Eduardo
Carlos Juárez López
Estudiante
la maestría en Psicoterapia Gestalt Adultos
Decido escribir hoy debido a la fuerte
alegría que me causa estudiar psicoterapia Gestalt, un parteaguas en mi vida
que encontré gracias al contacto con mi propia enfermedad que me ha dado el
poder de seguir adelante y relacionarme mejor con mi mundo. Desde el momento
que decidí llamar a mi primera psicoterapeuta hasta hoy han pasado seis años y
un sinfín de experiencias significativas que me han cambiado personalmente e
influido en mi entorno. Cuando en la primaria me preguntaban a que me quería
dedicar cuando fuera grande nunca pasó por mi mente la psicoterapia sin
embargo, al final de mi niñez tuve la inquietud de dedicarme al sacerdocio en
lo cual observo desde entonces una fuerte vocación por ayudar a los demás.
Desde pequeño he sido muy sensible en todos mis sentidos, a la elevación de
decibeles en la voz, a los cambios de temperatura, a los olores y a los estados
de ánimo de la gente lo cual fue determinante para mi carrera como artista.
He podido observar que el
concepto de psicoterapia y psicología tienen significados muy ambiguos y hasta
desconocidos en nuestra sociedad. Incluso antes de entrar a terapia pensé que
toda persona que necesitara el apoyo de otro para resolver sus problemas era
una persona débil; uno de los mayores introyectos de mi infancia. Me atrevo a
afirmar en base a diferentes pláticas que he tenido con personas de varios
países, edades y posiciones económicas que la labor del psicoterapeuta tiene
concepciones míticas, místicas y a veces sobrenaturales. En mi caso cada vez
que comento que estoy estudiando psicoterapia me indagan si tuve estudios
previos de psicología. Me es importante tener claro la diferencia entre éstos
siendo la psicología la disciplina científica que estudia los procesos
psíquicos, incluyendo procesos cognitivos internos de los individuos, así como
los procesos socio cognitivos que se producen en el entorno social, lo cual
involucra a la cultura. La psicoterapia por otra parte es un proceso de
comunicación entre un psicoterapeuta (una persona entrenada para evaluar y
generar cambios) y una persona (cliente) que acude a consultarlo con el
propósito de una mejora en la calidad de vida en este último, a través de un
cambio en su conducta, actitudes, pensamientos o afectos. Aunque sé que el
entrenamiento psicoterapéutico es diferente al psicológico me queda claro que
ambas disciplinas comparten actividades enfocadas al desarrollo de la mente
humana.
En las primeras sesiones
de la maestría he incluido varios conceptos a la idea de un psicoterapeuta. Me
queda clara su labor como facilitador del equilibrio homeostático del organismo
del cliente (Perls, 1992). Lo defino también como un enfermo que ha aceptado su
enfermedad ayudando así a otros en este reconocimiento (Borja, 1995). Hasta
ahora nunca me había pasado por la cabeza que la concepción de una persona que
ayuda a otros pudiera ser la de alguien que se reconociera humano a sí mismo.
Hasta antes de este escrito compartía la idea general de la sociedad de que
alguien dedicado a la salud mental debería ser capaz de manejar todas y
cada una de sus emociones a la perfección sin que las situaciones externas
afectaran su salud emocional. Todos somos humanos, tenemos debilidades y
podemos equivocarnos. Si la psicoterapia trabaja con el contacto y nadie puede
tocar sin ser tocado entonces el proceso terapéutico involucra a dos partes
pretendiendo que crezcan mutuamente (Robine, 2002).
La psicoterapia se ha vuelto
crucial en mi vida y ha estado presente de diferentes formas en la historia de
la humanidad. Desde las primeras sociedades siempre existió una persona a la
que todos acudían a contarle sus problemas, regularmente de edad avanzada
siempre acudían a él o ella por su experiencia de vida. Actualmente en los
pueblos pequeños como en el que nací se tiene mucho respeto por las personas
mayores a las que se les recurre en caso de que haya una situación de vida
difícil de superar, esta figura también la comparten los líderes religiosos
como pastores y sacerdotes. Me contaba mi papá que las consultas médicas de
antes se hablaba mucho con el médico, a veces por el sólo hecho de ser
escuchado el supuesto malestar decrecía. En la actualidad esta disciplina de
escucha ha pasado a ser parte de los consultorios de diferentes tipos de
terapia. He observado con gusto que un buen porcentaje de las personas que
están a mí alrededor pasaron o están en algún proceso de terapia. El saber
escuchar es una de las cualidades básicas de cualquier terapeuta incluyendo
conceptos como empatía, no juicios etc.
