Mildred
Newman y Bernard Berkowitz
…El concepto de la actitud mental
positivista encierra una buena dosis de verdad, pero va demasiado lejos. O tal
vez no va lo suficientemente lejos. Cuando se confía en la fuerza de voluntad
al “tomar una decisión”, se utiliza solamente una de las herramientas necesaria
para efectuar un cambio. Se requiere determinación, pero los buenos propósitos
no surgen por la fuerza. Cuando se pretende obtenerlo todo mediante la fuerza
de la voluntad, se pone de manifiesto la falta de respeto que se tiene hacia
uno mismo. Suponemos que el cambio debe imponerse desde arriba, que el sí mismo
no tiene suficiente impulso para lograrlo de una mejor manera. Pero lo tiene.
La verdadera madurez sólo puede lograrse desde lo más profundo de nuestro ser. Tenemos que aprender a obrar con
nuestros propios recursos, a utilizar la fuerza de voluntad en pro de nosotros mismos. Pero el sí mismo debe
manifestarse voluntariamente. Ello no quiere decir, claro está, que no podemos
valernos de un cierto grado de persuasión.
Y
nuestra voluntad debe estar dispuesta a ayudarnos a lograr o que realmente deseamos. La mayoría de la gente se
propone objetivos arbitrarios e imposibles. Aquel que cree que puede hacer lo
que “se le ocurra”, no está en contacto consigo mismo. Se trata de una
convicción arrogante por cuanto no establece límite alguno. Las luchas del sí
mismo auténtico son interminables, pero están limitadas por nuestra capacidad,
intereses y esfuerzos. Sería fútil que “se me ocurriese” ser pintos si no tengo
talento, tampoco se experimenta el deseo. La parte genuina de uno mismo no
anhela hacer lo que le resulta extraño; lo que desea es desarrollar sus
energías potenciales. Claro está que la gente puede expresar los conceptos más
absurdos con respecto a lo que quiere hacer o ser, pero no son más que eso:
conceptos y no estímulos verdaderos. Cuando utilizamos nuestra fuerza de
voluntad para conseguir los objetivos que no responden a nuestra manera de ser,
sino que nos los proponemos con el afán de complacer a los demás o con el fin
de plasmar la imagen ideal que nos hemos forjado de nosotros mismos, creamos
una especie de monstruo, un autómata den el cual queda encerrado nuestro ser
vital. Todos conocemos personas que se mantienen firmes doblegando la voluntad;
el esfuerzo que deben hace es enorme, pero el resultado prácticamente no lo
merece. Son personas cuya compañía se nos hace insoportable… ni ellas mismas
pueden soportarse a sí mismas.
Extraído de: Newman,M. y Berkowitz,B.
(1974) Cómo ser el mejor amigo de ti mismo. Buenos Aires, Argentina:Emecé
Comentarios
Publicar un comentario