Ir al contenido principal

Intimidad (II)



Juan Carlos Kreimer
Difícil amar a oscuras
Al casarnos, muchos repetimos, como contrato de incondicionalidad matrimonial, eso de “te acepto para lo mejor o lo peor, en la riqueza y en la pobreza, en la salud o en la enfermedad”. Algunos lo firmamos, de puño y letra, con testigos y hasta un juez presente, en un libro público. Pero con una idea bastante remota de lo que me significaba. Porque en la práctica, nuestro amor es siempre condicional; responde más realistamente a expectativas tipo: “te aceptaré en la medida de lo que me des: que no engordes, que te tiñas el pelo de otro color, que creas lo mismo que yo, que no me rompas…”
Cuando digo “te acepto para lo mejor o lo peor”, la parte que estuvo escondiendo lo peor de mi toda mi vida, por temor a no gustar y ser rechazado, podría correrse del centro y dejar lugar para que muestre mi “peor”. Al pretender más méritos con lo “mejor”, ahí donde antes yo era agradable y atento, ahora me transformo en controlador y exigente. En vez de dos amantes románticos nos volvemos dos románticos que dan batalla a las partes más feas e infantiles de sí mismos: personajes que actúan Lo Que Debe Ser a partir de un libreto al que llaman Vínculo.
Nadie explica a quienes se juntan o casan que la gracias de ese cambio de estado civil reside en que la pareja y el matrimonio están específicamente diseñados para permitir que los usuarios caigamos del amor a la realidad. Ni que su virtud es que lo que estaba oculto ahora puede revelarse. Quien deseaba liberarse de su ego, sus pretensiones, su máscara, su rendimiento, aquí tiene la oportunidad para empezar la tarea.
Nadie asegura que el otro, o la otra, nos aceptará totalmente con todo lo que nos desluce. Pero tampoco nadie puede mantener su fachada las veinticuatro horas del día.
Toda relación amorosa nos enfrenta inevitablemente con nuestra sombra, con las características, creencias, estilos oscuros y no reconocidos de nuestra psique. Por supuesto, puedo divorciarme de esos aspectos –a como hacen tantos hombres y tantas mujeres, y huir hacia el Simulador, pero entonces la sombra se hace más extensa.
El filósofo francés Gustave Thibon escribió: “La vanidad corre, el amor excava. Si huyo de mi yo, mi prisión huye conmigo y me cierra a causa de todo lo que desplaza. Si profundizo en mí mismo, desgajo mi personaje y dejo aparecer a mi ser”.

Cuando establecemos un compromiso –matrimonio, hogar, trabajo, ocupación, vocación…– tenemos la oportunidad de sacarnos la careta y descubrir cómo somos realmente.

Inconveniente habitual: el otro nos gana de mano y, con intención de ayuda, empieza a informarnos acerca de lo que descubre en nosotros y no le gusta. Como, por lo general, lo hace en el marco de una discusión y en tono de reproche, la devolución suena a crítica, no a comprensión. Más que despertar el reconocimiento de nuestros aspectos sombríos, nos despierta ganas de romper con el espejo.

Cuando emerge la sombra del otro, pocos tenemos capacidad asistencial suficiente para aceptar y explicarle que eso no es toda su persona, y que eso que le pasa o es su forma de ser no es lo más terrible que puede ocurrirle. Ni que no debemos luchar contra ella sino tomarla como un interlocutor, como alguien con quien hablar y de quien necesitamos aprender a escuchar. Por lo general, hacemos todo lo contrario y manifestamos nuestra intolerancia hacia la sombra del otro.

Reacción habitual: entender esos aspectos como una proyección del otro, enterrarlos, cerrarnos a ellos y a todo lo que nos disgusta de cuanto nos señala el otro.

Reacción colateral: comenzar a desoír, uno y otro, lo que nos dicen nuestras respectivas sombras.
A un amigo, trece años de matrimonio y cinco de noviazgo, todavía le cuesta sintonizar esas voces. Recientemente, cuando su esposa le pidió participar en unas entrevistas con un terapeuta de pareja, él cometió un lapsus revelador: “¿Para qué? ¿Acaso crees que podamos estar peor? La razón por la que ella quería esas sesiones era – lo descubrió ahí – que no podía soportar que él bebiera; en su sombra se esconde el recuerdo de un padre alcohólico.

  Una relación profundizada es un entendimiento profundizado de cómo el pasado de una persona se hace presente. Gradualmente, pelamos todas las capas mostrables, dejamos de encandilarnos con el cuento de nuestras respectivas vidas. Porque no es que yo “sepa” mi historia y se la cuente: se trata de aceptar que no la sé, de confiar en la persona amada y descubrirla a medida que me abro en una vulnerable honestidad. Sólo entonces cuando oigo por primera vez mi historia ignorada, exploramos juntos las de cada uno y tejemos otra juntos, en común: la nuestra.

Matrimonio e intimidad comparten el misterio del viaje espiritual: no se trata de entender –entenderse uno al otro– sino de “permitirnos conocernos, permitir que nos conozcan, permitirnos conocer al otro”. Cuanto más aferrado estoy a lo que conozco de una persona, en cierto sentido, menos la conozco. A medida que acepto que ella, como yo, también es un abismo profundo, empiezo a darme cuenta de que hay lugares en ella que jamás conoceré.

Tomado de:
Kreimer, J.C. (s/f). Intimidad. Rev. Uno Mismo. Vol. V (1)



Comentarios

Entradas más populares de este blog

Día de muertos 2011.

