necesario empezar a aplicarlo en la técnica de círculo mágico. Leny hizo un repaso y fuimos dando ejemplos con nosotras mismas y otros posibles que suceden con los niños. Se representaron algunos casos para mayor claridad. Tuve oportunidad de participar ejercitando la habilidad de “dar” a tres compañeras del grupo, elegí dar una sonrisa, un abrazo y un agradecimiento, practicando también que sí me sentí recibida por ellas. También se fue relacionando todo lo revisado con nuestra experiencia personal, es decir, ¿qué aprendí en casa referente a las habilidades de contacto? ¿Cómo se manejan en casa?

COMO LO VIVI: Esta explicación más vivencial me fue de mucha utilidad y la viví en forma más consciente al poder irla relacionando con mi propia experiencia de vida. También me agradó escuchar ejemplos y vivencias de mis compañeras porque logré identificarme en algunas cosas y siempre aprendo algo nuevo. Me sentí apoyada por Leny, como facilitadora del grupo, al responder a nuestro pedir y eso me da más seguridad para cuando realice el trabajo con niños de Circulo Mágico.
DE QUE ME DI CUENTA: El trabajo de base en el proceso de psicoterapia implica el desarrollar la habilidad de darse cuenta durante todo el proceso, de inicio a fin. Con el niño es de forma más simbólica, a través del juego, del trabajo corporal, de experiencia sensorial, dibujo, etc. Además de desarrollar las otras habilidades de contacto y trabajar en las resistencias para trascenderlas al igual que con los adultos.

Personalmente, en mi familia recuerdo que no tuve oportunidad de ver modeladas estas habilidades en forma asertiva, ya que generalmente se hacía sin la consciencia de cómo impacto en el otro y sin el conocimiento de la riqueza que genera para las relaciones con el otro el ejercitarlas.

Por ejemplo, el “pedir” más bien aprendí a “no pedir” debido a mi timidez, a la falta de comunicación expresiva de sentimientos, a la poca afectividad en mi familia, al temor que la figura autoritaria de mi padre ejercía en mí y a experiencias negativas donde obtuve como respuesta “NO”, lo que fui introyectando en pensamientos de “para mi no hay”, “no merezco” ya sea en aspectos afectivos como materiales y en sentimiento de insuficiencia. Al no ejercer mi pedir, me hice más autosuficiente y yo misma iba resolviendo, pero con orgullo y sentimiento de “no te necesito”. Ahora en mi etapa adulta me ha afectado, limitándome a no saber pedir, a reprimir muchas de mis necesidades y por lo tanto no cierro ciclos de la experiencia, en una formación de autoestima baja, con miedo a relacionarme en pareja o seguir pensando que no lo necesito y cerrarme a oportunidades, a limitarme en el trabajo también por no pedir, no ejercer mis derechos en su mayoría, etc.

Con la habilidad de “dar” aprendí a darme sin quedarme con lo que necesito, no soy consciente de ese equilibrio, con la finalidad de cubrir mis necesidades afectivas y de aceptación de mi papá, que era algo muy difícil lograr para mi niña, hacía todo lo que se me pedía, llegando a perder los límites entre lo que era mío y del otro, confluyendo con ambos padres. Me acostumbré a tener que dar siempre algo a cambio para poder ser recibida por el otro, más adelante mi padre me transmitió, inconscientemente, el mensaje que, al no estar él ya en casa, yo sería quien tendría que ser proveedora y responsable. Actualmente como adulto, me afecta llenándome de responsabilidades, no logro diferenciar las que sí son mías y las que no y esto me genera mucho cansancio físico y emocional, continúo respondiendo en forma condicionada a siempre dar en mis relaciones de amistad, pareja, trabajo para poder recibir.

Con la habilidad de “recibir” y “escuchar” aprendí a que no soy digna de recibir, que más bien estoy programada para dar; un poco por cuestión de género también, introyecté que el varón es más fácil que reciba y la mujer que dé, por ejemplo en labores del hogar, en la expresión de afectividad, en la diversión, placer, etc. Aprendí a escuchar bloqueando por no saber recibir lo positivo, y sólo escuchaba lo negativo, lo que estaba relacionado con mis introyectos negativos. Además, mi padre no sabía escuchar y evitaba, contestando anticipa-damente o invalidando mis necesidades, otras veces anteponía su lectura del periódico o las noticias en TV y así ponía una barrera para el contacto y la comunicación. Con mi madre aprendí que ella escuchaba lo que le convenía solamente y además eran figuras más bien ausentes debido a su trabajo. Actualmente no sé escuchar ni recibir en forma asertiva, me resulta más fácil recibir y escuchar con lo que me engancha a mis introyectos negativos: “tu no puedes”, “necesitas que alguien más resuelva”, “no mereces”, “no eres lo suficiente capaz, inteligente, bonita, etc” y bloqueo lo positivo que pudiera estar llegando a mi, desde un halago, reconocimiento, confirmación, propuestas, apoyos, etc.

Con la habilidad de “ser asertivo” aprendí a través del ejemplo en la relación de mis padres (poco respeto) y a cómo ejercían su paternidad, que era más bien un estilo de crianza autoritario de mi padre, y pasivo de mi madre, a no expresarme, a no saber hacer valer mis derechos, a no saber defenderme, a ser sumisa y callada, a construir una autoestima baja, a no saber escuchar mis necesidades, a no poner límites con lo que si puedo cargar y lo que no, a no saber decir “NO” cuando se necesita. Además que luego mi hermano repitió el modelo de mi padre y seguí viviendo codependencia en la familia y violencia psicológica hasta la actualidad. Todo lo que me afecta negativamente porque a la fecha no sé reconocer mis propias ideas, valores y necesidades y no las tomo en cuenta, anteponiendo casi siempre las de otras para ser cubiertas por mi, y a no expresarlos, a sentirme atraída o atemorizada y huyo, con patrones de violencia y autoritarismo en el trabajo y en las posibles relaciones afectivas, me resulta muy difícil darme mi lugar y pedir ser respetada ante situaciones de uso y abuso emocional, debido a las experiencias vividas en mi niñez y adolescencia.

Con la habilidad de “responder” y “ser claro y directo” como consecuencia de no haber desarrollado las otras habilidades de pedir, escuchar y recibir tampoco tuve éxito en este saber responder. En casa no se acostumbraba el uso de información clara y directa más bien era interpretada y se respondía a través de anteponer prejuicios y contaminantes de la relación padre-hijo como enojos, tristezas, frustraciones, etc. En mi caso, debido al temor hacia la respuesta de mi padre le daba muchas vueltas para solicitar algo por lo que no era clara ni directa y también recuerdo que fue poco el intercambio de agradecimientos, disculpas, compartir alegrías, proyectos, o la seguridad de que me estaban poniendo atención cuando yo lo necesitaba, lo que me fue haciendo insegura y tímida. Ahora no acostumbro responder para que la otra persona tenga claridad de que fue recibida y retroalimentada, generalmente me quedo callada o sólo respondo con un “gracias”. De hecho esta habilidad no la conocía ni sabía de su importancia para el contacto en nuestras relaciones.
Con la habilidad de “dar apoyo” sí conservo recuerdos agradables de mi niñez con mi mamá y pude conocer y experimentar lo que ésto implica. Aunque ella también trabajaba yo sentía su apoyo, estaba al pendiente de mi en la noche, al preguntarme sobre mis tareas, a veces cuando me veía muy insegura para algún examen, se levantaba más temprano conmigo y me ayudaba a repasar, al enseñarme a dejar listo mi uniforme y lunch para el día siguiente, al comprarme cosas extras que mi papá no accedía. Al ser más cálida y afectuosa conmigo. Actualmente estos recuerdos me brindan seguridad de que el recibir apoyo si es algo que experimentó mi niña y aprendí un referente de mi mamá, cuando me es necesario rescato esta sensación de seguridad y contención. Creo que me falta trabajar en la confianza de que este apoyo también puede llegar ahora, saber identificarlo y permitirme recibirlo, volviendo a confiar y reconociendo que yo sola no puedo hacer todo y que tampoco puedo pasarme del límite entre recibir y dar, porque es más la energía y tiempo que dedico a ser yo quien brinda el apoyo que el que recibo.

Finalmente me doy cuenta que en general no obtuve buenos referentes de desarrollo de estas habilidades de contacto en casa, son más las limitantes pero ahora es mi responsabilidad, en esta etapa adulta, de aprender a desarrollarlas a partir de los recursos con los que cuento y con apoyo de mi proceso individual de psicoterapia, porque estoy convencida, y más con esta explicación de la sesión de hoy en mi grupo de desarrollo humano, que son básicas para mi crecimiento, ser capaz de establecer contacto y mejores relaciones con los demás.

Me siento confiada también que puedo aprender a hacer este trabajo de base con los niños y adolescentes a través de las prácticas, la teoría que aún hace falta ser revisada, de la creatividad y estilo propio que vaya desarrollando como terapeuta.

Xalapa, Veracruz a 26 de noviembre de 2011
Nota: Por respeto a su privacidad no hemos incluído el nombre de la autora de esta bitácora.

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