Entiendo la psicoterapia
fundamentalmente como proceso de comunicación la modalidad indivi-dual (dos
individuos) incluye a dos elementos en su faceta siendo el facilitador mi nuevo
objeto de inspiración artística. Nunca había conceptualizado al psicoterapeuta
como alguien capaz de crear una obra de arte. Ahora entiendo que puedo hacer
arte de muchas formas, siento que muchas de las cosas que hago son obras de
arte, los platillos que cocino, las piezas musicales que compongo, los
recitales que doy en público y hasta mis reportes, escritos o ensayos de la
maestría.
Una de las razones por las
cuales entré a estudiar psicoterapia fue que ésta trabaja con material humano
al igual que un director de orquesta trabaja con personas. Cada ser humano es
un mundo y mi intención es tener mejores elementos para relacionarme con éstos
y crecer individualmente a la vez. Partiendo de la imperfección humana del
psicoterapeuta me parece importante tener muy bien desarrolladas las
habilidades de convivencia (contacto). Al término de mi primera terapia de
profundidad me apropié de muchas habilidades para contactar con la gente que me
ayudó a mejorar mis relaciones. También descubrí que mi manera de hacerlo era
mostrándome auténtico, sin tratar de obtener adrede reconocimiento, afecto,
ternura, simpatía etc. Aprendí a manejar mis resistencias, introyectos y
proyecciones para mostrarme cual soy y teniendo en cuenta siempre mis límites.
Al mostrarme sin máscaras me veo como una persona fuerte y débil a la vez, con
defectos y cualidades.
Ser terapeuta me
representa un reto y algo que mueve mis energías de manera impresionante. Me
doy cuenta de que tengo cualidades al respecto como una buena habilidad para
escuchar, la creatividad desarrollada de un artista y sobre todo el
conocimiento de mis defectos y habilidades. Como toda actividad en el campo
mental sé que requiere un grado de responsabilidad y supervisión de parte de
alguien con más experiencia en el tema. Conozco también los riesgos que
conllevan no cuidarse como la contratransferencia. Reconozco en mi voz un gran
recurso para utilizarlo en mi actividad como terapeuta, ya que con éste puedo
conectar de una forma más profunda en caso de ser necesario. La terapia me
significa responsabilidad y es por eso que a continuación enlisto lo que bien
podrían ser los “diez mandamientos” del psicoterapeuta.
Código ético del psicólogo. Sociedad
Mexicana de Psicología (Suárez, 2009)
*Respetar los derechos y la dignidad
de cada persona
*Ser íntegro en sus relaciones
*Haber concluido sus estudios
*Proteger al paciente
*Mantener la confidencialidad
*No engañar a las personas
*No recibir favores a cambio de
servicio psicológico
*Abstenerse de tener intimidad sexual
con los pacientes
*No perder de vista los intereses del
individuo
*Nunca abandonar un paciente
Me llama la atención el
continuo crecimiento de esta actividad en mi país y el saber que cada vez más
personas están llevando un proceso terapéutico. Esto me hace pensar que la
sociedad se está reconociendo como portadora de la necesidad de un crecimiento
personal y del hecho que para la escuela de la vida, en la que aprendemos a ser
hijos y padres no basta la experiencia. Me gusta entender a la vida como un
lugar donde puedo mover mis energías y disfrutar las consecuencias que éstas
tengan como resultado. La energía me da poder de fluir y expandirme mejor en el
mundo. La psicoterapia me invita a acompañar a los otros en la búsqueda de su
verdad, y recordando el concepto del contacto (nadie puede tocar sin ser
tocado) tengo el privilegio seguir creciendo como persona a la vez.
Al respecto de ser un
terapeuta menor de treinta años pienso con creatividad puedo ingeniármelas para
generar empatía con personas muy diferentes en edad y profesión. Después de
todo Gestalt no trabaja con el qué sino con el cómo. Cada quien es libre de
elegir a la persona con la cual se sienta más cómoda independientemente de la
edad que tenga ésta. La terapia de profundidad es un proceso significativo y
tal vez muy largo, es muy importante elegir alguien con quién sentirse cómodo.
BIBLIOGRAFÍA
BRUNO, F.J. (1997) Diccionario de términos psicológicos
fundamentales. Barcelona: Paidós Studio.
BORJA, G. (1995) La locura del loquero.
En La locura lo cura. Un manifiesto psicoterapéutico. España: La
llave. pp 19-31
PERLS, F. (1992) El Enfoque
Guestáltico. En Fundamentos. 6ta edición. Chile:Cuatro Vientos. pp 19-23
ROBINE, J.M. (2002) La terapia
Gestalt, prototipo de la psicoterapia del mañana. En Contacto y relación en
Psicoterapia. Reflexiones sobre Terapia Gestalt. 2da edición Chile: Cuatro
Vientos. pp 1-18.
SUÁREZ, M. y AIMELET, A. (2009) Saber
reconocer a un mal terapeuta En Revista Psychologies México. Julio, pp
114-117
Ensayo elaborado en primer semestre de
la maestría en Psicoterapia Gestalt Adultos. 4 de Octubre de 2011
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