Alina Lizú Domínguez Meza
Maestría en Psicoterapia
Infantil Gestalt
3er semestre
La sesión realizada el 9 de
septiembre fue utilizada para dar la bienvenida a las compañeras de primer
semestre. Al principio me sentí un poco nerviosa pues no vine la clase pasada
que fue cuando se pusieron de acuerdo y aunque estuve cuestionando, días
antes, lo que haríamos, pensaba que no
iba a hacer bien lo que me correspondía. La verdad es que siempre me sentí
apoyada por mis compañeras pues me explicaban lo que me correspondía y decían
que nos ayudaríamos entre todas.
Cuando
ya íbamos a iniciar con la actividad pensaba que me reiría cuando estuviéramos
con las compañeras, entonces respiré profundo varias veces y se me pasó (normalmente hago esto cuando me siento
nerviosa y me funciona). Empezamos con la broma y cada quien hizo lo que le
había correspondido. A mí me tocaba decir que seguramente traerían algo de
valor con ellas y que les invitaba a desprenderse de ello y depositarlo en la
cesta pero una compañera se adelantó y lo dijo. No me sentí mal solamente pensé
“tanto pensar qué decir y no lo dije”.
Sentí
nostalgia al escuchar a las compañeras de nuevo ingreso pues me identifiqué con
ellas. Les comenté que en lo personal busqué la Maestría pensando en mi
crecimiento profesional y que no había pensado en que mi mayor crecimiento
sería en lo personal pues he descubierto aspectos que no conocía, además de que
me he dado cuenta que ahora me relaciono mejor con las personas a mi alrededor.
Este
pensamiento me acompañó a casa y recordé mi primera sesión de terapia cuando mi terapeuta me cuestionó acerca de qué quería
trabajar y le respondí que, en principio, estaba ahí porque era un requisito y
que, pues ya aprovechando me gustaría conocerme mejor.
Poco
a poco mi pensamiento fue cambiando pues cada vez que salía de terapia conocía
o descubría algo nuevo. Siempre llegaba con “la tarea” hecha y muchas veces
caía en lo mismo: buscar erróneamente “algo” que llevar pues tenía que cumplir
trabajando en mí. Creo que al principio
a mi terapeuta le fue difícil trabajar conmigo pues justificaba todo lo
que hacía y lo peor era que no me daba cuenta de ello. Después de algunas
sesiones empecé a darme cuenta de las cosas que hacía y me empezó a ir mucho mejor.
De lo que más recuerdo es una ocasión en la que mi esposo me dijo que había
dejado encendida la plancha del cabello y le contesté que seguramente así había
sido. Sorprendido me miró y dijo: ¿qué?, ¡no puede ser! por primera vez aceptas
algo!!... Es decir, no justifiqué. Bueno, y esta fue la primera de muchas
actitudes que he ido cambiando y aunque, como comento con mi terapeuta, a veces
no me doy cuenta y hago lo mismo; en general intento estar atenta en mi darme
cuenta para estar mejor conmigo misma.
En
conclusión, después de meditar lo mejor que me ha dejado la Maestría es
conocerme más, relacionarme mejor con los demás, unas excelentes amigas con
quienes me siento querida y apoyada, una terapeuta que siento mi amiga, buenos
maestros que me dan las bases en esta maestría y paradójicamente al final,
aquello que al principio era mi prioridad: crecimiento profesional.
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