Alfredo Amescua V. CESIGUE, Xalapa, Veracruz Llegó y pasó una celebración más del día de muertos. Desde el de hace un año, hubo dos fallecimientos de personas muy cercanas a mí y a mi familia. En este día los recordamos a ellos y a los otros seres queridos que murieron en años anteriores. Mi mujer hizo un bello altar, una bella ofrenda para ellos. El camino de flores de cempaxúchitl para indicarles a los muertos el camino hacia el altar, pero también un camino que nos lleva a la reflexión Y desde luego, en muchos hogares la gente hace sus propios altares, sus propias ofrendas… Día de muertos, una ocasión no sólo para recordar a los que ya se fueron sino para meditar sobre la muerte misma. Para meditar sobre nuestra propia muerte. Muy pocas veces pensamos en ella, yo no diría que pienso que nunca voy a morir. Pero tampoco estoy realmente consciente de que eso es lo único seguro que tenemos en esta vida. Algún día moriré, puede ser hoy, mañana, en unos meses, en unos años. Y me pong

Habilidades de contacto

Eduardo Carlos Juárez López Alumno Estudiante de Maestría en Psicoterapia Gestalt  Darme cuenta Considero que es la habilidad básica de cualquier proceso terapéutico. Es algo que he estado trabajando desde mi primera sesión de terapia Gestalt en 2005. Desde entonces hasta ahora me doy cuenta del gran avance que he tenido y seguiré teniendo. Me doy cuenta de mi voz: es grave, varonil y le gusta mucho a las personas. Suele ser dura cuando quiero imponer mi razón sobre los demás. Su ritmo es fuerte. También sé sensibilizarla si la situación la amerita. Sé que le pongo adornos según la situación, la hago más grave cuando estoy con una chica que me agrada y hago cierta inflexión cuando quiero llamar la atención de un grupo de personas. Mi mirada es de una persona necesitada de cariño, trato de camuflar mi vacío interno y mi poca auto aceptación seduciendo a los demás con mi carácter atento y amable. Mi tacto es gentil sin embargo cuando me enojo mis ojos y mi mirada se vuelven os

Libros gratis

Puedes bajar este libro de Ángeles Marín en formato PDF, desde el blog de la Psicóloga Ivonne Patricia Rueda Rey de Bucaramanga, Santander, Colombia. Al hacer clic en el título de éste artículo te llevará directamente a la página dónde se encuentra el vínculo para descargar el libro. Manual práctico de Psicoterapia Gestalt Ángeles Marin Respecto a este libro, Ivonne comenta: Desde la psicología, y más específicamente desde la Gestalt, tratamos de que las personas aprendan a conocer su comportamiento, que amplíen sus recursos creativos y conozcan modos nuevos de funcionar, no sólo a través de técnicas y ejercicios, sino también del desarrollo de capacidades nuevas, promoviendo experiencias y facilitando el intercambio con el mundo. (...) El Manual práctico de psicoterapia Gestalt expone de forma sencilla y amena los conceptos básicos de la Terapia Gestalt, n o sólo a los terapeutas gestálticos sino a cualquier persona que se aproxima. Su lectura aporta una visión panorámica de

Reseña del libro "CÓMO HACER QUE LA GENTE HAGA LO QUE USTED QUIERE."

Reseña del libro CÓMO HACER QUE LA GENTE HAGA LO QUE USTED QUIERE . Prabbal,  Frank Gustavo Bello Jefe del Departamento de Relaciones Públicas. CESIGUE rrpp@cesigue.edu.mx “La comprensión profunda de la mente humana ha sido entendida y aprovechada durante años por las personas exitosas. A medida que vaya dominando esta habilidad, se dará cuenta de que los negocios y el dinero son producto de las relaciones públicas. Aprenderá los secretos para construir vínculos duraderos y dominará las técnicas para hablar y escuchar inteligentemente: halagar, ser delicado al criticar, ser agradecido y conversar con efectividad; este libro, escrito en un estilo convencional, y bien ilustrado, le ayudará a conseguir éxito en la vida.” El autor comienza aclarando el término manipulación la cual se entiende como administrar con habilidad. Por si misma la manipulación es neutra, pero la intención detrás de la manipulación la hace positiva o negativa. El éxito necesita una red de persona

Un payaso triste de ojos azules

Quiero contar una experiencia personal relacionada con la pintura, vivida esta vez no como facilitador, sino como un hombre de 45 años de edad, al participar en un taller con otras siete personas. Llegué con ganas de pintar la cara sonriente de un payaso. Con energía empecé a pintar la forma oval de la cabeza, la nariz como una pelota roja y los ojos azules lindísimos. Me faltó hacer la boca. La hice y… ¡me aterré! El payaso me estaba mirando con una angustia desnuda. Empecé a borrar esa boca cubriéndola con color blanco. Me sentí pillado cuando mi terapeuta vino corriendo y me preguntó “¿Qué haces?” Molesto con su intervención, contesté con cierta obstinación: “Quiero pintar un payaso alegre. Pero este me mira con angustia.” Ella me miró y dijo: “¿Qué pasaría si sigues pintando este mismo payaso lleno de miedo?” Yo: “No me agrada”. Ella: “Lo sé. Prueba, y si después quieres, puedes borrar esa boca “. Yo, aún molesto: “Bien, voy a ver”. Con pocas ganas miré a mi payaso. Pensé: